El 9 de junio, cuando Bogotá reportaba 13.709 contagiados y Colombia sumaba 1.372 fallecidos, los concejales de Bogotá votaba un acuerdo sobre cómo debían ser las corridas de toros.
En contra del ataque antitaurino emprendido por Claudia López
Juan Guillermo Palacio
Lo hacían cuando la curva de contagio aceleraba, en una ciudad de más de siete millones de habitantes que no tiene las suficientes salas de cuidados intensivos para atender a más de mil enfermos graves de Coronavirus.
La alcaldesa de la capital, Claudia López, felicitó al Concejo por “respetar todas las formas de vida en virtud de la decisión ciudadana y autonomía de nuestro territorio”.
Los concejales son quienes irrespetan la vida, pues no reglamentan oportunamente la protección de los ciudadanos. La alcaldesa también: el toreo es una forma de vida. Todos se contradicen, el acuerdo no va a defender la vida del toro, como hacen creer, va a detonar la muerte de todos los toros de casta que hay en este país, un paso más hacia su extinción.
Lo hace en nombre de la autonomía de su territorio, como si Bogotá fuese un Estado independiente o Colombia un país federalista. Su publicación en Twitter y el modus operandi del Concejo desconocen una ley nacional, la Ley 916 de 2004, Reglamento Nacional Taurino, y los diversos pronunciamientos de la Corte Constitucional que le han negado a las autoridades municipales la atribución de prohibir o modificar los festejos taurinos.
- Tweet de la actual alcaldesa de Bogotá, Claudia López, en el que cataloga al toreo de “legítima expresión cultural” (Tomado de su cuenta de Twitter).
En Colombia la desigualdad, la ausencia del Estado, la corrupción y la violencia han condenado a la exclusión a millones de sus ciudadanos.
La exclusión se extendió también a la política. La izquierda ha experimentado todo tipo de ataques:
El Partido Comunista fue declarado ilegal en 1954 por el dictador Rojas Pinilla, configurándose un supuesto delito de opinión.
Los dos partidos mayoritarios se repartieron el poder durante 16 años (32 años sostienen otros analistas), gracias a un acuerdo político denominado el Frente Nacional, una dictadura con traje de democracia que la quitó a otras corrientes ideológicas, como la izquierda, el derecho a ser elegidos para gobernar.
Entre 1984 y el 2002 se dio el genocidio de la Unión Patriótica, partido político de izquierda surgido de los acuerdos de paz entre el gobierno de Belisario Betancur y las Farc, en el que perdieron la vida más de cuatro mil de sus militantes.
En ese período fueron asesinados cuatro candidatos a la Presidencia de la República de corte progresista (Gaitán, Pardo Leal, Pizarro y Jaramillo Ossa).
En resumen, durante casi todo el siglo anterior, a la izquierda se le negó el derecho a ser un actor político. Hasta que la Constitución de 1991 abrió el grifo de la participación.
Eso es lo paradójico del ataque de los progresistas contra la tauromaquia, que una vez la izquierda pudo participar y resultar elegida, comenzó a repetir las acciones de censura y discriminación de las que había sido víctima por parte de la derecha.
Hizo suya la bandera de la prohibición de la tauromaquia, no por un asunto ideológico puro sino por un revanchismo contra las élites tradicionales, a las que considera, erróneamente, los únicos seguidores de esta manifestación cultural.
Ignoran los concejales, la alcaldesa y los progresistas que, al querer prohibir la tauromaquia, se censura el gusto de miles de campesinos de la región andina y del litoral Caribe que gustan de estas tradiciones. “Todo por el pueblo… pero sin el pueblo” 3, así atacan al proletariado que tanto dicen defender.
Artículo 7, Constitución Política de Colombia:
“El Estado reconoce y protege la diversidad étnica y cultural de la Nación colombiana”
Teóricamente, la justicia es la cualidad del ser humano en la que se establecen parámetros de igualdad para todos. El espíritu de la Constitución 91, matriz del ordenamiento jurídico colombiano, es garantista y multicultural. Bajo la figura del Estado Social de Derecho apuesta por construir una cultura política democrática, basada en el ejercicio pleno de la ciudadanía, las libertades individuales, el respeto a la autodeterminación y la protección de las minorías.
