Sede histórica del Ministerio de Relaciones Exteriores de Venezuela
Una situación de esta naturaleza, ha producido un estado de indefensión diplomática, que a su vez ha propiciado el tutelaje cubano, el cual, lógicamente, defiende los intereses de la isla, en vez del interés de los venezolanos.
NUESTRA CASA AMARILLA
Eduardo Soto Alvarez
Embajador
Mérida, 30/12/2018.
La verdad es que, habiendo trabajado en la Casa Amarilla, por más de la mitad de mi existencia, a nadie puede extrañar, que me siga importando lo que acontece en la histórica casona.
Empecé cuando cursaba Estudios Internacionales y terminé de Embajador, tras cuarenta años de constante trajinar, en la siempre interesante arena de la política exterior.
Fueron cuatro décadas, que culminaron en 2005, en su mayor parte enriquecedoras, con compañeros de trabajo de nivel, Embajadores de calidad (salvo al final de la etapa ginebrina) y Cancilleres de fuste, característica que desapareció, para dar lugar al desastre de los últimos años.
Con frecuencia, he tenido que criticar la Casa Amarilla, pero la institución es más víctima que victimario. Ha sido desmantelada y profanada por adictos al régimen, sedientos de divisas, sin la formación requerida, sin la mística de servicio y, muchas veces, sin la ética necesaria para ejercer el oficio, lo cual constituye la peor combinación que pueda tener cualquier Cancillería del mundo.
Una situación de esta naturaleza, ha producido un estado de indefensión diplomática, que a su vez ha propiciado el tutelaje cubano, el cual, lógicamente, defiende los intereses de la isla, en vez del interés de los venezolanos.
Un país que presenta este tipo de falencia estructural, es presa fácil en el forcejeo característico de las relaciones internacionales, máxime al tratarse de uno como el nuestro, con envidiable dotación de recursos naturales, una ubicación geográfica estratégica en el hemisferio y un régimen dispuesto a cualquier cosa, con tal de mantenerse en el poder.
Este es, a grandes rasgos, el drama venezolano en materia de política exterior, el cual, por supuesto, no puede abstraerse de la debacle que aflige la patria entera.
Quiera Dios que, con el esfuerzo de todos, podamos recuperar, más temprano que tarde, el lustre tradicional de nuestra Casa Amarilla.
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