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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

domingo, 26 de agosto de 2018

7ª de las Corridas Generales en Bilbao. Con el único buen lote de una gigantesca corrida de Alcurrucén, Urdiales terminó saliendo a hombros / por J.A. del Moral



En la salida escuché comentarios para todos los gustos. Unos a favor y otros en contra de lo sucedido. La mayoría enardecidos por el, ¿por qué no decirlo?, inesperado gran triunfo de Diego Urdiales que alternó como tercer espada nada menos que con Enrique Ponce y El Juli. Ambos perdieron una oreja con la espada y tuvieron que contentarse con sendas grandes ovaciones una vez muertos sus toros cuarto y segundo respectivamente. A Urdiales le dieron un cartílago muy riojano del tercero por una a todas luces desigual faena y las dos del excelente sexto con el que estuvo fenomenal. La segunda, por la intensa petición que la propició y por la generosa ayuda del presidente, el ínclito don Matías que, ya se sabe, siempre prefirió premiar a los toreros modestos que a las figuras. Y ya que estamos con este famoso presidente que es el que con más afán de protagonismo se sienta en su palco, no puedo dejar de comentar su caprichosa arbitrariedad en las sucesivas devoluciones del quinto solamente por manso y del quinto bis porque tampoco le gustó hasta terminar soltando al tris con el que su siempre favorecido don Julián López no pudo resolver su tarde. Y es que hay amores que matan…


La gran faena del de Arnedo la hizo con un extraordinario toro de nombre Gaiterito, perteneciente a la familia de los “músicales” de la rama Rincón del encaste Núñez que nunca fallaron ni suelen fallar. No quiero ni imaginar lo que El Juli y, sobre todo, Enrique Ponce hubieran hecho con ese toro. Pero bueno, bien está lo que bien acaba en esta penúltima corrida de la última feria bilbaina organizada a su ya desgastada usanza y que, Dios nos libre, mejor dicho libre a la ya muy escasa y por cierto decadente afición de la capital vizcaína de lo que le puede caer encima. Y es que, señores, esto se está cayendo estrepitosamente sin que se sepa quien o quienes le pondrá remedio.

Empeñados en el toro grande, ande o no ande, este año se han atravesado todas las fronteras por lo que a la tipología del ganado de lidia se refiere. Y, claro, la mayoría de los toros que hemos visto han sido pésimos cuando no ruinosos. Y la gente se va cuando no ve torear sino intentarlo con mayor o menor fortuna. Es llegada la hora de que se enteren muchos que si se persiste en el elefantiasismo, más pronto que tarde las Corridas Generales de Bilbao pasaran a la historia sin posible continuidad.

El único toro que embistió ayer con bravura y con clase fue el único en tipo del envío. Los demás, salvo un poquito el tercero, un desastroso conjunto de mastodontes de museo si los disecaran. Ni la indiscutible maestría de El Juli pudo arreglar su particular empeño. Y si a Ponce pareció que le embistió el cuarto fue por ser vos quien sois porque su faena fue una de sus muchas que llamamos “inventadas”. 


Enrique Ponce no anduvo fino con la espada en esta feria y tan garrafal falta le privó de conseguir trofeos. Pero también debemos señalar que, sea por lo que fuere, este año Ponce ha escuchado muchos pititos malintencionados y preconcebidos hasta a destiempo para jorobarle. Y es que, aunque Vista Alegre siempre fue suya, últimamente padece de no pocas mal intenciones de los que leen al cronista del gran periódico local. Dan asco. Y mucha pena quien lo propicia.


Con el único buen lote de una gigantesca corrida de Alcurrucén, Urdiales terminó saliendo a hombros

Bilbao. Plaza de Vista Alegre. Sábado, 25 de agosto de 2018. Séptima de feria. Tarde nublada y enseguida soleada con tres cuartos de entrada.
Ocho toros de Alcurrucén, incluidos los sobreros que reemplazaron sucesivamente al devuelto quinto. Salvo el entipado sexto que fue con mucho el mejor del envío, descomunalmente presentados en variedad de capas y pelajes, destacando en este aspecto el berrendo en negro, calcetero, botinero y lucero que hizo de quinto tris. Un grandón buey Apis digno de museo. Dieron pésimo juego salvo el tercero y, sobre todo, el extraordinariamente noble y encastado sexto.


