Rafaelillo y el del Marqués de Domecq
El cruce de un mono tonto con Chita, que era mona lista (no Monalisa) dio una generación de monitos medio tontos o medio listos. Depende. Platanolandia era país de, ¿plátanos?, eeeeso es, con la inteligencia del ganadero que dice que tiene una corrida y no la tiene y con quien piensa que tiene una corrida para sustituirla y no la tiene. Ayer el torismo coló uno o dos novillotes y el epitafio a esta liturgia aplatanada fue una corrida suplente de escasito cuajo, hechuras dispares, y vacía de todo, que pretendió taparse por sus astifinos pitones. En Platanolandia, en la primera de feria, bueno. En Madrid, en la última de un rosario de cabreos, prendió la mecha. Y pasó poco. Porque lo bruto no quita lo noble. Porque de las seis lidias sólo una, al final, en el sexto de la corrida, con el toro de más volumen y hechuras distintas de lo del Marqués, de Domecq, se pudieron jalear dos tandas con la mano derecha de Javier Valverde. Poco más.
Desde el paseillo, parte de la afición protestó. A veces no basta con el derecho de regresar el billete en taquilla porque hay cosas que no se regresan. El espectáculo, su razón de ser. Esa razón de ser que tuvo el sexto como una ilusión escasa de duración, como las burbujas de la casera que con tinto se tomaron los monitos de Platanolandia en Casa Pepe. ¿De postre? ¿Plátanos? Eeeeso, es. Fue Valverde el mejor parado con ese regalo, quien sabe si de dios o del Rey de los Monos, pasando por su adiós de Madrid con dignidad, abrochándose con unas manoletinas y una estocada que trató de hacer olvidar el sablazo con guardia que enterró en el cuerpo del tercero. Este había sido un toro inválido, bajito, fino de cabos, que enseñaba dos puntas para decir ok en el reconocimiento. Lo mantuvo el palco contagiado quizá por la inteligencia de los visitantes de Platanolandia que, está escrito, son fruto del cruce de una mona lista y un momo tonto. Ni un pase le pudo dar el torero.
Pero de esos hubo unos cuantos. El primero regresó a los corrales en la prórroga del segundo puyazo y salió en su lugar uno de Cortijoliva, que invitó a que un monito nuevo en esta piedra preguntara si eso no era una marca de aceite. Fue toro bien comido que debajo del polvo que portaba era negro mulato salpicado. Y fue de piedra luego de un puyazo largo y de pararse en los siguientes tercios, llegando a la muleta agazapado y con su guasita, abreviando El Fundi, Como cuarto salió uno bajito y corto de tipo muy armado y afilado de pitón, que se movió poco y buscando dos veces al torero en el inicio de la faena, por el pitón derecho. Por el izquierdo se vino buscando. Vuelve a abreviar El Fundi.
Uno de Rafaelillo debió ver los plátanos en los árboles porque llevó la cara a la altura de la segunda rama. Descastado , tomado por inercia el primer pase, con el torero buscando la ligazón sin molestarlo en los dos siguientes, pero, desde esas alturas, siempre se ve y se aprende. Y aprendió en cada pase que le daba el torero, que estuvo digno. El quinto, lavado, de cuerpo breve, sin perfil y astifino, fue toro que se durmió en el peto y que, bajo de raza, echó manos y cuerpo por delante. Tal fue la corrida epitafio de San Isidro, observada por el público de Platanolandia con el que la mona Chita trató de lavar su mala fama de artista de cine al lado de un maltratador de monos que dice llamarse Tarzán y ser Rey. La mona Chita es una golfa del carajo, sacada de la canción de Sabina, de falda muy corta y lengua muy larga. Para que la usa, que se lo pregunten a Tarzán. El Rey ¿de los monos? Eeeeso es.
Plaza de Las Ventas. Último festejo de la Feria de San Isidro. Lleno. Toros de Marqués de Domecq, muy desiguales de tipo aunque en general fuera de tipo y sin remate. Corrida sin opciones por su falta de raza y fuerza. Algunos incluso sacaron complicaciones. Un sobrero de Cortijoliva (1º) deslucido. El Fundi, silencio en ambos; Rafaelillo, silencio y silencio; Javier Valverde, silencio y ovación.
