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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

jueves, 17 de mayo de 2012

La de la Prensa. Cruz y raya / José Ramón Márquez


La cruz de Tàpies en memoria del penco muerto en acto de servicio

La de la Prensa. Cruz y raya

José Ramón Márquez
Inexorable, la felliniana nave va adentrándose por los mares del descastamiento y la mansedumbre, transportando a veintipico mil espectadores y las cenizas de lo que fue el prestigio de Madrid, sucumbido ante las fuerzas de la cultura o de las culturas la una, las dos, las tres o las treinta y tres. Nave armada de argumentos elevados, de filosofías, de poemas o redondillas cuyos capitanes no cejan en su empeño de tratar de llevarla día a día hacia el puerto seguro, hecho que se producirá mañana sin ir más lejos, aprovechando la ocasión de que Manzanares y su cuadrilla voltearán de forma definitiva esta tortilla sin huevos que es la feria de San Isidro, hacia la torcida cultural.

Pero no adelantemos acontecimientos, que todo llegará. Hoy, día dieciséis de mayo, se conmemoraba el nonagésimo segundo aniversario de la muerte del Coloso de Gelves en Talavera de la Reina. Un altavoz lo explica antes de hacer el paseo, y dice: “Tal día como hoy, un día veintitrés de mayo mató un toro a Joselito...” La cultura, de nuevo, jugueteando con la docta asamblea venteña y planteando un juego sutil. El veintitrés de mayo de 1920 es el día que se publicó la encíclica Pacem Dei munus, en la que Benedicto XV se compromete con la Paz animando a los fieles: “Amad a vuestros enemigos; haced el bien a los que os odian, y orad por los que os persiguen”, emocionante recuerdo intertextual que proponen Dragó o Abella, a quien todos sus amigos llaman Abeya, tratando aún de enjuagar la culpa de los que en la tarde de un 15 de mayo vilipendiaron a Gallito y, después, noventa y dos años más tarde, vilipendiaron a Julito. Mucha finura hay que tener para pergeñar esas cosas, y baste ese ínfimo detalle para explicar, por sí mismo y a las claras, el éxito que tiene la Carpa, y las grandes filas que se forman para entrar allí, que son mucho mayores que las que se forman en la Plaza Mayor cuando reparten el roscón de Reyes gratis.

El minuto por Gallito duró hoy unos veinte segundos aproximadamente, que ya se podían buscar un sistema como el que emplean en Valencia para que el minuto se cumpla, que el otro día el minuto por Cebada fue de sesenta segundos y bien bonito, por cierto. Naderías, pensarán, que con el aluvión de conferencias que tienen preparadas no merece la pena perder el tiempo en el hijo de Fernando el Gallo.

Para armonizar en la cosa zootécnica con lo de ayer y para hacer bueno lo del caldo y las dos tazas, hoy trajeron seis toros de El Montecillo, que vale para ellos exactamente lo mismo que se dijo para los seis de ayer, a excepción de los sanguinarios puyazos que le dieron al cuarto. Hoy la corrida se anunciaba como “Corrida de la Prensa”, que dentro de poco tendrán que dar una explicación por los altavoces que diga: “Se informa que prensa es el conjunto o generalidad de las publicaciones periódicas y especialmente las diarias y el conjunto de personas dedicadas al periodismo”, y eso servirá para que el público sepa a qué se refiere eso de la ‘prensa’, actividad que vemos ante nuestros ojos cómo se va extinguiendo poco a poco, lo mismo que le pasó a los videoclubs. Lo chipén hubiese sido que los toros se hubiesen llamado Cebrián, Ansón, Pedro Jacinto, Dávila, Marhuenda y Moreno, pero en su lugar se llamaron Enrrollado, Ilustrado, Renacuajo, Codiciado, Imperdible y Desconocido, y fueron, como puede suponerse, lo que se esperaba de ellos o, lo que es lo mismo, un recital de descastamiento y de mansedumbre, dignísimos continuadores de la bueyada del día anterior y de idénticas hechuras, que ya podremos empezar pronto a hablar de que estos falsos juampedros se están yendo por momentos ellos solitos y sin ayuda a la línea de Lisardo. Por lo menos, por decir algo bueno de ellos, estos son de un propietario y no de una SL.

Lo único de toda la tarde que mereció la pena fue Fandiño en su segundo. Le recibió desconfiadillo y se sorprendió de la manera en que el toro siguió la muleta, en seguida se puso y le pegó una serie soberbia de redondos que hizo rugir a Las Ventas con el ¡ole! que es enemigo del ¡bieeeeennn!, le dio distancia y el mansurrón no quiso ese planteamiento, se distrajo el descastado de él y Fandiño trató de volver a encelarle, le dudó y se pasó la mano a la zurda donde su aceleramiento le llevó a amontonarse con el toro, insistió a derechas y el toro se quedaba sin acabar de pasar, el toro entre medias se distraía, echaba lánguidas miradas a la barrera y soltaba algunos cabezazos. Tardó en igualar al bicho y se tiró en una estocada de zambullón, que quedó desprendida, de fulminante efecto. Faena a menos con un episodio espléndido y con algunas sombras, si acaso disculpables porque el descastamiento del toro y su cambiante humor de toro de casi seis años no invitaban a confiarse. Inexplicablemente, como a veces pasa, hubo quienes aplaudieron al toro en el arrastre, y un señor que estaba detrás de mí me explicó que aplaudía porque a él el toro le había gustado, a lo que respondí que a la Plaza se va, sobre todo, a dar opiniones y que todas son respetables.

Además se debe resaltar lo ordenada que está la cuadrilla de Fandiño, que como no es Manzanares nadie les va a dar un premio. Jarocho y Pedro Lara bregaron y banderillearon con eficiencia y Llaverito tomó el olivo sin ton ni son en el sexto, y así estropeó con una memez el buen par que había puesto.

El sábado pasado vimos una gran actuación de El Cid con Victorinos. No se explica qué hace viniendo a Madrid con Montecillos. Ni él ni Fandiño debieron consentir en anunciarse con estos toros de todo a cien.
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