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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

miércoles, 25 de agosto de 2021

ARMILLITA CHICO TORERO GRANDE / por Víctor José López EL VITO

Con sus hermanos Juan y Zenaido, de becerrista su debut en el Toreo de la Condesa el 3 de agosto de 1924:El becerro no fue malo y yo lo toreé como quise con el capote. Lo banderilleé y con la muleta creo que le hice una buena faena, el caso es que me dieron la oreja y el rabo y di varias vueltas al ruedo entre una lluvia de dinero que me arrojaba el público (Mariano Rodríguez, 1984, p.264).

La aparición en el escenario universal de la fiesta de Fermín Espinosa “Armillita Chico” fue la confirmación del slogan que hizo famoso José Alameda: - El toreo no es graciosa huida sino apasionada entrega.

ARMILLITA CHICO TORERO GRANDE
-Capítulo Catorce del Libro Garfias, El Toro Mexicano-

Víctor José López EL VITO
A LOS TOROS blogspot /Caracas, 24 Agosto 2021

--Gracias a José Carlos Arévalo que ha hecho de su investigación una maestría armillista.

La aparición en el escenario universal de la fiesta de Fermín Espinosa “Armillita Chico” fue la confirmación del slogan que hizo famoso José Alameda: - El toreo no es graciosa huida sino apasionada entrega.

Desde becerrista “Armillita” destacó por su entrega y vocación apasionada, fue un privilegiado. Obediente y bien educado hermano menor, hizo pareja con Espinosa, su hermano.

Juan buen torero que terminaría junto a Zenaido su otro hermano, como banderillero del gran “Armillita Chico”. Juan frente al coloso del toreo tuvo que cambiar el oro por plata, su jerarquía de matador de toros para encauzar su carrera de peón de confianza de Fermín a la sombra del genio elevado a las insospechadas alturas y reconocido por los grandes en España.

Fue el año de la alternativa de Heriberto García y la consagración de Pepe Ortíz, El orfebre tapatío cuando surge “Armillita” y, conociendo al maestro Fermín, vale la pena comprenderlo a estas alturas de tan apasionante relato ganadero y taurino, que nos devela el gran periodista mexicano Aurelio Pérez que firmó sus crónicas y reseñas como Villamelón.

Cuenta Villamelón el origen del alias “Armilla” o “Armillita”, que para encontrarlo en sus orígenes es necesario buscarlo allá en España, en el siglo antepasado.

Existe en Andalucía un pueblo llamado “Armilla”, en la provincia de Jaén; y desde el punto de vista taurino, el siglo XIX vio a varios Armillas y Armillitas.

Esteban Argüelles, gran banderillero destacó entre los mejores de la historia de la fiesta, que al lado del legendario Pablo Herráiz formó la cuadrilla de Frascuelo. ¡Nada menos!

Hubo otros dos Armillitas que no tuvieron mayor relieve: José Picazo andaluz, y José López también originario de Andalucía ,que fue a México, y a principios del siglo XX actuó en plazas modestas sin alcanzar ninguna nombradía.

En su famoso pregón en la Feria de Sevilla 2001, se refiere Carlos Fuentes a “Armillita Chico” con estas palabras:

- Fermín Espinosa, "Armillita", famoso por su faena en la Maestranza una tarde de 1945, cuando en vez de matar cuanto antes a un toro manso, le brindó la muerte a Belmonte y procedió a la que es considerada una de las más perfectas y osadas faenas de dominio, ganándose las dos orejas, el rabo y la salida en hombros.

Natural de Saltillo en el norte de México, Armillita mató su primer becerro a los dieciséis años de edad, se retiró a los cuarenta y cuatro y llegó a filmar las faenas atribuidas a Tyrone Power en la segunda versión fílmica de Sangre y arena de Blasco Ibáñez.

Tyrone Power supo seducir, como Juan Gallardo a Doña Sol. Rita Hayworth, en aquella ocasión y espléndida belleza de crepúsculo con cuerpo de Venus Pandemus, origen de todas las sensualidades. La Venus bailaora, como la evocó García Lorca, paralizada por la luna. Si esto, envidiablemente, le tocaba a Tyrone Power, Armillita Chico tenía, en cambio que mirar en los ojos del toro su propia muerte, y lo hacía con el desnudo estoicismo coahuilense de los desiertos mexicanos, pues esto era el redondel para Fermín Espinosa: un llano de arena y sangre encajonado entre sierras perdidas.

Con su ahijado Silverio, este con su esposa Pachis y Fermín con su primera esposa madre de Manolo, en una escena familiar de dos ídolos de México.

