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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

jueves, 30 de agosto de 2018

Andrés Amorós, premio a la mejor crónica taurina de la Feria de Bilbao


Andrés Amorós, con su último libro, «La vuelta al mundo en 80 músicas» - Raúl Doblado


Distinguido por el Club Cocherito por

Andrés Amorós, premio a la mejor crónica taurina de la Feria de Bilbao

ABC.ES. Madrid, 28/08/2018
El catedrático y crítico taurino de ABC, Andrés Amorós, ha obtenido el premio a la mejor reseña de las Corridas Generales de Bilbao, que otorga el Club Cocherito. La crítica premiada, titulada «Romances del Parralejo», se publicó en ABC el pasado 24 de agosto y tiene la peculiaridad de estar redactada totalmente en verso.

El Club Cocherito de Bilbao se fundó en 1910, en homenaje a ese diestro bilbaíno; muy pronto, se convirtió en una de las fuerzas vivas de la ciudad, con actividades de beneficencia y culturales. Está considerado el Club taurino más antiguo de España y uno de los más prestigiosos. Al cumplir sus cien años, contaba con más de 1.400 socios.

Durante todo el año –y, especialmente, en la Semana Grande bilbaína– organiza multitud de actividades, que muestran la raíz cultural de la Fiesta: edición de libros, coloquios, cursos, viajes… Sus galardones han distinguido a grandes figuras del toreo y de la cultura taurina. Este premio se entregará en la comida anual del Club, a comienzos del próximo año.


Romances del Parralejo (por Andrés Amorós)
Los toros del Parralejo lucen muy hermosa estampa: serios, bien armados y, sobre todo, con casta, pero no dan tan buen juego como yo mismo esperaba. Con ellos, tres extremeños, de maneras muy variadas. Una tarde más, yo veo solamente media entrada. Disfrutamos con los toros, con su bellísima cara: toros «de Bilbao», de siempre, que requieren lidia clásica.

Torea ahora Ferrera mucho mejor, con más calma. En el primero, saluda Montoliú por cómo clava los palos, como su padre, en la escuela valenciana. Antonio, con buen oficio, las embestidas alarga pero le engancha la tela y la faena no cuaja, salvo muletazos sueltos y la espada queda baja. El cuarto es todo un galán, luce una preciosa estampa; asusta pero flaquea desde la primera vara. No logra impedir Ferrera que varias veces se caiga aunque, siempre a media altura, suaves muletazos traza y el público le agradece su maestría veterana.

Al toreo poderoso de Perera le hacen falta toros que tengan poder, no borregos sin pujanza. El segundo, que es muy serio, empuja con fuerza en varas: algo que muy pocas veces ya lo vemos, por desgracia. Manda el diestro pero el toro lleva la cara muy alta. Las ilusiones se esfuman; cayó la espada muy baja, falla con el verduguillo y todo se queda en nada. El quinto luce pitones, mucho morrillo y culata, pero espera en banderillas, no se entrega, saca guasa. Perera lo machetea, a la tercera lo mata y la gente, es natural, con una bronca le paga.

Siempre confío en Ginés Marín: su cabeza es clara, su capote es elegante y sus formas, depuradas, pero debe espabilar y no dormirse, en la fama. El tercero, al picador, le da una gran costalada; en la muleta, protesta y embiste con poca gracia. Ginés muestra voluntad. Lo mejor es la estocada. Brinda al personal el sexto, que algunos pases se traga pero pega tornillazos, pone el pitón en la cara. Hace falta mandar más con toros de mucha casta. Vuelve a matar con acierto y así la corrida acaba.

Saliendo de la Plaza, un amigo, que conoce mi gusto por las rimas, me entrega un papel: «Es otro romance. Lo siento, no es muy optimista». Yo me limito a copiarlo:

«¿Dónde ha quedado Bilbao? ¿Dónde ha quedado esta Feria? Los carteles son muy buenos, la Plaza nunca se llena. Envían los ganaderos toros de caras muy serias, con un aspecto imponente, pero ruedan por la arena. Cuidan aquí los detalles como en ninguna otra tierra: su Apartado es ceremonia que en ningún lugar se encuentra; el presidente resiste cuando la masa se encrespa por no conceder trofeos a una mediocre faena, aunque ya no se mantiene aquel nivel de exigencia que fue enseña de esta Plaza pero pocos ya respetan. ¿Dónde quedó la afición? Si se fue, ¿dónde se encuentra? Se mantiene en los coloquios del Cocherito, esa peña, pero es una minoría y la masa es lo que impera. Se siguen lidiando toros de ganaderías selectas porque, si no, a las figuras, no las traen ni a la fuerza, pero estos toros de ahora ya no son aquellas fieras, sino suaves borregos que obedecen la muleta y se echan a descansar en la cenicienta arena. ¿Es que no existen más toros? Si los hay, no los aceptan los toreros consagrados, los que mandan en la Fiesta, y el público sólo acude las tardes que ellos torean, aunque se aburran después, en una corrida pelma, porque, sin toros, el arte tristemente se despeña. ¿Dónde quedó aquel Bilbao, el de los toros con fuerza y la afición entendida, exigente y muy severa? Me temo que en el recuerdo, como tantas cosas quedan, por mucho que nos disguste, en esta España tan nuestra».

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