Emilio Muñoz cargando la suerte al natural
Madrid.-Sábado , 01-05-10
UNO de los factores decisivos en la infantilización (en otra época más tolerante diríamos «cretinización») de la sociedad es el cine. Después de todo, todo su arte se reduce a crearnos la ilusión de que dos nalgas debajo de una sábana, vistas lo bastante deprisa, están en movimiento. Además, se trata de un invento fascista.
-¿No hemos visto al Banco de Francia renunciar a representar en un billete la efigie de los hermanos Lumi_re, aduciendo que habían apoyado al gobierno de Vichy, mientras en ese mismo momento residía en el Elíseo un antiguo titular del mismo? -nos recuerda De Benoist, mirando de reojo al miserable Mitterrand.
Miras una película hacia delante y ves, por ejemplo, a alguien que sale de una oficina, se echa a volar y salva a la gente en situaciones difíciles: es Supermán. Mas si miras esa misma película hacia atrás, ves a alguien que vuela por ahí y que después de poner a la gente en situaciones difíciles va y se esconde. En los toros, la pierna hacia delante es cargar la suerte, y la pierna hacia atrás, descargarla, aunque El Juli dice que da lo mismo ver las películas hacia delante que hacia atrás, y, pudiendo escoger, él prefiere ponérnoslas siempre hacia atrás.
Los dos humanistas más populares del momento proceden del cine. Uno es Chuck Norris, que ha dicho en Texas:
-Sabemos lo que debemos hacer si las cosas se ponen feas en los Estados Unidos.
El otro es Pedro Almodóvar, «implacable fiscal Vichinsky del proceso contra el franquismo» (en frase de García Domínguez), de cuya lucha contra Franco no sabíamos nada porque era silenciosa: consistía en no citar su nombre en sus guiones, de manera que dentro de una generación, si el nombre de Franco -el español que más portadas de «Time» acumuló- no aparece en Google, será únicamente porque Almodóvar se negó a incluirlo en su filmografía.
-¡Esos silencios hondos,/ llenos de tantas voces! -nos dice al oído Juan Ramón.
En un país donde todo el mundo está siempre hablando, cuando no está gritando o llorando, el silencio enemicísimo de Almodóvar -todo lo contrario del silencio amigo de la luna que descubriera Virgilio- fue decisivo para la eclosión de esa democracia moral que, con Carrillo en el papel de Lanza del Vasto del movimiento, asalta a nuestra justicia, que sigue siendo una superstición de clases medias.
-La justicia -me dice mi portero- no va ni con los de muy arriba, y en «los de muy arriba» está incluido Garzón, ni con los de muy abajo, sobre todo si vienen de fuera, digamos de Ruritania, donde el robo no constituye delito, sino seña cultural. En cuanto a las personas jurídicas...
-A ver, abuelo, ¿qué es una persona jurídica? -oyó Pemán preguntar en la tierra de Margarita Sánchez Romero, Arqueóloga de Género de la Junta de Griñán.
-Na, hijo, una persona que no tiene educación ni vergüenza.
Madrid.-Sábado , 01-05-10
UNO de los factores decisivos en la infantilización (en otra época más tolerante diríamos «cretinización») de la sociedad es el cine. Después de todo, todo su arte se reduce a crearnos la ilusión de que dos nalgas debajo de una sábana, vistas lo bastante deprisa, están en movimiento. Además, se trata de un invento fascista.
-¿No hemos visto al Banco de Francia renunciar a representar en un billete la efigie de los hermanos Lumi_re, aduciendo que habían apoyado al gobierno de Vichy, mientras en ese mismo momento residía en el Elíseo un antiguo titular del mismo? -nos recuerda De Benoist, mirando de reojo al miserable Mitterrand.
Miras una película hacia delante y ves, por ejemplo, a alguien que sale de una oficina, se echa a volar y salva a la gente en situaciones difíciles: es Supermán. Mas si miras esa misma película hacia atrás, ves a alguien que vuela por ahí y que después de poner a la gente en situaciones difíciles va y se esconde. En los toros, la pierna hacia delante es cargar la suerte, y la pierna hacia atrás, descargarla, aunque El Juli dice que da lo mismo ver las películas hacia delante que hacia atrás, y, pudiendo escoger, él prefiere ponérnoslas siempre hacia atrás.
Los dos humanistas más populares del momento proceden del cine. Uno es Chuck Norris, que ha dicho en Texas:
-Sabemos lo que debemos hacer si las cosas se ponen feas en los Estados Unidos.
El otro es Pedro Almodóvar, «implacable fiscal Vichinsky del proceso contra el franquismo» (en frase de García Domínguez), de cuya lucha contra Franco no sabíamos nada porque era silenciosa: consistía en no citar su nombre en sus guiones, de manera que dentro de una generación, si el nombre de Franco -el español que más portadas de «Time» acumuló- no aparece en Google, será únicamente porque Almodóvar se negó a incluirlo en su filmografía.
-¡Esos silencios hondos,/ llenos de tantas voces! -nos dice al oído Juan Ramón.
En un país donde todo el mundo está siempre hablando, cuando no está gritando o llorando, el silencio enemicísimo de Almodóvar -todo lo contrario del silencio amigo de la luna que descubriera Virgilio- fue decisivo para la eclosión de esa democracia moral que, con Carrillo en el papel de Lanza del Vasto del movimiento, asalta a nuestra justicia, que sigue siendo una superstición de clases medias.
-La justicia -me dice mi portero- no va ni con los de muy arriba, y en «los de muy arriba» está incluido Garzón, ni con los de muy abajo, sobre todo si vienen de fuera, digamos de Ruritania, donde el robo no constituye delito, sino seña cultural. En cuanto a las personas jurídicas...
-A ver, abuelo, ¿qué es una persona jurídica? -oyó Pemán preguntar en la tierra de Margarita Sánchez Romero, Arqueóloga de Género de la Junta de Griñán.
-Na, hijo, una persona que no tiene educación ni vergüenza.
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