En lugar de toros, en La Maestranza hubo sardinas. Frescas y relucientes, es verdad, pero sardinas, por lo que la plaza se convirtió en una pescadería, lo cual no está nada bien. Y la gente se las comió —las sardinas— sin rechistar. Cosas de la modernidad... Se anunciaron toros, pero escasearon, y eso, en plena Feria de Abril, y en la muy prestigiosa plaza sevillana no se debiera consentir.
¡Sardinas frescas!
- Cayetano dio dos vueltas al ruedo en una tarde de toros mal presentados de Domingo Hernández
Antonio Lorca
EL PAÍS, 8 de Mayo de 2019
En lugar de toros, en La Maestranza hubo sardinas. Frescas y relucientes, es verdad, pero sardinas, por lo que la plaza se convirtió en una pescadería, lo cual no está nada bien. Y la gente se las comió —las sardinas— sin rechistar. Cosas de la modernidad... Se anunciaron toros, pero escasearon, y eso, en plena Feria de Abril, y en la muy prestigiosa plaza sevillana no se debiera consentir.
La ausencia de queja no exime de responsabilidad a la autoridad, los toreros y la empresa. La ausencia de queja es la prueba evidente de la crisis de la fiesta, en la que se ha perdido la exigencia, condición imprescindible para su supervivencia.
El Juli, figura indiscutible del toreo, nunca debió anunciarse con la sardina que lidió en primer lugar. Eso es una falta de respeto a Sevilla y a él mismo, y lo peor no es que ese novillo fuera impresentable, sino que su condición era de un manso cordero. Así, no, por favor; así, acaban ustedes con la fiesta, mucho antes que los antitaurinos.
Lo capoteó a placer, con más tranquilidad que en un tentadero, por templadas verónicas y chicuelinas con las manos bajas; y en la muleta, el comportamiento pastoril del toro —con perdón— quedó una vez más de manifiesto. Tardó en entenderlo el torero en una faena larga, de menos a más, que deslució con un pésimo manejo del descabello.
Y hermano gemelo parecía el primero de Cayetano, torero proclive a la gestualidad y al enfado. Algunos de los naturales que trazó tuvieron empaque y escaso mando, quizá porque se le ve más preocupado por la colocación estética que por el toreo de verdad.
Más apariencia de toro tuvo el segundo de El Juli, con el que no pudo redondear faena por su escaso recorrido y codicia. Demostró el torero, no obstante, su solidez y exprimió la pobre embestida de su oponente. También en este falló con el descabello y la plaza guardó silencio.
A por todas salió Cayetano en el último. Muleta en mano lo recibió por alto sentado en el estribo. Bondadoso como toda la corrida, el animal repitió con exquisita nobleza y le permitió al torero un superficial lucimiento con tandas despegadas, salpicadas de más pasión que hondura. Fue exigente con la música, a la que mandó callar, molesto, quizá, porque no le había acompañado en los primeros compases de la faena, pero, como se ve, no actúa con la misma decisión a la hora de elegir los toros.
Abrió plaza el rejoneador Diego Ventura, y otra vez demostró que ha alcanzado la cima del toreo a caballo. Pero se le ve tan fácil, tan cómodo, que le cuesta emocionar. Sobre todo, si se enfrenta a toros simplemente nobles, simplemente tontos, apagados y agotados como los de ayer. Es verdad que en los dos falló con el rejón de muerte; es verdad que protagonizó momentos cumbres a lomos de una cuadra que raya la perfección, pero se muestra tan sobrado que comunica mucho menos de lo que pudiera.
Con Nazarí cinceló un monumento al temple, a dos pistas, sencillamente perfecto; y al quiebro con Lío, y a dos manos y sin riendas con Dólar; falló en las banderillas con Sueño, pero el conjunto de su actuación fue de un consumado maestro. Qué pena que no se enfrente a toros que parezcan y sean toros.
LA CORRIDA DEL JUEVES
Toros de Santiago Domecq para El Cid, Miguel Ángel Perera y Paco Ureña.
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