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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

lunes, 7 de mayo de 2012

Veedores de novilleros ¡urge! / Por Pedro Javier Cáceres




Veedores de novilleros ¡urge!

Pedro Javier Cáceres
Madrid, 06/05/2012.-
No ha empezado mal la temporada en Madrid, que alborea San Isidro, “los mundiales” del toreo, según apuntó alguien.

Ya sé que ha acudido muy poca gente, la misma que muchos años atrás, y que ha pasado poco, sí ha sido importante el paso en dos tardes de Alberto Durán pese a la espada.

Y a eso me quiero referir en esta columna habitual.

¿No ha ocurrido nada relevante? Pienso que sí.

En positivo que las tres novilladas han sido de categoría: Espartaco, Monte la Ermita y la del martes pasado de Nazario Ibáñez.

Hay que darle importancia al toro, no puede ser letra pequeña.

Como consecuencia de ello lo más negativo, y de ahí la reflexión: no hay relevo, por lo que sea, no hay relevo, generacional. Ni está ni se le espera.
Ocho son los novilleros que han pasado por Las Ventas y tan solo uno ha dicho algo esperanzador.

Tres lo hicieron en Sevilla donde el coraje y la bisoñez fue su principal activo, sin que ninguno rompiera esquemas, y media docena, o más, pasaron por Valencia que solo registró el suceso de Román. En Zaragoza, igual.

Grandes plazas, ferias de postín, escaparate ¿y qué?

Los chicos llegan a las grandes citas, más o menos placeados, pero todos con las mismas cualidades: valor suficiente, concepto, maneras (“mu bien vestíos, por cierto”) y el peor de los defectos: el desconocimiento y el desprecio, ¡que es peor!, por la lida (colocación y terrenos incluidos)

La ausencia de novilladas in crescendo les alivia el sufrimiento de los corridones de pueblo que dan oficio y les sirve de excusas para comparecer en las grandes ferias: a corazón en canal, ¡a ver que pasa!; por el atajo queriendo ganar Zamora en una hora… y pasa lo que pasa, porque a bruto siempre gana el toro.

A las primeras de cambio, de golpe, se encuentran con “corridas de toros” más que en plazas de segunda y ¡toro, o novillo, al corral!, en lenguaje figurado, por supuesto.

Y es así, quizá injusto, pero el público, el escaso público -¡y que no falte!- que acude a las novilladas en los grandes cosos, el aficionado, no quiere el “defectuoso y desecho de tienta”, quiere el utrero…y adelantado.

No tengo claro si es el café para todos y el uniformismo de las escuelas o los espejos de las figuras del momento.

Las escuelas hacen su trabajo con fe y cada vez menos ilusión por la falta de ayudas: económicas de las instituciones y taurinas promocionando festejos.

Los costos de montar novilladas de promoción, sin caballos, hacen imprescindible su conversión en clases prácticas, incluso que los propios alumnos se alternen en la función subalterna; que si vemos los datos es, al final, su último destino salvo excepciones muy excepcionales.

Pero más grave aún es que una vez que “saltan” a torear con picadores son dejados de la mano de Dios.

La labor de la Escuela de Arganda con la Fundación El Juli (caso Fernando Adrián, quizá el más iluminado del presente y raquítico-con perspectiva de futuro- escalafón) es un ejemplo; desgraciadamente exclusivo.

Las escuelas, todas, de titularidad pública o privada, deberían tener una especie de “club de antiguos alumnos” en que los más válidos de sin caballos no se vieran tan desprotegidos cuando pasan al escalafón superior.

Ya se que topamos con los famosos presupuestos, pero habría que habilitar fórmulas dentro del sector. ¡Por soñar que no quede!

Y, por supuesto, aligerar el alto precio de actuación de un novillero en cuanto a cuadrilla se refiere. Ya me entienden. Sin ofender.

Por supuesto reclamar de las instituciones beneficios fiscales por ser materia educativa y de formación de oficio. Utópico, pero si empezamos por dentro tendría más credibilidad pedir por fuera.

Hay grandes ciclos feriales que no incluyen novillada, debería estar legislado su obligatoriedad, una por tantas corridas (toros o rejones).
Es preciso que en los festivales se obligue, como antiguamente, por hábito y no por imposición, a la inclusión de un novillero.

Y un problema mayor: muy pocos espectáculos y mucho novillero, sin caballos y con caballos que provocan embudos a cada salto de categoría que se estrangula a la hora de subir a matador de toros.

Un problema de selección como consecuencia del desprecio que se tiene por las novilladas por su condición deficitaria y cumplir con cualquier relleno y multitud de compromisos o “agradaores” las exigencias, no siempre —en este sentido-, de los pliegos de condiciones.

Hace falta, sugiero, la figura del “veedor de novilleros”, a poder ser un profesional cualificado y si me apuran, desconocido (me refiero no a que sea un extraño sino que no se conozca su identidad), sin ponerle nombre, apellidos, ni cara, para evitar molestias o lisonjas de padrinos, ponedores (ya no quedan muchos —no se si es bueno o malo-) o vendedores de humo con intereses espurios.

Ver, discreto, sin ruido, sin tarjeta de visita, y también aglutinar información de los ganaderos, es un ejemplo, que viven el día a día en el campo con los chiquillos escrutando talentos que muchos se malogran por falta de oportunidades por falta de “introductor de embajadores” en beneficio de auténticos paquetes…

En fin, algo hay que hacer, algo.

Antes un chaval quería ser torero para hacerse rico; ahora hay que ser rico para ser torero, y tal circunstancias es, además de una perversión, una subversión de valores: taurinos y humanos.

El dato es elocuente: en el G-10 (¿figuras?) y aledaños -alternativa de poder-, toreros de feria del primer circuito, en carteles de postín de forma continuada tras la alternativa han salido Talavante (2006) y, si acaso, Luque (2007). Desde ese 24 de mayo en Nimes ¿quién?

Va para cinco años, un lustro.
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