Su vocación es contramayoritaria: “para evitar que el mencionado principio de la mayoría se transforme en el imperio o en la tiranía de la mayoría, Kelsen advierte la existencia de una minoría, y, por consiguiente, que ambas, mayoría y minoría(s) tienen derecho a existir, resultando de todo esto la necesidad de una protección de las minorías frente a la mayoría”4 (Squella, 2016).
En casi un cuarto de siglo, la Constitución de Colombia ha promovido la inclusión social de la población LGTBI (a la que pertenece la alcaldesa) y la autonomía de las comunidades ancestrales y los afrodescendientes. En otras palabras, la Constitución del 91 es el instrumento que recoge, por primera vez, los imaginarios y aspiraciones de todas las expresiones sociales, culturales e ideológicas, incluyendo los de la izquierda colombiana.
Artículo 70, Constitución Política de Colombia:
“La cultura en sus diversas manifestaciones es fundamento de la nacionalidad. El Estado reconoce la igualdad y dignidad de todas las que conviven en el país”
No obstante, una vez accede al poder, esa izquierda se obsesiona con exterminar la tauromaquia, y con ella a una minoría cultural que, inexplicablemente, de un momento a otro dejó de serle afín.
Por “defender a los débiles y oprimidos”, el socialismo se auto percibe como una doctrina moralmente superior. Pero el ataque de la izquierda colombiana (y de una parte del centro) a la tauromaquia, no está inspirado en el animalismo sino en el populismo. En su discurso, los problemas de la sociedad -y la tauromaquia sería uno de ellos- son atribuidos, en nombre del pueblo, exclusivamente a la derecha, para granjearse así su apoyo ideológico y electoral.
Para expresarlo en términos de Marx, con su estrategia adoptan una falsa conciencia, es decir, formas de pensar que no corresponden a sus condiciones materiales u objetivas de existencia, pero que, en este caso, son útiles para atraer a sus antagonistas.
En síntesis, la limitada concepción de la democracia que tiene la izquierda colombiana actual repite los males históricos de los que fue víctima, contra los que luchó, contra los que, incluso, una parte de ella se alzó en armas. Con su ataque a la tauromaquia, su sentido de la libertad, la igualdad y el respeto por la diferencia se derrumban, pues los limita, exclusivamente, a lo que a ellos les parece correcto.
Así resultó ser el progresismo: conservador, intolerante y autoritario, como esa Colombia que lo persiguió durante siglos. Según su juicio moral superior, la libertad, la cultura y el país deben ser lo que ellos creen, solamente lo que a ellos les parece.
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1. Fragmento de la sentencia C-666 de 2010, Corte Constitucional de Colombia: “solo el Congreso de la República, a través de leyes, podrá adelantar el “proceso de adecuación entre expresiones culturales y deberes de protección a la fauna”.
2. En general, el progresismo como tendencia política suele entenderse como pragmático, por lo que frecuentemente no se le define en un punto específico del espectro tradicional izquierda-derecha. No obstante, al progresismo a veces se le suele enmarcar dentro del espectro de las izquierdas, pero sobre todo alrededor de la centroizquierda. Los progresistas persiguen principalmente la libertad personal, muchas veces privilegiándola sobre la libertad económica de mercado; por ello, fomentan reformas en lo social, lo económico, lo político y lo institucional, con lo cual pretenden profundizar en la libertad del individuo ampliando sus capacidades dentro de la sociedad. Tomado de Wikipedia.
3. Expresión aplicada a los sistemas políticos desde el siglo XVIII. Lema del despotismo ilustrado, caracterizado por el paternalismo, en oposición a la opinión extendida desde los enciclopedistas que veía necesario el protagonismo y la intervención del pueblo en los asuntos políticos, incluso asignándole el papel de sujeto de la soberanía. Tomado de Wikipedia.
4. Squella, Agustín. Idea de la Democracia en Kelsen. Centro de Estudios Públicos, 2016. En:
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