El gallo de Sócrates
(y la voluntad de los imbéciles)
Ignacio Ruiz Quintano
Madrid, 08/05/2012.- ABC
Ayer, en Las Ventas, para agasajar a Eduardo Gallo, muy venido a pollo en sus últimas actuaciones en Madrid, su claque en la grada del 5 le arrojó al ruedo un galló encastado con el que luego los toreros hubieron de bregar muy a su pesar.
Dos claques de Salamanca se trajo Gallo a Madrid: la de la barrera del 7, muy rafaelfarinada (de Rafael Farina), y la de la grada del 5, gallista hasta el sacrificio de ese hermoso gallo de Sócrates en la arena venteña.
–Debéis sacrificar un gallo a Esculapio (Asclepio), el dios de la medicina, que me ha curado de la enfermedad de la vida –dijo Sócrates a sus llorosos discípulos cuando se disponía a empinar de la cicuta.
Entonces Clarín (Leopoldo Alas) se inventa que al día siguiente de la muerte de Sócrates, Critón, discípulo tonto e “idealista de segunda mano”, andaba detrás de un gallo que trepaba las bardas para escapársele y le decía:
–¿No comprendes que tu maestro hablaba en parábolas? ¿Que eso de sacrificar un gallo no era más que un modo pintoresco de hablar?
Critón no quiso entender de razones y alcanzó al gallo de una pedrada. El gallo, al morir, exlamó:
–¡Quiquiriquí! Cúmplase el destino. Hágase en mí según la voluntad de los imbéciles.
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