Enrique Ponce (corinto y oro): Tres pinchazos y estocada, aviso y silencio. Pinchazo y otro hondo, gran ovación con saludos.
El Juli (marino y oro): Estocada trasera vertical al salto, palmas. Dos pinchazos y estocada baja, aviso y palmas con saludos.
Diego Urdiales (verde botella y oro): Estocada contraria, aviso y oreja generosa Pinchazo y estocada, aviso y dos orejas. Salió a hombros por la puerta grande.

A caballo, destacó José Antonio Barroso. En la brega, Mariano de la Viña, Jocho y Álvaro Montes. También estos tres en banderillas junto a Jaime Padilla, José María Soler, Fernando Pérez, Victor Hugo Saugar, Juan Carlos tirado y El Victor.

Empezando por el gran triunfador de la tarde que hasta salió a hombros por la generosidad del palco porque a Diego Urdiales no solo le apoyaron sus muchos paisanos de la Rioja que acudieron a Bilbao para ver y animar a su torero, también don Matías ayudó lo suyo al concederle la oreja del tercer toro y la segunda del sexto a pesar del pinchazo previo a la estocada, regalos que de ninguna manera les hubiera hecho a Ponce y a El Juli de haber hecho lo mismo que Urdiales. Claro, me dirán algunos, eso es imposible. Pero lo cierto es que lo fue o pareció serlo.

La primera faena de Diego Urdiales, brindada a Juan Echanove, fue muy desigualmente templada porque a los buenos muletazos que dio les siguieron bastantes con demasiados enganchados. El toro tuvo mucho más brío y duró más que los dos anteriores con el defecto de echar la cara arriba al final de los viajes. Muchos me dirán que por eso se dejó enganchar tanto la muleta el de Arnedo. Pero es que templar no solo es torear despacio. Además y sobre todo conseguirlo con total limpieza. Y, si hay enganchones. no hay temple. ¿O no?


Indiscutible fue su gran faena al gran sexto, ya suficientemente analizado. El ya tantas veces reconocido buen concepto del toreo de Diego Urdiales brilló al máximo de sus posibilidades. Esta faena me recordó a otra que hace años le vi en La México. Y, desde luego, ambas de las mejores de su ya larga vida profesional en la que por primar las malas tardes a las buenas, Diego continúa sin levantar cabeza a la hora de sumar contratos. Oiga, dirán algunos, y ¿por qué? Pues porque en la mayor parte de sus actuaciones no está tan bien como ayer y en La México. Urdiales no es un torero especializado en lo que se da en llamar “resolver”, sino un gran intérprete del toreo, también con el capote como pudimos apreciar y aplaudir en su magnífico quite por verónicas en el segundo toro, primero de El Juli. Y para esto necesita que los toros le embistan muy bien. Cuestión que no le suele ocurrir a nadie.


Sobre lo hecho ayer por Enrique Ponce ya hemos escrito y comentado suficientemente. Firmó la faena más felizmente realizada frente a un simplemente pasable cuarto toro que, gracias a su superior inteligencia y a sus privilegiadas manos, pareció bastante mejor de lo que fue. Además quiero añadir algo sobre el valor de Ponce que casi nadie reconoce. Y es que su inmensa valentía es de las que nunca se notan y de ahí su excepcionalidad. El valor de los que también lo tienen en grado superlativo pero se les nota siempre, no es tan grande ni tan inmaculado como el del gran maestro valenciano y de ahí su enorme diferencia con todos – digo todos – los demás toreros.


La maestría de El Juli – últimamente menos tosca – también tomó ayer carta de naturaleza frente a sus dos pésimos oponentes. Su primer toro, el tercero, empezó pronto a tardear y, además de soso terminó frenándose. Y el quinto tris, el de tan espectacular pelaje, fue simplemente manejable por el lado derecho hasta que dejó de embestir, muy pronto por cierto, e imposible por el izquierdo.


Señor, señor, hazme ser más bueno pero todavía no…

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