Hay muchos Armillitas, los hubo en Sebastián Almancha, un novillero modesto que descendió a banderillero y siguió siendo modesto y desde luego el famoso Matíaz Aznar, banderillero muy destacado que figuró en cuadrillas tan importantes como las de Cocherito de Bilbao, Vicente Pastor y en sus últimos años en la de Marcial Lalanda.

¿Alguno de estos influyó en el apodo del banderillero mexicano Fermín Espinosa, padre de Fermín, Juan y Zenaido?

El hecho real es el de la fundación en 1888 de la dinastía taurina mexicana de los Armillita que ha dado importantísimos toreros a la historia, siendo el mejor de todos, desde luego, Fermín Espinosa Saucedo.

Sigue el relato de Carlos Fuentes recomendando que · “…no se puede olvidar a Juan Armilla, uno de los grandes banderilleros de todos los tiempos, tampoco a Zenaido uno de los mayores lidiadores con el capote, peón de brega notabilísimo”.

En otro nivel Manolo Espinosa, matador de toros e hijo de Fermín en su primer matrimonio, triunfador muchas veces en la plaza México y quien inexplicablemente no consolidó su posición. Lo mismo podríamos decir de Fermín hijo, de quien los expertos dijeron cuando lo vieron en la plaza México que “Con este novillero no se puede equivocar nadie”… Luego Miguel, indiscutible figura del toreo en México y un profesional reconocido en España.

Fermín Espinosa Saucedo, Armillita Chico, considerado como la figura cumbre del toreo universal abrió el camino en su cuadrilla a profesionales, importatísimos subalternos, como fueron don Felipe Mota, los Conejos Aguirre y el Güero Gadalupe . Lo hicieron como picadores. Hombres de plata, banderilleros y peones de brega los Armillita, Juan y Zenaido, y también el Chato Guzmán.

Inauguró en Lima, junto a Domingo Ortega y Manolete la Feria del Señor de los Milagros. Tres genios del toreo.

Escritores cronistas, taurinos de excepción además de Francisco Rubiales “Paco Malgesto”, y de Aurelio Pérez “Villamelón”, se han sumergido en el tema de “Armillita”. Lo han tratado eminencias del periodismo taurino, tal es el caso de José Carlos Arévalo, si de explicar la explicación de una tesis de grado se trate. Antonio Casanueva Fernández y José Carlos Arévalo, un comunicador que brilla por sus logros periodísticos nos conducen a la explicación y coincidencia distintos historiadores, entre quienes está con el vigor de sus conclusiones José Alameda, ayer, y Paco Aguado, hoy.

No podia ser de otra manera. Concluyen ellos, Malgesto, Villamelón, Alameda, Domingo Delgado de la Cámara y Paco Aguado que el toreo moderno se gestó en el continuo Gallito-Chicuelo-Manolete (p. ej. Alameda, 1961; Aguado, 1999; Delgado, 2014; Morente, 2018). Pero en esta historiografía del hilo del toreo ligado en redondo poco se ha escrito de la importancia de quien fue el eslabón entre Chicuelo y Manolete: Fermín Espinosa Saucedo “Armillita Chico”.

“Armillita Chico” fue el pilar de una importante dinastía de toreros. Hijo de Fermín Espinosa Orozco, originario de Guadalupe, Zacatecas, decidió establecer su residencia temporal en Saltillo, donde nacieron sus hijos los toreros Zenaido, Juan y Fermín y José “El Chato”. Este último por un defecto en la vista no pudo vestirse de luces y se convirtió en mozo de espadas (Rodríguez, 1984). Don Fermín originalmente usaba el apelativo de “Campanero”. Lo de "Armillita'' fue una ocurrencia del torero cubano José Marrero “Cheché” por la similitud que al banderillear tenía con el madrileño Esteban Argüelles “Armilla” (Rodríguez, 1984). El apodo hace alusión a la espiral que es parte de la base de una columna.

Armillita fue un niño prodigio. Arévalo (2011) afirma que tenía un don, una intuición especial hacia los animales que le permitía armonizar el entorno e, incluso, sentir que se comunicaba con los toros, que ellos le hablaban y que él les respondía con el capote y la muleta.

Su padre había meditado el toreo frente a bovinos criollos y recorrido las plazas del México de finales del Siglo XIX.

Conoció a Saturnino Frutos “Ojitos”, el gran formador de toreros en México, lo que le ayudó a rumiar los secretos del arte de Cúchares (Arévalo, 2011).

