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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

martes, 28 de agosto de 2018

Manolete en su muerte / por José María Pemán



Manolete en su muerte
           
Ensancha el verso, Córdoba, buscando las estrellas.
¡Nada de romancillos con ángeles toreros!
¡El que ha muerto tenía los ojos pensativos,
como dos pozo negros!

Hay que llorarlo, Córdoba, como pasa tu río
bajo los arcos altos de tu puente, en silencio.
Y hay que estar en su muerte, como él ante los toros,
elegante y sereno.

Nada de romancillos, Córdoba, ni cantares:
un medio tono lleno de tristeza en verso.

Son las siete doradas de su tarde infinita.

Ha dejado el capote de brega, y en silencio,
con un gesto tranquilo de victoria y descanso,
ha tomado el capote del último paseo.

Y se ha marchado erguido, contra la tarde quieta,
de espalda a las rosas, y -por fin- sonriendo…

José María Pemán

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