Antiguamente, las corridas podían suspenderse cuando arreciaba el viento. Muchos lo llaman aire. Pero no. El aire es lo que nos permite respirar. El viento es el aire en movimiento. Ayer no es que molestara el viento, es que lo que sufrimos fue un inagotable vendaval. Y si molesto era para los espectadores que cubrían la mitad del aforo muy repartido, no quiero ni pensar en lo que molestaría a los toreros que debieron sufrir lo indecible.
Tarde inaguantable
Como acabo de decir, antiguamente se suspendían los festejos taurinos cuando Eolo soplaba como sopló ayer. Pero, claro, los tres matadores actuantes carecían de autoridad para, puestos de acuerdo, decidir que en medio de estas circunstancias climatológicas, torear no es que sea muy difícil, es que es cuasi imposible.
Luego vienen las reacciones de los toros que ayer estuvieron, no quiero decir muy bien presentados, mejor decir inmensamente presentados. Seis bóvidos gigantescos con encornaduras terroríficas. Si a todo esto le añadimos el pésimo juego que dieron, como consecuencia de su falta de fuerza, no paraban de perder las manos, cuando no las patas y, consecuentemente, tampoco pararon de derrotar por alto en sus viajes, fueran largos, que ayer no lo fueron, o cortos, que fue lo que hicieron los seis en mayor o menor intensidad.
Así pues, imagínense cómo se presentó el panorama a resolver para David Galván, Juan Ortega y Joaquín Galdos, otro peruano que anda llamando a las plazas en pos de torear como ya le hemos visto hace poco en Sevilla, estupendamente bien y por lo clásico. Galdos es digamos como la antítesis de Roca Rey. Galdos está llamado a engrosar una gran pareja de diestros peruanos como jamás los hubo en nuestro hermano país, sito en el cono sur de las Américas en cuya capital, Lima, hay una de las plazas de toros más antiguas, más hermosas y con mejor afición del mundo. Los que no hayan estado nunca allí, no pueden ni imaginar que lo que digo sobre la plaza de Acho es cierto. Tan cierto como la vida misma. La primera vez que estuve en Lima, recuerdo que fue al sorteo de los toros que se iban a lidiar por la tarde y una vez concluidas las tareas de enchiqueramiento de las reses, fui invitado a tomar una cerveza rodeado de grandes aficionados locales. Me emocioné escuchando hablar el idioma castellano, mejor de como lo hacemos en la Madre Patria. Y descubrí que era verdad lo que ya había escuchado decir: Que Lima la vemos lejísimos desde España, mientras que, desde Lima, la vemos muy cerca. Y el dicho es tan verdad que, repito, emociona comprobarlo. Se me saltaron las lágrimas comprobándolo y esta emoción la traduje en palabras que, por cierto, encantaron escucharlas a los limeños que me habían invitado a tomar cerveza…
Oiga, escucho decir a mis lectores, y de la tercera de San Isidro, ¿no nos dice nada? Pues mejor será no entrar en los detalles de una lidia prácticamente imposible de llevar a cabo como Dios manda. Ayer aconteció lo imposible después de que guardáramos el tradicional minuto de silencio en recuerdo de Joselito, el con razón todavía llamado Rey de los Toreros que murió un 16 de mayo en Talavera como consecuencia de la cornada que le arrancó la vida un toro de la Viuda de Ortega, ganadería de una parienta del gran crítico don Gregorio Corrochano, entonces enemistado con Joselito y en aquellos días en trance de resolver la enemistad como ambos querían.
Bueno, seguro que me dirán los que me leen: Y de la tercera de feria, ¿qué?. Pues que pese al pésimo juego de los toros de Valdefresno y gracias a unos minutos de calma en el vendaval, pudimos medio adivinar las virtudes de David Galván, de Juan Ortega y de Joaquín Galdós quien frente al más potable segundo toro, pudo mostrar la elegante naturalidad con que torea…
En muy determinados aunque escasos momentos, al menos pudimos adivinar el muy posible buen hacer de la terna en otras circunstancias. La finura sevillana de David Galván que resultó aparatosamente cogido sin consecuencias por milagrosa fortuna, el valor estoico de Juan Ortega que ya ha sufrido no pocos percances sin que se le note. Y la ya comentada elegancia y clasicismo del peruano Joaquín Galdós.