Primera retirada de los ruedos del Maestro de Maestros. Se encerró con seis toros de de La Punta, realizando 18 quites distintos. El último "Urraca" lo brindó a su padre y sus hermanos Zenaido y Juan con quienes alternó la tarde de su debut como becerrista. Volvió 4 años y medio después, y siendo el Mandón del toreo reapareció en Aguascalientes. Hizo temporada de reaparición con Curro Girón een los carteles.

Fermín padre descubrió el don de su hijo e hizo que desarrollara la técnica matando animales en el rastro (matadero), y viendo cómo Zenaido y él mismo bregaban y banderilleaban (Mariano Rodríguez, 1984).

Ese don natural, descubierto por su padre, fue la base de su técnica, aplomo y dominio para resolver los problemas de la lidia. Sin darse cuenta, sabía más de lo que le hubieran podido enseñar.

Resulta ilustrativa la inocencia con la que narra sus inicio en el esbozo de memorias que le entregó a su amigo Mariano A. Rodríguez: Un buen día, jugando a las canicas en mi casa, mandaron por mí, pues en Tacuba tenían organizada una encerrona y habían destinado para mí, para yo torearlo, un becerro. Era castaño, no se me olvida. Llegué a la placita de Tacuba justo en el momento en que ya echaban el becerro al ruedo (...) Lo toreé como si hubiera estado toreando a un muchacho. No se me dificultaron ninguna de las suertes que intenté. Todo me salió superior y los comentarios que allí se hacían eran muy halagadores. (Mariano Rodríguez, 1984, p.261)

Con esa misma sencillez que denota una intuición natural, pero también algo de ingenuidad, narra su debut en el Toreo de la Condesa el 3 de agosto de 1924:

Recuerdo que era un novillo grandullón pero flaco y con unos pitones bastante desarrollados (…)

El becerro no fue malo y yo lo toreé como quise con el capote. Lo banderilleé y con la muleta creo que le hice una buena faena, el caso es que me dieron la oreja y el rabo y di varias vueltas al ruedo entre una lluvia de dinero que me arrojaba el público (Rodríguez, 1984, p.264).

A los 15 años se convirtió en el líder del escalafón novilleril. Entre 1926 y 1927 recorrió México triunfando en todos lados. El 17 de octubre de 1927 se despidió de novillero encerrándose con seis novillos en el Toreo de la Condesa. Al domingo siguiente recibió la alternativa de matador de toros, llevando como padrino a Antonio Posadas y a Pepe Ortiz de testigo, con toros de San Diego de los Padres.

Tenía tan solo 16 años.

Para Armillita torear era como jugar. Pero su padre sabía que estaba desarrollando el oficio que necesitaría para convertirse en la gran figura.

José Carlos Arévalo (2011, pp. 37-38) asegura que “fueron los años de empezar a ser. Un estímulo inconscientemente vivido, aunque muy gratificante en el caso de Armillita. Porque tenía el don. El don del toreo, que para profesionalizarse se convierte en oficio, es como el don de la voz o del baile. Se tiene o no se tiene. Y en el toreo hay que tener el valor suficiente para que la presencia del animal no impida pensar, y hay que sentir la música de la embestida”.

Pepe Alameda explica que fue formado “bajo la influencia de aquella orientación que Chicuelo había llevado a la tierra mexicana, línea que a su vez procedía de Joselito. Fermín entronca con éste y con la tradición sevillana, que ofrece como ninguna la dualidad de toreros largos y de toreros artistas. Supo ser lo uno y lo otro. Lo recordaré siempre en sus grandes tardes de Bilbao, donde lo vi enfrentarse a toros como locomotoras y a la roca inconmovible de Domingo Ortega; pero también lo recordaré cuando le corrió veinte veces la mano a Pituso, de la Punta en México, en una tarde colosal con Manolete; y en otra, con Clarinero, de Pastejé, al que le hizo la mejor faena que yo le he visto y una de las mejores que vi en mi vida” (Alameda, 1989, p. 228).

Es decir, Fermín Espinosa Saucedo, en forma inconsciente, bebió de las fuentes fundamentales del hilo del toreo. De Guerrita y Lagartijo por las conversaciones de su padre con Ojitos, y de Chicuelo que se convirtió en un ídolo desde su llegada a México en 1924, cuando Armillita debutaba como becerrista. Su intuición natural le hizo asimilar la tauromaquia y volverse una pieza clave en la edad de plata en España y el pilar de la época de oro del toreo mexicano, el eslabón entre Chicuelo y Manolete.

