Nos anuncian un nuevo y descansado San Isidro para el 2020. Supongo que esperando lo que incordien los nuevos gobernantes, que en Madrid creo que tienen poco que hacer.
A los abonados les dejarán descansar los lunes, cuatro lunes, día en que se colocaban las novilladas y los asientos los ocupaban los invitados de los abonados, por lo que descansaban ya los titulares de las entradas.
La nueva fórmula prevista es ofrecen cuatro espectáculos de jueves a domingo, tras el domingo final de la gran traca de tantos festejos.
O sea, cuatro días vacaciones de los lunes novilleriles y otros tres a la espera del apósito final de estos cuatro festejos.
Supongo que a los que vienen de provincias lejanas y sobre todo de naciones europeas y no digamos del otro lado del Charco les hará mucha gracia estar siete días más en Madrid si quieren verlo todo.
A los abonados, por las razones expuestas anteriormente, puede darles igual pero no sé si les gustará esperar a los cuatro festejos finales. Un parche. Las ferias se hacen seguidas.
Lo que hay que pensar –y muchos lo avalan cada año- es en programar una feria con más figuras, menos festejos de relleno, menos coñazo, menos carga económica para los abonados y feria, en fin, de prestigio (que hace mucho que perdió bastante categoría este serial).
La de 2019 fue la feria peor programada y de menos atractivos a priori de toda su historia, pero milagrosamente por una serie de circunstancias inesperadas salió bien. Programada por un ridículísimo, parcialísimo y limitadísimo bombo, en cuanto se cayó una figura, Enrique Ponce, tuvieron que bajarse los pantalones y convencer a otra figura contraria al bombo para blanquear los carteles y nos pusieron al Juli. Después, ya en otoño, se olvidaron del bombo (ya que ni puñetera falta hacía). Lo que era la revolución imprescindible y el definitivo anzuelo para el público pasó a mejor vida envuelta en un gran olvido y no sé si de desprecio también.
Pero los milagros existen –véase la feria del 2019- pero son poquísimos y difíciles de repetir.
Así que menos bombos, menos vacaciones durante la feria, menos cuentos y menos inventos (salvo que sean naturalmente para progresar de verdad) y presenten una feria de prestigio, interés y en su justa medida de festejos. Un Mundial del Toreo.
Claro que si les va bien económicamente, suponiendo que sea verdad lo que dicen del número de abonados, pues no van a cambiar esta ensalada que la mitad es bazofia, intragable por rechazable.
Mientras tanto, señores abonados de Madrid, lunes al sol, cartera abierta para un crucigrama con poquísimos atractivos y a callar y tragar.
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