Mientras padecimos la corrida, me acordé de que mi gran amigo y admirado, Enrique Ponce, aquí mismo, en la plaza de Las ventas de Madrid, se hizo el amo del toreo con su memorable e histórica faena al toro llamado “Lironcito”, perteneciente a esta misma ganadería, ayer anunciada y tan difícil de lidiar por su mal juego y por el dichoso vendaval que también tanto molestó el 27 de mayo de 1996. Hace 23 años 23. El año que viene, Ponce cumplirá su temporada número 30 en su envidiable y por nadie más ocupada con tamaña permanencia durante tanto tiempo ininterrumpido en la cumbre. Lean lo que escribió uno de mis más fieles lectores sobre aquella proeza:
<< Fue algo portentoso… Qué mal comentarista de televisión al decir que el toro era flojo… Se vio que no sabe que muchas veces los toros que se caen o renquean después de un puyazo es porque salen como tontos y sangrando por todas partes porque vienen de estrellarse contra una muralla casi inamovible de 1000 kilos. Y, por si fuera poco, se chocan contra un estribo asesino que casi nunca aguanta el picador con su pierna, sino que se ve zarandeando por el aire todo el rato. El toro no era flojo, no es que fuera una fuerza desatada de la naturaleza, pero no era flojo. Las escasas veces que perdió las manos en la faena de muleta, fueron por la cobardía de verse desafiado y dominado… Parece que eso tampoco lo sabe el señor comentarista de la televisión: Que hay toros que pierden las manos por verse sometidos y se acobardan… En esta faena se vio que cuando un torero se la juega, cuando hay toro y cuando hay verdad en lo que se hace, emana la emoción y la sensación de peligro en los tendidos y la gente no bosteza ni habla de a donde irán a cenar. Se centran y solo hay ojos para lo que sucede en el ruedo. Fui un afortunado en ver esta faena en directo y es una de las faenas más importantes de la historia del toreo sin ninguna duda… La capacidad lidiadora y el valor de Enrique con ese toro fueron de otro planeta…>>
Ponce y “Lironcito”
Madrid. Plaza de Las Ventas. Jueves 16 de mayo de 2019. Tercera de feria. Tarde de sol y nubes cambiantes con viento endemoniado. Menos de media entrada muy repartida.
Seis toros de Valdefresno y Fraile Mazas que para el caso es lo mismo. Gigantescamente presentados y excesivamente blandos lo que, junto al viento reinante, les llevó a defenderse en sus cortas y ariscas embestidas. Únicamente el segundo pareció bastante mejor que sus hermanos por la momentánea calma del vendaval y lo bien que fue toreado.
David Galván (añil y oro): Pinchazo y estocada, aviso y palmas. Pinchazo, media estocada tendida y dos descabellos, aviso y silencio.
Juan Ortega (plomo y azabache): Buena y muy fácil estocada mas dos descabellos, ovación. Pinchazo muy hondo y tres descabellos, dos avisos y pitos.
Joaquin Galdos (siena y oro): Buena estocada, gran ovación. Estocada, saludos.
Finalizado el paseíllo y sin deshacerse las filas, se guardó un imponente y muy sentido minuto de silencio en memoria de la muerte de Joselito “El Gallo” en Talavera de la Reina.
El peonaje salvó en gran parte la pésima tarde. Sobre todo los banderillaros, tanto en la brega como en palos, dadas las circunstancias. Mencionemos a los más destacados: Andrés Rvuelta, Sergio Aguilar, Juan José Trujillo, Jorge Fuentes, Ángel Guzmán, Antonio Chacón, Ángel Gómez e Ismael González.
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