Su llegada a España fue mucho más sencilla que la de Gaona y la de otros toreros mexicanos. Juan, su hermano, quien ya estaba colocado como un buen torero, le abrió paso. Incluso le dio la alternativa (en aquel entonces los españoles no le daban validez a las alternativas concedidas en México) en Barcelona el 25 de marzo de 1928, teniendo como testigo a Vicente Barrera y toros de Antonio Pérez Tabernero. Fermín cautivó España desde el inicio. La crítica en Barcelona dijo después de su alternativa:

“Armillita chico no es una esperanza, es una realidad. No es niño precoz, es un torero hecho que le queda nada por aprender y en cambio muchas de nuestras figuras podrían aprender de él mucho de lo que sabe y puede (…) Artista indiscutible, valiente sin desplantes, cerca siempre de los pitones, sin trucos teatrales, tranquilo, consciente, torero de la cabeza a los pies (…) ¿Se puede pedir más a un matador con dieciséis años de edad?” (Rodríguez, 1984, p.58).

Confirmó en Madrid el 3 de mayo de 1928 teniendo a Chicuelo como padrino y a Gitanillo de Triana de testigo con toros de Carmen de Federico.

El empresario Eduardo Pagés dio su opinión después de la corrida: “me maravilló este muchacho. Yo mismo siento cierto recelo al externar mi juicio, tiempo hay para juzgarlo con más detenimiento, pero tengo conciencia de lo que vi y me parece tan extraordinario. Yo no he visto, desde que se fue Joselito, nada más completo, ni mejor” (Rodríguez, 1984, p.61).

En 1928, su primera temporada en España, toreó 47 festejos.

Los siguientes años en la península Ibérica fueron complejos para Fermín. En la primera fila estaban toreros cuajados como Chicuelo, Antonio Márquez, Marcial Lalanda, Nicanor Villalta, El Niño de la Palma, Cagancho, Gitanillo de Triana, Vicente Rodríguez, así como dos jóvenes de alto impacto por su personalidad y estilo, Domingo Ortega y Manolo Bienvenida.

A Armillita lo calificaban de frío. Fermín, con su talento, absorbía lo hecho por otros toreros, lo asimilaba para, después, poderlos superar.

En 1931 inició la temporada con triunfos importantes en Valencia (dos orejas y rabo) y Granada (cuatro orejas a toros del Conde de la Corte). Pero el parteaguas llegó el 24 de mayo en Madrid una corrida de Terrones alternando con Fortuna y Nicanor Villalta. Armillita se enfrentó a un toro que se defendía, reculaba y que había manseado en el segundo tercio. El periodista Don Quijote describió la actuación de Armillita de la siguiente forma:

-El diestro, inmóvil, elegantísimo, con leve juego de muñeca y pequeño quiebro de cintura, atornillados los talones en la arena, se pasó todo el toro por debajo de la muleta en un pase lento y hermosísimo, reflejo exacto del estilo de Gaona, que comenzaba así muchas faenas. Pero lo mejor fue que a ese primer pase primoroso ligó, sin enmendar un ápice el terreno, el alto por la derecha, de cabeza a rabo, y a éste otra vez el de pecho, y al de pecho otra vez el alto, sin que entre ninguno de los cuatro soberbios y ligadísimos pases hubiera la menor enmienda, ni el más ligero movimiento de pies; terminó esta primera serie con un molinete, y una ovación cerrada, corolario de los cinco ¡oles! Estentóreos con que se corearon los cinco pases.

Tras esa brillantísima primera fase de la faena, la muleta quedó en la mano zurda, y el torero y el toro en el mismo terreno que diera comienzo el trasteo.

Uno, dos, tres, cuatro, cinco naturales en redondo, ceñidos, mandones, perfectos, rematados con el broche clásico del toreo en redondo: el pase de pecho.

Entonces retumbó la ovación con verdadero fragor. A partir de aquí, la faena derivó hacia el adorno, abriéndose el mismo diestro al toro, con pases de tirón hacia el tercio, y la coronó con un volapié ejecutado con claridad y perfección” (citado en Arévalo, 2011, pp. 106-107).

José Carlos Arévalo (2011) analiza la crónica de Don Quijote para explicar que con esa faena se consolida el toreo ligado en redondo como eje de la faena moderna. Es importante hacer hincapié en que Armillita lidió este toro de Terrones tres años después de la faena de Chicuelo al famoso toro Corchaíto, es decir, estaba naciendo el toreo moderno. La tauromaquia de Armillita no era de parón, sino de quietud seguida por la ligazón de las suertes. Arévalo dice que “los pases del saltillense se rematan hacia atrás y se ligan. O sea, son largos. Y además lo son porque el toro, algo tardo en el primer cite, exige del diestro que le presente la muleta adelantada, no ya a media distancia, como precisaba el toreo ligado en redondo de Chicuelo (…). No, en el caso de Armillita esta faena inaugural, sucedió —¿por primera vez?— la ligazón de muletazos completos, largos y rematados, a muletazos completos, largos y rematados” (Arévalo, 2011, p.108).

