Primer paseíllo de la feria
Decíamos ayer que a la Fiesta le falta un mechón y lo que de verdad le falta es vergüenza torera, que no veas la que tenían preparada hoy en Las Ventas para inaugurar eso que dice el de la tele del ‘ciclo isidril’.
Ya mosquea un montón que, a las siete menos cinco, el dueño de los toros que se iban a matar a estoque en la Plaza atraviese a toda velocidad la explanada de Las Ventas en dirección opuesta a la del tauródromo, como largándose, vamos:
-¿Donde irá tan de prisa José Luis Lozano a estas horas?
-A su queli, seguro. Que bien sabrá él lo que hay en los chiqueros...
Y vaya si lo sabía el tío, que a José Luis Lozano no le gana nadie ni a listo ni a inteligente, que te atraviesa con esos ojos azules y sabes que él no mira, que te está haciendo una radiografía o un escáner.
Bueno, pues en suma lo que José Luis et alt. trajeron a la Monumental fueron cinco toros de El Cortijillo y uno de Lozano Hermanos, todo Núñez, como es marca de la casa. Los toros los debían tener como los yogures, a punto de caducar, así que antes de que siguiesen cumpliendo años y gastando dinero en la finca, los mandaron a Madrid, que algo más que en el matadero frigorífico ya les darían. De los seis, todos llevaban los cinco años bien cumplidos, menos el de Lozano Hermanos, que era cuatreño recién cumplido.
El toro de cinco y el torero de veinticinco, decían nuestros abuelos, pero podemos estar bien seguros de que con aquello no se referían en forma alguna a estos toros de los Lozano. ¿Y qué tenían los cortijillos? Lo primero, lo bueno por delante, la divisa de color blanco y rojo, muy acorde con la celebración del Atleti, equipo que tantos seguidores tiene entre los aficionados a los toros. Con eso ya se acaba lo bueno, y luego viene lo malo, que es, por decirlo en dos palabras, la mansedumbre y el descaste, manifestados en la forma de escapar de los capotes hacia chiqueros, en las varas que se han llevado en esa querencia, en el poco caso a los banderilleros después de clavarles los palos, en la falta de atención a la lidia en general y en natural tendencia a la huida. Digamos que lo que trajeron a Las Ventas sus antiguos empresarios fueron unos bueyes de moderada aptitud cárnica; buey el primero, buey el segundo, buey el tercero, buey el cuarto, buey el quinto y buey el sexto, de carreta, de tiro, de arado, de carne, de arrastre y de leche, bueyes viejos de Lozano para ir preparando el camino de los mesías de la cultura, o lo que es lo mismo, que las pelas que le dan a Dragó y a los culturas de la carpa mejor las podían haber empleado en comprar una corrida decente a Lozano o, muchísimo mejor, a Miura, que aunque saliesen tan malos como la bueyada lozanesca, por lo menos nos dábamos el gustazo de ver en Madrid la A con asas.
Con semejante moruchada, digna de un macelo pueblerino, tuvieron que vérselas, para inaugurar la ‘isidrada’, como dice el de la tele, Miguel Abellán, Leandro y Antonio Nazaré, que confirmaba. La prenda que le tocó para la confirmación fue el buey Chaqueta, número 7, nacido en diciembre de 2006, que nos impresionó pensar en lo jóvenes que éramos cuando el buey vio la luz. Con éste, Nazaré, que es de Dos Hermanas, como Gallito de Dos Hermanas, fallecido hace un par de años, estuvo como pudo, lo que nos llevó a pensar que, si Dios no lo remedia, su carrera se proyecta de similar parecido a la de su octogenario paisano, salvo en el hecho de que aquél no llegó a tomar la alternativa, aunque a cambio tuvo que vérselas en Madrid con novillos de Juan Sánchez Valverde, el padre del cura de Valverde, para entendernos. Bueno, dejemos estas viejas historias de nazarenos, que lo que compete es decir que Nazaré trajo a Madrid un saco lleno de vulgaridad, despatarre y despego adobado de pata atrás. Un dolor verle, la verdad es que hubiésemos preferido ver a Gallito de Dos Hermanas.
