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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

martes, 12 de julio de 2022

¡Hipócritas! / por Francisco Bendala Ayuso

Ni un Jefe de Estado ni un Presidente de Gobierno ni ninguna otra autoridad deben participar en manifestaciones contra el terrorismo u homenajes. Lo que les corresponde y compete es adoptar cuantas medidas están a su alcance, que son todas, pues para eso ostentan la autoridad --y se les paga--, para combatir y derrotar tanto al terrorismo, y a su progenitor, el separatismo.

¡Hipócritas!

Francisco Bendala Ayuso
El Correo de España /11 Julio 2022
España ha sido la más importante y dolorosa víctima del terrorismo, hijo predilecto del separatismo, de la cual nadie habla, nadie se acuerda y a la cual nadie rinde homenajes, sino todo lo contrario. Todas las demás se engloban en ella, junto con nuestros predecesores y sucesores, que también son, por españoles, víctimas del terrorismo y del separatismo.

Tan execrable fue el asesinato de Miguel Ángel Blanco como todos y cada uno de los demás. ¿Por qué a este tanto y a otros menos o tan poco?

Nunca ha existido un “espíritu de Ermua”. Tal “espíritu” no fue nada más que una forma más de las muchas empleadas para calmar conciencias, anestesiar al pueblo y dejar indefensa a España.

El asesinato de Blanco no supuso ni un antes ni un después, sino un paso más hacia la rendición y derrota de España a manos del terrorismo y el separatismo.

Al terrorismo, como al separatismo, no se le vence con manifestaciones por muy multitudinarias que puedan ser, ni con eslóganes patéticos como “Basta ya”, ni con declaraciones sentimentaloides, ni con homenajes a Blanco. Todo ello no son más que piezas malintencionadas, pero bien urdidas, para preparar la rendición y la derrota de España.

Ni un Jefe de Estado ni un Presidente de Gobierno ni ninguna otra autoridad deben participar en manifestaciones contra el terrorismo u homenajes. Lo que les corresponde y compete es adoptar cuantas medidas están a su alcance, que son todas, pues para eso ostentan la autoridad --y se les paga--, para combatir y derrotar tanto al terrorismo, y a su progenitor, el separatismo.

¿Diálogo? ¿Tomas de temperatura? ¿Mesas de negociación? ¿Acercamientos? ¿Gestos? Al terrorismo, como al separatismo, se le combate a muerte, pues son enemigos poderosos cuyo fin es nuestra destrucción como nación y pueblo. Utilizando al unísono y con decisión, voluntad de vencer y fe ciega en la victoria, coordinada y eficazmente, todas las armas disponibles y en todos y cada uno de los frentes: político, legislativo, judicial, cultural, educativo, informativo, policial y militar –aquel aserto del Guti “No hay que caer en la trampa” asumido por las FFAA supuso, en realidad, traición de lesa Patria de éstas--; y en el religioso. Con perseverancia, sin escatimar esfuerzos y asumiendo los sufrimientos. Entonces, y sólo entonces, se le vence si la menor duda. De cualquier otra forma la derrota propia, por rendición, está cantada.

La izquierda en España --que no es española, sino antiespañola--, desde su bastardo nacimiento y peor desarrollo ha amparado y se ha aliado siempre con el separatismo tanto como con su brazo armado, el terrorismo. Es una de sus señas de identidad que nunca ha perdido ni perderá. La continuidad ha sido total, sin fisuras, fuera cual fuera el momento o quien ostentara su liderazgo.

La derecha, con su cobardía innata, siempre ha apostado por transigir con la izquierda, someterse a ella y pactar con el terrorismo y el separatismo, los dos peores enemigos de España.

Izquierda y derecha, aunque por razones distintas, pero al cabo coincidentes en el mismo fin, nunca han combatido como se debe ni al terrorismo ni al separatismo.

Por todo lo dicho, España ha sido derrotada por el terrorismo y el separatismo –y el que diga lo contrario miente--, dos cabezas inseparables de un mismo monstruo, y lo ha sido por la complicidad de la izquierda, la cobardía de la derecha y la traición de todos.

A las incuestionables pruebas históricas de los últimos cincuenta años y a nuestra situación actual que no escapa a nadie, me remito.

¡Hipócritas!

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