Por Bocanegra
Madrid, 21 de mayo de 2010
Madrid, 21 de mayo de 2010
Así fue la bandera que exhibió Serafín Marín en su paseíllo de ayer en Las Ventas, rojigualda pero con muchas rayitas, es decir, la catalana. La senyera sustituyó al reglamentario y tradicional capote de paseo. La española, la de siempre, ondeaba gallarda en el mástil del monumental edificio mudéjar con menos rayas, con tres franjas horizontales, roja, gualda y roja, y con la amarilla de doble anchura que cada una de las rojas.
De esta guisa, el bueno de Serafín, trocando la montera por barretina, desfiló entre división de opiniones, más pitos que palmas, como acción reivindicativa de la fiesta en Cataluña. No hacia falta que la buena fe del torero barcelonés le llevara en Madrid a semejante demostración. Aquí ya sabemos lo que es la Fiesta Nacional, y lo que representa como uno de los más genuinos e inequívocos símbolos de identidad de la patria. Es allí, en la monumental y histórica plaza de toros de Barcelona, la única queda, donde debería hacer el paseíllo envuelto en la bandera de todos, la de España, para recordarle a los catalanes lo que es la Fiesta, lo que son ellos como integrantes de la nación. Que de todas las tradiciones catalanas, incluidas el uso de la misma barretina, o la danza de la sardana, la del juego del hombre con el toro quizás sea la más antigua, por la calles, por plazas, o por el corazón de los catalanes, es probable que desde los tiempos de Wilfredo el Velloso, el primero de la Casa Condal de Barcelona y que luchó por la Marca Hispánica, cuando ni siquiera sabía que existiera Catalunya y, ni mucho menos, que unos mentecatos teorizantes lo iban a convertir ahora en símbolo de la independencia catalana. Son los mismos que tienen a la fiesta en Cataluña contra los tablas, desde que, de igual forma, tienen acosada a España bajo el peto del separatismo ante la pasividad y cobardía de todos. Así que, amigo Serafín, la próxima vez esperamos verte en Barcelona, en un grandioso y anunciado paseíllo vistiendo tu traje y capote de luces, bajo la negra montera, y enarbolando la bandera de España allá en tierra española.
El curioso suceso quedará en anécdota, pero no así lo será para el torero de Moncada i Rexach –charnego para los irredentos por se torero y tener RH jiennense-, cuando medite por qué no triunfó con el lote que le cupo en suerte. Mayor transcendencia para él, y para la fiesta en su tierra, hubiera supuesto verlo con las orejas de sus toros en las manos, que el hecho de portar la senyera sobre sus hombros. Si la ocurrencia fuera del Moranco habría que recordarle aquello de a Dios rogando y......
La corrida de Baltasar Ibán trajo consigo el recuerdo de tardes gloriosas de los contreras de El Escorial. Su excelente presentación en caras, hechuras, y pelos, compensó su noble mansedumbre en la pelea con los caballos y su docilidad para su lidia.
Lo que son las cosas de estos tiempos del torero moderno. Fue, precisamente la bravura y raza de un toro como Bastonito el que acabó con la casta de esta ganadería. Desde entonces nadie quiso ponerse delante de los ibanes por si acaso salía otro similar, excepto el gran César Rincón, y la casa hubo de recurrir a lo de moda, a la sangre del toro artista. Ya es un hierro más...pero ya puede lidiar, que es de lo que se trata.
De esta guisa, el bueno de Serafín, trocando la montera por barretina, desfiló entre división de opiniones, más pitos que palmas, como acción reivindicativa de la fiesta en Cataluña. No hacia falta que la buena fe del torero barcelonés le llevara en Madrid a semejante demostración. Aquí ya sabemos lo que es la Fiesta Nacional, y lo que representa como uno de los más genuinos e inequívocos símbolos de identidad de la patria. Es allí, en la monumental y histórica plaza de toros de Barcelona, la única queda, donde debería hacer el paseíllo envuelto en la bandera de todos, la de España, para recordarle a los catalanes lo que es la Fiesta, lo que son ellos como integrantes de la nación. Que de todas las tradiciones catalanas, incluidas el uso de la misma barretina, o la danza de la sardana, la del juego del hombre con el toro quizás sea la más antigua, por la calles, por plazas, o por el corazón de los catalanes, es probable que desde los tiempos de Wilfredo el Velloso, el primero de la Casa Condal de Barcelona y que luchó por la Marca Hispánica, cuando ni siquiera sabía que existiera Catalunya y, ni mucho menos, que unos mentecatos teorizantes lo iban a convertir ahora en símbolo de la independencia catalana. Son los mismos que tienen a la fiesta en Cataluña contra los tablas, desde que, de igual forma, tienen acosada a España bajo el peto del separatismo ante la pasividad y cobardía de todos. Así que, amigo Serafín, la próxima vez esperamos verte en Barcelona, en un grandioso y anunciado paseíllo vistiendo tu traje y capote de luces, bajo la negra montera, y enarbolando la bandera de España allá en tierra española.
El curioso suceso quedará en anécdota, pero no así lo será para el torero de Moncada i Rexach –charnego para los irredentos por se torero y tener RH jiennense-, cuando medite por qué no triunfó con el lote que le cupo en suerte. Mayor transcendencia para él, y para la fiesta en su tierra, hubiera supuesto verlo con las orejas de sus toros en las manos, que el hecho de portar la senyera sobre sus hombros. Si la ocurrencia fuera del Moranco habría que recordarle aquello de a Dios rogando y......
La corrida de Baltasar Ibán trajo consigo el recuerdo de tardes gloriosas de los contreras de El Escorial. Su excelente presentación en caras, hechuras, y pelos, compensó su noble mansedumbre en la pelea con los caballos y su docilidad para su lidia.
Lo que son las cosas de estos tiempos del torero moderno. Fue, precisamente la bravura y raza de un toro como Bastonito el que acabó con la casta de esta ganadería. Desde entonces nadie quiso ponerse delante de los ibanes por si acaso salía otro similar, excepto el gran César Rincón, y la casa hubo de recurrir a lo de moda, a la sangre del toro artista. Ya es un hierro más...pero ya puede lidiar, que es de lo que se trata.
Al igual que Serafín sus compañeros disfrutaron de la oportunidad de la bondad de los ibanes, y no supieron, o no pudieron, superarlos.
Eugenio de Mora, sobrado de oficio, gustó más al público en una labor medida y calculada, y sin apostar claramente. Los de la televisión manchega estarán muy contentos por haberlo colocado otra vez en Madrid –ellos sabrán cómo y por qué-, aunque los jóvenes toreros con méritos e ilusión que se han quedado fuera de San isidro, no lo estarán tanto al ver como se ocupan los puestos en tan importante feria.
Luis Bolívar, con el peor lote ciertamente, no se acopló. Tenso y despegado dio muchos pases pero aquello no levantó nunca el vuelo.
Los espectadores, agradeciendo la brevedad de la corrida, en su abandono de la plaza todavía podían ver los rayos de sol iluminar la radiante enseña nacional, roja y gualda.
Como el vino de Jerez / y el vinillo de Rioja / son los colores que tiene / la banderita española / Banderita tú eres roja / banderita tú eres gualda / llevas sangre, llevas oro / en el fondo de tu alma.
15ª de San Isidro. Lleno.
Toros de Baltasar Ibán,
Eugenio de Mora, saludos tras aviso y saludos.
Serafín Marín, saludos y silencio.
Luis Bolívar, silencio en ambos.
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