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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

lunes, 15 de marzo de 2021

El bolsillo del aficionado / por Javier Lorenzo.

En él precisamente, en el aficionado, nadie pensó en toda en esta travesía por el desierto. Casi nadie se acordó de él. Y ahora, si se vuelven a abrir los cosos, apelarán de nuevo a quien está llamado a ser el sustento del espectáculo, que no se pone en marcha si no es con su paso por taquilla. Y no debe de olvidar nadie que el aficionado está sufriendo tanto o más si cabe la pandemia como el resto de los integrantes de este espectáculo.

El bolsillo del aficionado

Javier Lorenzo
No se puede plantear la vuelta de la actividad taurina sin pensar en el aficionado. Principal baluarte con el toro y el torero. Al ganadero ya le marginaron hace tiempo, ha sido el primero en reducir el precio de los toros, sabedor él y, por supuesto, las empresas del excedente que hay en el campo. Muchos criadores mandaron animales al matadero, pero muchos quedan y la cadena de producción sigue en marcha. El exceso se topa de frente con un escenario incierto, con fechas que nadie sabe y conscientes todos que a día de hoy ninguna ganadería tira de la taquilla. Los ganaderos, pese a su condición de indispensables y al formidable trabajo de conservación y apuesta sin reservas por el toro, siguen siendo los grandes perdedores en cuanto tiemblan las estructuras. Como si siempre se empezara a descontar por el mismo sitio. Los principales diestros ya han anunciado que se bajarán los honorarios en plazas de primera en Francia; y en España, con aforos limitados, deberán ajustar sus contrataciones en uno de los momentos más comprometidos de la historia. Manzanares lo manifestó antes de que acabara el año pasado, ya con la pandemia encima y después de que la mayor parte de los principales espadas se escondieran en su madriguera y apenas aparecieran en escena, ni en el ruedo ni fuera de él, para lanzar un tímido mensaje de optimismo al aficionado.

En él precisamente, en el aficionado, nadie pensó en toda en esta travesía por el desierto. Casi nadie se acordó de él. Y ahora, si se vuelven a abrir los cosos, apelarán de nuevo a quien está llamado a ser el sustento del espectáculo, que no se pone en marcha si no es con su paso por taquilla. Y no debe de olvidar nadie que el aficionado está sufriendo tanto o más si cabe la pandemia como el resto de los integrantes de este espectáculo. Para toreros, banderilleros, picadores, ganaderos, mozos de espadas y todos cuantos trabajan en torno al toro, el toreo es su fuente de ingreso, para el aficionado es ocio. Es la diversión. Es el espectáculo en el que invierten sus ahorros y el dinero que ganan con el sudor de su frente. Y esta ansiada vuelta de la actividad también debe contar con sus apreturas y sus dificultades, personas de carne y hueso, trabajadores que, con más o menos fortuna, le ha pasado una pandemia por encima con sus devastadoras consecuencias. Despidos, cierres, ERTE, incertidumbre y miedo a qué pasará mañana. En el aficionado debe de pensar también quien ponga de largo un espectáculo. La crítica situación económica que atraviesa el país.

 Y así, con todo el mundo contra las cuerdas, tan necesaria es la vuelta del toreo como imprescindible es acomodar el regreso a un momento de subsistencia en el que los precios de las entradas deben ser acordes al momento crítico y de estrecheces que llama a la puerta de todos. 

Muchos querrán ir a los toros, y no todos podrán. Ahora el toreo no se puede convertir en un espectáculo elitista y solo para unos pocos. En tiempos de pandemia no puede querer solucionar las restricciones de aforos a base de precios disparatados. Las entradas de toros ya eran desorbitadas antes de que irrumpiera el virus. El toreo debe de abrir los ojos y asimilar ya que hoy todo lo de antes ya no vale. Y menos aún lo que ya era un despropósito previo al virus.

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