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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

domingo, 27 de mayo de 2012

El último héroe literario / Por Rosario Pérez


Juan José Padilla, en la librería de San Ginés / Fotografía de Javier Arroyo

El último héroe literario

Figuras del toreo inauguran un paseíllo por los principales ruedos de la palabra en plena Fiesta del Libro. Los maestros han posado para la cámara de Javier Arroyo en significativas estampas que se expondrán este lunes en Las Ventas


Rosario Pérez.-
ABC.- Tauromaquia y Literatura se tutean desde tiempo inmemorial. Alrededor de la órbita del planeta taurino ha girado un inmenso pensamiento literario, que se ha derramado por la sangre y arena de la piel de las librerías. El arte de torear se ha moldeado en letras de oro con la palabra poética y narrativa de los grandes de las Letras, desde Bergamín a Vicente Aleixandre, de García Lorca a Vargas Llosa, de Alberti —que se fumaba las clases de estudiante para torear vaquillas por las tapias portuenses— a Gerardo Diego, de Hemingway a Neruda...

En plena Fiesta del Libro en el Retiro, y con motivo del 300 cumpleaños de la Biblioteca Nacional, figuras de ayer y hoy homenajean en una exposición en Las Ventas a aquellos escritores que han cantado sus gestas.

Toreros de la talla de Paco Camino han posado para la cámara de Javier Arroyo en los principales cosos de la Literatura, desde la BNE al Instituto Cervantes. O la Biblioteca Histórica de Salamanca, donde El Viti relee «El Quijote». En la intimidad de sus anaqueles, Joselito se embelesa con «Cien años de soledad», compañera inseparable de los hombres de luces.

Arroyo, al alimón con la periodista Noelia Jiménez, han hecho un paseíllo por esas plazas literarias y han desgranado los gustos por la lectura de cada espada. Maestros como Ponce sienten debilidad por Vargas Llosa, otros como Talavante recorren la Biblioteca Nacional con «Las cenizas de Ángela» bajo el brazo; el «pirata» Padilla confiesa que ha bebido de los manuales de autoayuda para superar su dramática cornada en la cara. El Juli se planta en el platillo de la Biblioteca del Senado, mientras Cristina Sánchez hojea en el Círculo de Bellas Artes «Orgullo y prejuicio». El «Belmonte» de Chaves Nogales aparece entre los favoritos de la mayoría.

Al contrario que aquel coronel de García Márquez, los toreros sí tienen quien les escriba (no todos) y el escalafón literario suma y sigue. El toro permanecerá en las Letras como la ceniza de Antoñete —al que se rinde tributo— en Madrid. Entre calada y calada de naturales, los héroes del toreo, riqueza poética de España, seguirán inspirando a los artistas de la palabra.

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