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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

domingo, 19 de agosto de 2018

7ª de feria en Málaga. Continúan las abismales diferencias de Ponce y el irrefrenable Roca Rey / por J. A. del Moral



Con Enrique Ponce hemos llegado a unos momentos tan abismales que ya no sabemos qué hacer ni qué decir en nuestra misión de contar lo ocurrido en las corridas de toros. Otra tarde memorable del gran y hasta diría que irrepetible y grandioso maestro valenciano, pues dadas en cuanto a resultados las impresionantes cifras que este torero lleva sumadas a lo largo de su inacabable carrera en un suma y sigue que jamás nadie había conseguido acumular en toda la historia del toreo, sumado todo ello a sus asombrosos progresos tanto en la técnica como en el arte porque cada año que pasa está mejor y mejor y mejor…, ha llegado el momento de proclamar su absoluta primacía mundial que quedará escrita con letras de oro para la eternidad. Ayer, en Málaga, la abarrotada plaza volvió a rendírsele extasiada, alborozada, loca de satisfacción y hasta enloquecida ante tamaño triunfo pese a cuantos lleva sumados porque, en cada una de sus tardes gloriosas, parece reinventarse a sí mismo en un inacabable renacer dada su milagrosa juventud. Oigan, señores, que Ponce ya se está acercando a los 50 años y, en vez de ir declinando como les ha ocurrido a todos los grandes toreros desde que la tauromaquia se invento, él progresa increíblemente mejorado, reinventado, rejuvenecido y hasta renacido, cual incesante milagro.


Al asimismo grande José María Manzanares de nuestras entretelas, parece que en esta temporada no le abandona la mala suerte ni él se haya en sus mejores momentos. Su lote de la corrida de ayer fue con mucho el peor. Y ya es desgracia en esta tarde en la que Andrés Roca Rey volvió a triunfar como cada vez que torea. Otro imparable fenómeno que, lejos de flaquear, continúa engrosando su todavía incipiente carrera sin que podamos adivinar hasta cuando y hasta donde podrá llegar este casi niño que viene arrasando como solamente arrasan los privilegiados. Roca Rey volvió a acompañar a Enrique Ponce en una clamorosa salida a hombros que en Ponce tuvo continuidad porque fue llevado de tal guisa hasta el hotel donde se hospeda y viste – el histórico Miramar -, felizmente renacido y mejorado decir lujosamente es poco, entrando todos hasta la misma escalinata de la puerta principal en medio de un tumulto de enardecidos costaleros y acompañantes que no paraban de gritar !!!Ponce, Ponce, Ponce….¡¡¡ Y así entró Ponce en el hotel llevando en sus brazos a su preciosa segunda hija Bianca…. Señores, cuanto placer y !qué lujo¡…


Continúan las abismales diferencias de Ponce 
y el irrefrenable Roca Rey 

Málaga. Plaza de La Malagueta. Sábado 18 de agosto de 2018. Séptima de feria. Tarde muy calurosa y abarrotados los tendidos y gradas.
Cinco toros de Juan Pedro Domecq y el sexto de Parladé. El primero como sobrero tris de La Palmosilla tras devolución de los dos anteriores de este mismo hierro por absolutamente inválidos. Bien presentados y de juego desigual aunque buenos en su conjunto. Destacaron el ansioso y repetidor tercero y el cuarto que fue premiado con la vuelta al ruedo por cómo le hizo embestir su matador.
Enrique Ponce (tabaco y oro): Estocada trasera algo tendida, oreja. Buena estocada, aviso y dos orejas. 
José María Manzanares (corinto y azabache): Pinchazo y estocada, silencio. Media recibiendo, gran ovación. 
Roca Rey (celeste y oro): Media estocada con vómito, dos orejas, de regalo la segunda. Estocada, oreja. 
Ambos espadas salieron a hombros.

Bien a caballo José Palomares. En la brega destacaron Mariano de la Viña y Jocho como asimismo en banderillas. Saludaron tras parear Francisco Durán ‘Viruta, Jesús González ‘Suso’, Juan José Domínguez y Paco Algaba.

Antes del paseíllo se descubrió un azulejo conmemorativo del indulto el año pasado del toro ‘Jaraiz’ de Juan Pedro Domecq tras una monumental faena de Ponce.