De la crónica de Don Quijote y del análisis de Arévalo, se infiere que Armillita no sólo era un maestro poderoso, sino un creador que tenía la elegancia de Gaona y la maestría de Gallito. A partir de esa tarde Manuel Mejías Bienvenida “el Papa Negro”, intentó impedir que el mexicano toreara en las plazas importantes de España y así cuidar a su hijo, Manolo Bienvenida (Arévalo, 2011).

En ese mismo 1931 Armillita se colocó como figura de la torería mexicana, después de un mano a mano con Vicente Barrera, en el que bordó al toro “Pinturero” de la Punta en el Toreo de la Condesa.

El 5 de junio de 1932 realizó, en Madrid, la faena al toro “Centello” de la ganadería de Aleas. A lo largo de la historia hay muy pocas faenas que han transformado el arte de torear. Para Arévalo (2011), la de “Centello” fue una de ellas gracias a dos series de cinco naturales.

Hasta entonces, el toreo con la izquierda, por naturales había sido, como norma y en el mejor de los casos, un pase de “parón”, o sea, con los pies clavados en la arena en el momento del embroque. A veces, muy pocas, con la embestida toreada hasta el remate, porque casi siempre, el torero debía abandonar el sitio, dado que el toro no continuaba su embestida (…). A partir de Chicuelo, estos naturales, cortos pero completos, sí se ligaron en redondo, con el compás casi cerrado, el torero vertical y perfilado. Pero no se habían dado nunca como Armillita lo hizo en Madrid aquel 5 de junio de 1932. Dejándose ver el diestro en el cite, con la muleta retrasada, hasta situarse entre los dos pitones en posición de medio pecho y compás abierto, avanzando después la muleta lentamente y, muy adelantada ésta, meciendo los flecos, cuyo levísimo toque prendía la embestida del toro, que muy ceñido, rozando el vestido del diestro, entra en el embroque, se deslizaba hacia adentro y muy largo, para ser rematado su viaje por detrás de la cadera del torero en el momento en que un giro de muñeca dejaba al toro en la misma posición y la muleta presentada de igual forma que en el primer cite, para así embarcar de nuevo la embestida en cuatro naturales más, rematados con el forzado de pecho (José Carlos Arévalo, 2011, pp. 115-116).

A partir de entonces Armillita no sólo se convirtió en la primera figura del toreo mundial, sino en el evolucionador del toreo a base de series de pases naturales. Morante (2017) sintetiza la dialéctica del toreo moderno: “Y cuando el toreo en redondo se ha perdido desde Pastor a Belmonte y desde Machaquito al Gallo, llega Joselito y lo redescubre, lo recrea, lo restablece y se lo pasa a Chicuelo y a Armillita... y a Manolete que todos en esa fuente bebieron”.

Domingo Delgado de la Cámara (2012) coincide al afirmar que había dos líneas de interpretación del toreo: “Joselito y Belmonte fueron los toreros modelo y referencia de la generación de la Edad de Plata. Los seguidores de Joselito eran toreros poderosos y de largo repertorio. Los seguidores de Belmonte eran toreros fundamentalmente artistas. Toreros estilistas, como entonces se decía”. El historiador explica que erróneamente en España se ha dicho que el sucesor de Gallito fue Manolo Granero y, aclara, que Armillita fue más poderoso y largo (Delgado, 2012).

Armillita era un torero completo. Dominador cabal de los tres tercios y un creativo que hizo aportaciones a suertes de capa como la saltillera, y de muleta como el molinete de rodillas. Lo caracterizó una increíble sencillez, pero al mismo tiempo una combatividad que hacía que, en el ruedo, no se dejara nunca ganar la partida. Al igual que su increíble tauromaquia e insólita precocidad, su saber ser, saber estar y saber colocarse, dentro y fuera del ruedo, resultaron categóricos frente a las verbalizaciones apuradas, la politiquería del medio y los juicios simplistas que intentaban calificarlo de poderoso pero frío.

En sus primeros años de carrera, antes de cumplir los 22 años, Fermín Espinosa “Armillita chico” ya se había convertido en un torero clave en la historia de la tauromaquia. Con sus aportaciones, consolidó la faena ligada en redondo, clave en el toreo moderno.

Armillita tendría muchos más triunfos clamorosos en Barcelona, Madrid, Valencia y otras ciudades de España, los envidiosos harían politiquería para impedir que toreara en las plazas españolas, así que se quedó en México donde protagonizó la edad de oro del toro mexicano.

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