Miguel Abellán se presenta con su clásico vestido blanco y sin apoderado. A su primer buey le aplica oficio por las afueras en el toreo en redondo, pura repetición de lo que Abellán ha traído a esta Plaza tantas veces y, sin embargo, cuando se echa la muleta a la izquierda, consigue dos series de gran verdad, unos naturales largos y con mando, dando el medio pecho, quedándose muy firme sin rectificar la posición y llevando al buey muy toreado, embaucado en la muleta. Lo mejor de la tarde. En su segundo buey, que atendía por Antequerano, número 21, que siendo el más joven del encierro fue el que más presencia tuvo, se equivocó en iniciar la faena en los medios, en dejarle al boyancón elegir la querencia de chiqueros y en no someterle. Cierto es que el terreno elegido por el tal Antequerano no te lleva a la confianza, pero el oficio de un torero con bastantes años de alternativa debería haber solucionado la papeleta con más solvencia. Además el buey no tenía malas intenciones, él sólo quería huir de allí.
Leandro, que antes era Leandro Marcos y ahora es sólo Leandro, nos trajo esos aromas neotaurinos que tan gratos son a muchas señoras y a no pocos caballeros; y es que Leandro, como la vieja canción de La Mode: ‘Tiene ese algo misterioso / Que daba miedo a Leonardo y a Amiel’. Eso se sustancia en las posturas tan afectadas que adopta y en su decidida apuesta por el torero rectilíneo y por las afueras, estilo moderno que poco a poco se va imponiendo y cuya epifanía triunfal veremos dentro de poco el día que llegue a Madrid Manzanares, Dolls, hijo de Dolls. Ese falso toreo que practica Leandro, adobado con dos litros y medio de afectación y no pocos de gomina capilar, si hoy no triunfó es porque los bueyes que le tocaron se quedaban parados y a él no le fue posible tenerlos en movimiento constante, como esos equilibristas que tienen unos platos girando sobre un alambre, puesto que ese ir y venir sin ton ni son es lo que, según parece, demandan los públicos soberanos. En su primero amagó y en el segundo al fin consumó el circular invertido, seña de identidad de este san Isidro 2012 recién comenzado.
Ya mosquea un montón que, a las siete menos cinco, el dueño de los toros que se iban a matar a estoque en la Plaza atraviese a toda velocidad la explanada de Las Ventas en dirección opuesta a la del tauródromo, como largándose, vamos:
-¿Donde irá tan de prisa José Luis Lozano a estas horas?
-A su queli, seguro. Que bien sabrá él lo que hay en los chiqueros...
Y vaya si lo sabía el tío, que a José Luis Lozano no le gana nadie ni a listo ni a inteligente, que te atraviesa con esos ojos azules y sabes que él no mira, que te está haciendo una radiografía o un escáner.
Bueno, pues en suma lo que José Luis et alt. trajeron a la Monumental fueron cinco toros de El Cortijillo y uno de Lozano Hermanos, todo Núñez, como es marca de la casa. Los toros los debían tener como los yogures, a punto de caducar, así que antes de que siguiesen cumpliendo años y gastando dinero en la finca, los mandaron a Madrid, que algo más que en el matadero frigorífico ya les darían. De los seis, todos llevaban los cinco años bien cumplidos, menos el de Lozano Hermanos, que era cuatreño recién cumplido.
El toro de cinco y el torero de veinticinco, decían nuestros abuelos, pero podemos estar bien seguros de que con aquello no se referían en forma alguna a estos toros de los Lozano. ¿Y qué tenían los cortijillos? Lo primero, lo bueno por delante, la divisa de color blanco y rojo, muy acorde con la celebración del Atleti, equipo que tantos seguidores tiene entre los aficionados a los toros. Con eso ya se acaba lo bueno, y luego viene lo malo, que es, por decirlo en dos palabras, la mansedumbre y el descaste, manifestados en la forma de escapar de los capotes hacia chiqueros, en las varas que se han llevado en esa querencia, en el poco caso a los banderilleros después de clavarles los palos, en la falta de atención a la lidia en general y en natural tendencia a la huida. Digamos que lo que trajeron a Las Ventas sus antiguos empresarios fueron unos bueyes de moderada aptitud cárnica; buey el primero, buey el segundo, buey el tercero, buey el cuarto, buey el quinto y buey el sexto, de carreta, de tiro, de arado, de carne, de arrastre y de leche, bueyes viejos de Lozano para ir preparando el camino de los mesías de la cultura, o lo que es lo mismo, que las pelas que le dan a Dragó y a los culturas de la carpa mejor las podían haber empleado en comprar una corrida decente a Lozano o, muchísimo mejor, a Miura, que aunque saliesen tan malos como la bueyada lozanesca, por lo menos nos dábamos el gustazo de ver en Madrid la A con asas.