Y, ¿por donde reemprender esta crónica que escribo emocionado y agradecido a Dios por haber sido testigo de otra tarde gloriosa del maestro de maestros con el que, por si me faltaba algo, me una una grandísima amistad que dura casi cuarenta años y los que nos faltan. Que Dios sea alabado, pues, por poder presumir de ser el testigo directo más cercano a Ponce durante toda su carrera en todo el mundo.



Decía Paco Camino que ser figura del toreo es algo así como hacerte cura, llegar a Papa y que al día siguiente te toque el gordo de la lotería. Ahí estamos Enrique Ponce y yo mismo, uno como protagonista y otro como privilegiado testigo. Jamás podré agradecer bastante a la Divina Providencia haber podido verlo todo y contarlo luego en el intento de aproximar mis emociones y hasta mis lágrimas a los que me leen y tienen la suerte de sentirse a mi vera mientras me leen.


Decir que, ayer, Enrique se inventó su primera faena al tercer sobrero de La Palmosilla a base le llevarlo, llevarlo, llevarlo sutil y templadamente además de muy despacio y sin abandonar nunca la media altura de su muleta, para nada es fácil de hacer y lo he escrito varias veces porque toreando a media altura desde el arranque a la conclusión de cada muletazo el toro siempre ve al torero hasta el punto de que por cualquier imprecisión, puede amagar y hasta coger de lleno a quien así le torea. Quizá esto no lo sepan la mayoría de los que están viéndolo, pero pienso que lo intuyen. Y de ahí que Ponce cortara la primera oreja de su memorable tarde.


Lo de su segunda faena, grande entre tantas grandes que lleva coleccionadas como carísimas joyas arremolinadas en un inmenso baúl forrado de terciopelo granate, fue otra demostración más de que el toreo versus Ponce es un compendio de las Bellas Artes sostenidas por su ciencia infusa y aumentado porque, al mimo tiempo, pinta cual Velázquez, compone cual Mozart, esculpe cual Miguel Ángel, baila cual Nureyev, canta cual Gallarre, construye cual Fídias… en una encadenada sucesión de inacabables lances y muletazos que receta cual banquete lujosamente servido para que todos los que lo vemos podamos salir de la plaza hartos de acumular tantos placeres.

Miren ustedes, amigos lectores que me siguen desde hace ya más de 50 años, decir esto tampoco es fácil porque hay que superar y hasta ignorar o despreciar el atrevimiento de escribirlo e intentar que mi emoción les llegue como si hubieran estado en la plaza o reproducir lo ya sentido en la plaza. ¿Verdad que sí?. Es el arte lo que manda y lo que nos sostiene enamorados…


Para que voy entones en volver a escribir sobre lances, sobre cites, sobre derechazos, sobre naturales, pectorales, trincheras, andares y desandares, desplates y estocadas, orejas, vuelta al ruedo inacabables… sobre distancias, sobre alturas y sobre temples … Ayer en La Malagueta, Enrique Ponce terminó su apoteósico paseo del anillo permaneciendo en los medios un largo rato contemplando satisfecho a cuantos le contemplábamos sin dejar de tocarle palmas. Momento que me pareció igual que el de las pasadas Fallas en su Valencia. Cual dios ante el el mundo…. Y luego, desvestido ya de las luces, rezadas ya las oraciones ante el altar de sus estampas, duchado y vestido para la calle, este dios torero es el ser más sencillo y más buena persona que quienes no lo conocen puedan siquiera adivinar.

Y de ahí su inigualable grandeza… Gracias, muchas gracias otra vez más Enrique. Que sea por muchos años y que uno pueda verlo a tu lado.


Vueltos a la realidad terrenal, solamente decir que Roca Rey, ayer en Málaga, volvió a mostrarse imparable para la mayor suerte del toreo, para satisfacción de sus paisanos que en El Perú le adoran con sobrados motivos y para la nuestra, españoles como también él desde hace tiempo. Gloria de Lima y de España, pues, Andrés volvió a jugar con sus dos toros jugándose la vida con su fresquísimo y variadísimo toreo que tanto y tanto prodiga sin miramientos de ninguna clase. Guste más o guste menos, este zagal está llamado a dictar lecciones de entregada inteligencia, inaudito e inacabable valor y bendita variedad que es la sirena del mundo con su alado capote, con su flameada muleta y con su siempre letal espada… Otra enhorabuena y aquí Dios y, después, Gloria.


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