Vigesimotercera de feria. Tarde de toros (Palha)
José Ramón Márquez
Palha en Madrid, pero sólo cuatro. Misterios del mundo éste espiritista y ocultista del toreo. El otro día, el escrupuloso club de licenciados en veterinaria que pastorea los toros de Las Ventas no tuvo empacho en aprobar y considerar apto para la lidia el torúnculo llamado Garlitero, número 154 de la ganadería de Toros de Cortés. Hoy han estimado con toda su ciencia veterinaria a cuestas, y eso con lo que a veces cuesta finalizar las carreras, que había que rechazar dos toros de Palha, por falta de remate, quizás, o porque les salió de las entrepiernas a los veterinarios, tal vez.
Resulta que a lo único que íbamos hoy a los toros era a ver la de Palha, y las eminencias de la veterinaria, escrupulosos garantes de la sanidad animal y de los derechos del espectador, deciden quitarnos de enmedio el 33’3% de nuestra ilusión por vaya usted a saber qué tonterías, que hay que ver lo exquisitos y lo reglamentistas que se ponen para algunas cosas y las mangas anchas que aplican a otras. No me extraña que Miura pase de venir a Madrid; lo que no sé es qué hacemos nosotros dándole las pelas al zafio de Don Choperón y a todo el tinglado éste tan sucio, podrido y desagradable.
Los cuatro de Palha que se han visto eran lo que se dice ‘toros’, con dos ejemplares que deberán puntuar en los premios esos que se dan por aquí, por allá y por acullá, que son el segundo, Marismo, número 521, y el tercero, Lezirio, número 505. Me causa extrañeza pensar que estos animales guarden parentesco genético alguno con las basuras del otro día de la corrida tocomocho de la Prensa; al parecer, según la ciencia veterinaria, pertenecen a la misma especie; vamos, que tienen cuatro patas y dos cuernos y un rabo, pero esto de hoy, comparado con un cuvillejo o un juampedritis, es como comparar un camión cisterna con un auto de esos que no necesitan carnet.
De los otros dos con los que han reparado la corrida no me apetece decir nada; primero, porque yo he ido hoy a los toros a ver a los Palha, y segundo, porque esos eran como los de todos los días y ya estoy un poco harto de ellos. Lo de los toreros también esya algo cansino. Si hay una corrida seria en el cartel, no duden que siempre verán anunciados al que toreó una, al de seis y al supermán de trece; en total, veintiuna corridas sumaban entre los tres de hoy en el año pasado, mientras que los que se tiran el rollo de lo buenos y poderosos que son, los de las ochenta corridas al año, no quieren ver estos toros ni hartos de Machaquito, anís de Rute bidestilado. ¿Y por qué? Pues yo creo que sobre todo lo que les echa hacia atrás es la casta, que es lo que el torero contemporáneo más odia.
Paso de hablar de los toreros, salvo dos detalles: uno, la zarrapastrosa oreja que le han dado al pobre Robleño por hacer medios pases y arrimón... a uno que no era de Palha y por no hacer nada a derechas... al Palha. Peor para él. Dos, la impotencia de Corpas, que, por un momento, ha conocido cómo ruge Madrid en dos naturales al toro Lezirio, que tenía mucho que torear, y no ha sabido o no ha sido capaz de seguir adelante. Corpas ha escenificando hoy con toda precisión el drama de un torero y la dureza de este oficio desgarrado.
Diremos también que la ovación más unánime de la feria, por su torería, vergüenza y pundonor fue para Carlos Casanova y Jesús Arruga por un vibrante tercio de banderillas al cuarto, el último de los Palha, pero eso no debe hacernos olvidar lo extraordinariamente que estuvo Miguel Martín bregando al tercero y con los palos en el sexto. Tarde de toros; ojala fuesen todas así.
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