Con semejante moruchada, digna de un macelo pueblerino, tuvieron que vérselas, para inaugurar la ‘isidrada’, como dice el de la tele, Miguel Abellán, Leandro y Antonio Nazaré, que confirmaba. La prenda que le tocó para la confirmación fue el buey Chaqueta, número 7, nacido en diciembre de 2006, que nos impresionó pensar en lo jóvenes que éramos cuando el buey vio la luz. Con éste, Nazaré, que es de Dos Hermanas, como Gallito de Dos Hermanas, fallecido hace un par de años, estuvo como pudo, lo que nos llevó a pensar que, si Dios no lo remedia, su carrera se proyecta de similar parecido a la de su octogenario paisano, salvo en el hecho de que aquél no llegó a tomar la alternativa, aunque a cambio tuvo que vérselas en Madrid con novillos de Juan Sánchez Valverde, el padre del cura de Valverde, para entendernos. Bueno, dejemos estas viejas historias de nazarenos, que lo que compete es decir que Nazaré trajo a Madrid un saco lleno de vulgaridad, despatarre y despego adobado de pata atrás. Un dolor verle, la verdad es que hubiésemos preferido ver a Gallito de Dos Hermanas.
Miguel Abellán se presenta con su clásico vestido blanco y sin apoderado. A su primer buey le aplica oficio por las afueras en el toreo en redondo, pura repetición de lo que Abellán ha traído a esta Plaza tantas veces y, sin embargo, cuando se echa la muleta a la izquierda, consigue dos series de gran verdad, unos naturales largos y con mando, dando el medio pecho, quedándose muy firme sin rectificar la posición y llevando al buey muy toreado, embaucado en la muleta. Lo mejor de la tarde. En su segundo buey, que atendía por Antequerano, número 21, que siendo el más joven del encierro fue el que más presencia tuvo, se equivocó en iniciar la faena en los medios, en dejarle al boyancón elegir la querencia de chiqueros y en no someterle. Cierto es que el terreno elegido por el tal Antequerano no te lleva a la confianza, pero el oficio de un torero con bastantes años de alternativa debería haber solucionado la papeleta con más solvencia. Además el buey no tenía malas intenciones, él sólo quería huir de allí.
Leandro, que antes era Leandro Marcos y ahora es sólo Leandro, nos trajo esos aromas neotaurinos que tan gratos son a muchas señoras y a no pocos caballeros; y es que Leandro, como la vieja canción de La Mode: ‘Tiene ese algo misterioso / Que daba miedo a Leonardo y a Amiel’. Eso se sustancia en las posturas tan afectadas que adopta y en su decidida apuesta por el torero rectilíneo y por las afueras, estilo moderno que poco a poco se va imponiendo y cuya epifanía triunfal veremos dentro de poco el día que llegue a Madrid Manzanares, Dolls, hijo de Dolls. Ese falso toreo que practica Leandro, adobado con dos litros y medio de afectación y no pocos de gomina capilar, si hoy no triunfó es porque los bueyes que le tocaron se quedaban parados y a él no le fue posible tenerlos en movimiento constante, como esos equilibristas que tienen unos platos girando sobre un alambre, puesto que ese ir y venir sin ton ni son es lo que, según parece, demandan los públicos soberanos. En su primero amagó y en el segundo al fin consumó el circular invertido, seña de identidad de este san Isidro 2012 recién comenzado.
A la muerte del tercero, cuando esperábamos con expectación el mágico momento de la merienda de Moncholi, nos quedamos corridos porque la señora que suele suministrar el alimento fue hoy a la Plaza de vacío, con lo que los habituales se quedaron sin los suculentos bocadillos que tanto les ayudan a pasar la tarde.
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Madrid, 10/05/2012.-
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