JOSÉ TOMÁS, EL DE LAS CORNADAS
Por Fortunato González (1)
Por la calle real
Diario Frontera de Mérida-Venezuela
He visto torear a José Tomás en varias oportunidades, incluida la corrida lidiada en solitario el 5 de julio de 2009 en la Monumental de Barcelona. También me he detenido en los videos y fotografías de su toreo, leído parte de la literatura sobre su personalidad y estilo y creo tener alguna base para dar mi opinión sobre este controvertido lidiador español.
Lo primero es la personalidad un tanto introvertida, reservada y poco amigo de la farándula. Como torero sobresale la valentía, condición indispensable en un torero. Debe sentir miedo ante el peligro, en su caso frente al toro lidia y, como dijo Juan Francisco Esplá en el Coloquio de Tauromaquia que organizamos este año en el marco de la Feria del Sol, el miedo del torero es del tamaño del animal que tiene enfrente. La cuestión está, como en cualquier tipo de miedos, en dominarlo y mantener la serenidad en esos instantes previos en el que la adrenalina aún no ha dominado la voluntad. José Tomás tiene una especial condición de dominio de su miedo que hace que todos reconozcan su estoicismo, una serenidad que se siente en la plaza, un matiz particular por su quietud, una escalofriante quietud, una pasmosa inamovilidad que al final le cuesta la cogida. Y este es su problema. Una cosa es ser valiente y otra temerario.
Un componente esencial de la lidia es la técnica, es decir, el conocimiento del animal, del terreno y del arte. Del animal no hay duda que José Tomás los conoce porque es de los toreros que escoge sus encastes y además no lidia determinados hierros particularmente peligrosos, como los Victorinos, por ejemplo. Conoce también los terrenos y la colocación de toro y torero en la plaza. Respecto del arte, lo tiene, pero las fallas técnicas son las que han determinado sus revolcones y cornadas. Si mis consecuentes lectores observan la cogida de Aguascalientes podrán ver que José Tomás toma la muleta con la mano derecha, el toro se embebe en la muleta; en medio del embroque hace el elegante cambio a la mano izquierda pero no remata la suerte, sino que, sin haber dado salida al toro, se coloca la muleta en el muslo izquierdo. El toro, noble como era, sigue la muleta que como estaba colocada sobre el muslo naturalmente lo engancha. No hay un extraño ni nada que moleste la envestida: un golpe de viento, un descuido del torero, algún detalle en el terreno, simplemente el toro continúa la envestida contra el engaño y lo coge, porque el torero no le dio salida, no remató el pase y para colmo se coloca la muleta en el muslo, como queriendo la cogida. ¿La quería? Posiblemente. Una vez le preguntaron a Manuel García El Espartero porqué se arrimaba tanto y se arriesgaba a una cornada y el contestó: “más cornás da el hambre”. No es el caso de José Tomas; son fallas técnicas evidentes.
Ha dicho José Tomás que hay que arrimar al máximo y en ello podemos estar de acuerdo, pero no negándole la salida al toro porque entonces la lidia pierde su naturaleza, que consiste en jugar artísticamente con la embestida del toro, evitando la cornada. Arrimarse sí como lo hacen todos los buenos toreros, pero hasta un aficionado desprevenido ve que la absoluta inamovilidad del torero, o negándole al toro la posibilidad de moverse en su terreno conduce inevitablemente al revolcón o a la cogida. Es como cuando vi la torre de Pisa, admirable por su arquitectura pero también por su inclinación, un error de su constructor que despierta el temor de que se desplome. Compárese con Enrique Ponce, quien, mediante el dominio casi perfecto de la técnica, logra faenas en las que se dan las máximas expresiones del arte sin apelar al miedo.
El estilo es otra cosa: El toreo de José Tomás unas veces es redondo y otras lineal, belmontino y manoletino, rondeño y sevillano; en fin, en cuanto a estilo y calidad artística es variable. De allí la polémica porque si bien atrae al espectador que busca la emoción de un percance, a mi me da más temor por su vida que admiración por su arte. Prefiero, de los toreros actuales, a Ponce, Morante de la Puebla, Sebastián Castella, Miguel Ángel Perera y José María Manzanares para solo nombrar las máximas figuras, a mi modesto juicio.
(1)
Fortunato González, es catedrático de derechode la U.L.A. de Mérida-Venezuela, y fundador y director de la Cátedra de Tauromaquia "E. Briceño Ferrigni".
Pues no ha dicho usté ná...Amigo!
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