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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

lunes, 5 de febrero de 2018

Carmena versus Esquilache / por Paco Mora



Cercenar la libertad de ejercitarse en la profesión de torero es un delito del que debe responder la alcaldesa en cuestión. No basta con que la infrascrita se dé por enterada; debe rectificar y normalizar la situación que implícitamente garantiza la ley.

Carmena versus Esquilache

Paco Mora
Que haya quedado patente que el Ayuntamiento de Madrid ha vulnerado la Ley de Protección de la Tauromaquia con el cierre de la Escuela Taurina Marcial Lalanda, que ha desarrollado su labor durante más de cuarenta años en la Venta de El Batán, no nos vale ni a título informativo, porque ya lo sabíamos. Como nos caben pocas dudas de que todo lo que afecta al toreo, a la señora Carmena le suena a música celestial.

 De todos modos es importante y adecuado que la Asociación Cultural Tauromaquias Integradas, encabezada por José Miguel Arroyo “Joselito”, El Bote y Martín Arranz, se haya reunido con el Defensor del Pueblo para exponerle el malestar y la indignación del numeroso contingente de aficionados de toda España, por la “alcaldada” de la citada señora. Pero las leyes están para ser cumplidas y nadie, ni siquiera la eximia doña Carmena, está por encima de ellas.

Cercenar la libertad de ejercitarse en la profesión de torero, disciplina protegida por la Ley 18/2013 de 12 de noviembre que en sus apartados 3º y 5º declaran el toreo Patrimonio Cultural Español, es un delito del que debe responder la alcaldesa en cuestión. No basta con que la infrascrita se dé por enterada; debe rectificar y normalizar la situación que implícitamente garantiza la citada Ley. Esto queda muy claro para cualquiera, por lego que sea en materia jurídica. Mientras no lo haga, doña Manuela está en deuda con el toreo, con todos los que amamos dicha Fiesta y, sobre todo, con las leyes que juró respetar y hacer respetar en su toma de posesión como primera edil de la capital en cuyo ámbito se erige la Plaza de Toros de Las Ventas del Espíritu Santo, reconocida como la universidad central del toreo a nivel mundial.

En unos momentos en que está vivo y sangrante el más burdo desafío a la unidad de España que consagra la Constitución, no es de recibo que la señora Carmena eche más leña al fuego. Porque los pueblos tienen mucha paciencia, pero recuérdese la que le armaron los madrileños a Esquilache cuando quiso prohibirles el uso del sombrero. Que todavía corre por las páginas de la Historia...

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