España de arriba
Fuente Ymbro y el vino peleón
José Ramón Márquez
Hay que ver cómo relucía la novillada de hoy al lado de la becerrada de ayer. Bueno, hablamos sobre todo de los cuatro de Fuente Ymbro en comparación con los cuatro cuvis, que por lo que se ve no había en Los Romerales seis novillos toros para traer a Madrid cuando la esmerada ciencia veterinaria se puso a descartar zootecnias como quien deshoja una margarita: éste sí, éste no, éste sí, este no...
Al final, como tantas otras veces, lo que tuvimos fue un festín de zootecnia, que lo que salió por la puerta del chiquero fueron cuatro de Fuente Ymbro, dos de Navalrrosal y uno de Juan Antonio Ruiz, torero perfectamente olvidado, que sustituyó al cuarto de los fuentymbros que se rompió una mano en el tercio de banderillas. Para el memento zootécnico de las procedencias quedan los novillos como jandillas, núñez y torrestrellas.
Claro es que no sé qué tienen estos jandillas de Fuente Ymbro que no son lo que su estirpe preconiza, y ahí se ve una luz de esperanza para los aficionados, de suyo tan pesimistas siempre, porque aquí se ve que la selección ganadera puede llevar al toro hacia un lado y hacia el contrario, que eso es sólo cuestión de tiempo y de tesón. Sobre ese tema uno nunca ha comulgado con la teoría de Domingo Ortega cuando dijo aquello del agua y del vino, y a las pruebas me remito, que más vino de alta expresión, de taninos y olisqueo, de decantador y copa grande, de maceración, papilas y fermentación que llevan en sus genes los Fuente Ymbro no es fácil de hallar por los campos de España, y sin embargo, gracias a una selección más adecuada y mejor orientada, partiendo de aquel origen, han conseguido que ahora aflore un vino más de tetra brick, más peleón, más de pitarra, y ésa es la obra que presenta el ganadero don Ricardo Gallardo -y a fe que es apellido de ganadero del XIX, aunque no le toque nada-, con estos jandillas a los que les ha ido haciendo aparecer un goloso fondo de casta, que es lo más reseñable de lo que trajeron los cuatro novillos toros de Fuente Ymbro hoy a Madrid.
Claro que en optar por la casta se corre un riesgo tremendo, pues ésa es la característica de comportamiento más detestada por todo el mundo del taurineo en general y por sus prescindibles altavoces mediáticos, que han llegado a inventar, en esa ceremonia de la confusión que hoy en día constituye la información taurina en la prensa, la radio y la televisión, el perverso e incomprensible concepto de “casta mala”, que en el lenguaje de aquellos constituye un pleonasmo, dado que para ellos toda casta es mala.
Y además de casta hubo su cosa de bravura, porque el segundo, Sabueso, número 136, se abalanzó sobre el caballo, metió riñones y se puso a empujar de una forma preciosa con gran estilo y con fijeza, sin mover la cabeza. Como es natural se le cerró la salida y se le pegó trasero y a placer por uno que daba la impresión que estaba haciendo las prácticas para sacarse el carnet de picador. Y también en el segundo encuentro, nada más que le apartaron el capote y el toro vio el caballo, se abalanzó de nuevo contra él con idéntica fijeza, pero menos fuerza.
El que más sacó los pies del tiesto fue el tercero, Tamboril, número 140, que su matador se esperaba otra cosa de él, pero cuando el toro le puso por tres veces los pitones en la hombrera, la cosa cambió de forma significativa.
Hoy estaban anunciados Sergio Flores, Javier Jiménez y Fernando Adrián, y aquí se vinieron los hombres a demostrar ante la cátedra sus progresos.
A Sergio Flores y a Fernando Adrián los habíamos visto mano a mano a principios de la temporada, también con fuenteymbros en una soleada mañana de invierno en Valdemorillo. Sergio Flores es un torero que necesitaría algo de verdad a cerca de él, porque ahí hay alguien que le está aconsejando muy mal y que le está llevando a la ruina. Es Flores un torero que siempre que le hemos visto ha dejado unas gotas de su sello personal e interesante, como pepitas de oro en el Sil; se ve que eso es lo que le sale de natural, pero luego lo que presenta es un fárrago de folio emborronado de destoreo, de lejanías y de falta de compromiso. Hoy a su primero, Hurón, número 122, le dio una serie de naturales planteados desde el medio pecho, con firmeza, con gusto y empaque, largos y ligados... y punto, ahí se acabó Sergio Flores. Lo mejor que se vio en toda la tarde fue esa solitaria tanda de naturales, pero el tlaxcalteco, en vez de perseverar en esa línea, se abandonó al toreo de chufla, dejando que otra oportunidad se le pase sin decir nada con argumentos de consistencia. Le hemos visto una porción de veces a este mexicano y siempre ha sido más o menos igual, diríamos que amagar y no dar.
Javier Jiménez jamás debió anunciarse en Madrid. Su absoluta falta de oficio y su toreo pueblerino y bullidor no son credenciales suficientes como para estar anunciado en Las Ventas, que para él se convirtió en la Plaza de la Oportunidad. A Madrid hay que venir en otras condiciones. Los que le aplaudieron tras los golpazos que se llevó, flaco favor le hicieron.
Fernando Adrián tuvo la mala suerte de que en su vida torera se cruzase Tamboril, para que quedase patente que no sabe qué hacer con un toro cuando éste no es la cabra o la tonta del bote. Que el toro le sorprenda en el primer muletazo que le intenta pegar, que él ya se quería poner a torear sin probaturas, demuestra que él no esperaba que un novillo fuese capaz de hacer eso. Que a continuación se vaya al 7, que es el lugar que el novillo elige para el duelo, y sea incapaz de hacer nada que evoque ni por el forro a lo que es el toreo, las cosas del ABC del lidiador tales como tratar de someter al toro, trastearle de pitón a pitón, doblarse con él o tratar de quebrantarle con la muleta, revela que el aprendizaje de este torero se ha hecho desde la base del desprecio más absoluto al de negro; como no salió la materia artística, sino la materia táurica, el torero se quedó sin un solo argumento y el bueno de Tamboril con su casta y sus demandas de un torero se hizo el amo y quedó ante muchos como una fiera corrupia, cosa que no era, porque lo que era es un verso suelto, una cosa que no estaba en el guión. Con su segundo, Telonero, número 27, de Navalrosal, cuando al toro le dio la gana pararse después de recibir doscientos quince capotazos, se hinchó a hacer lo que le han enseñado y, la verdad, dio la impresión de que lo que hacía a nadie le interesaba.
Con los palos, Lipi estuvo muy torero en el quinto, primero en un cuarteo firme y bueno, algo veloz, cuadrando en la cara y después dejándose ver, ganando con torería la cara del toro y sacando un gran par desde abajo.
Banderas de nuestros padres
Javier Jiménez al hule
Fernando Adrián al hule
La pelea de Sabueso en el penco
Florón de Sergio Flores
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