Por Carlos Ruiz Villasuso
Desde que la mona Chita se fugó de Platanolandia en un barco, camuflada entre una excursión de haricrisnas, el país de los plátanos se quedó sin inteligencia. La mona Chita llegó a ser estrella de Hollywood al lado de un tal Tarzán de los monos, un tipo que chillaba por las ramas ataviado con un tapaplátanos, explotaba a los monos y le partía la madre a los leones. Lo de los monos explotados llegó en noticia a Platanolandia vía botella de náufrago y se armó tan revuelta que la mona Chita tuvo que regresar para apaciguar simios. Se los llevó a Europa y de ahí a Madrid, a comer rabo de toro en Casa Pepe. Y de allí, a Las Ventas, en donde se sumaron a la revuelta que exigía, no el toro, sino que finalizara de una vez tanto hartazgo, tanta mediocridad, tanto nada de nada en una tarde en la que la razón de los simios tomó Las Ventas, convertida en Platanolandia, bajo la supuesta corrida de toros que fue una mueca aplatanada de lo que debe de ser, se supone, la fiesta.
El cruce de un mono tonto con Chita, que era mona lista (no Monalisa) dio una generación de monitos medio tontos o medio listos. Depende. Platanolandia era país de, ¿plátanos?, eeeeso es, con la inteligencia del ganadero que dice que tiene una corrida y no la tiene y con quien piensa que tiene una corrida para sustituirla y no la tiene. Ayer el torismo coló uno o dos novillotes y el epitafio a esta liturgia aplatanada fue una corrida suplente de escasito cuajo, hechuras dispares, y vacía de todo, que pretendió taparse por sus astifinos pitones. En Platanolandia, en la primera de feria, bueno. En Madrid, en la última de un rosario de cabreos, prendió la mecha. Y pasó poco. Porque lo bruto no quita lo noble. Porque de las seis lidias sólo una, al final, en el sexto de la corrida, con el toro de más volumen y hechuras distintas de lo del Marqués, de Domecq, se pudieron jalear dos tandas con la mano derecha de Javier Valverde. Poco más.
Desde el paseillo, parte de la afición protestó. A veces no basta con el derecho de regresar el billete en taquilla porque hay cosas que no se regresan. El espectáculo, su razón de ser. Esa razón de ser que tuvo el sexto como una ilusión escasa de duración, como las burbujas de la casera que con tinto se tomaron los monitos de Platanolandia en Casa Pepe. ¿De postre? ¿Plátanos? Eeeeso, es. Fue Valverde el mejor parado con ese regalo, quien sabe si de dios o del Rey de los Monos, pasando por su adiós de Madrid con dignidad, abrochándose con unas manoletinas y una estocada que trató de hacer olvidar el sablazo con guardia que enterró en el cuerpo del tercero. Este había sido un toro inválido, bajito, fino de cabos, que enseñaba dos puntas para decir ok en el reconocimiento. Lo mantuvo el palco contagiado quizá por la inteligencia de los visitantes de Platanolandia que, está escrito, son fruto del cruce de una mona lista y un momo tonto. Ni un pase le pudo dar el torero.
Pero de esos hubo unos cuantos. El primero regresó a los corrales en la prórroga del segundo puyazo y salió en su lugar uno de Cortijoliva, que invitó a que un monito nuevo en esta piedra preguntara si eso no era una marca de aceite. Fue toro bien comido que debajo del polvo que portaba era negro mulato salpicado. Y fue de piedra luego de un puyazo largo y de pararse en los siguientes tercios, llegando a la muleta agazapado y con su guasita, abreviando El Fundi, Como cuarto salió uno bajito y corto de tipo muy armado y afilado de pitón, que se movió poco y buscando dos veces al torero en el inicio de la faena, por el pitón derecho. Por el izquierdo se vino buscando. Vuelve a abreviar El Fundi.
Uno de Rafaelillo debió ver los plátanos en los árboles porque llevó la cara a la altura de la segunda rama. Descastado , tomado por inercia el primer pase, con el torero buscando la ligazón sin molestarlo en los dos siguientes, pero, desde esas alturas, siempre se ve y se aprende. Y aprendió en cada pase que le daba el torero, que estuvo digno. El quinto, lavado, de cuerpo breve, sin perfil y astifino, fue toro que se durmió en el peto y que, bajo de raza, echó manos y cuerpo por delante. Tal fue la corrida epitafio de San Isidro, observada por el público de Platanolandia con el que la mona Chita trató de lavar su mala fama de artista de cine al lado de un maltratador de monos que dice llamarse Tarzán y ser Rey. La mona Chita es una golfa del carajo, sacada de la canción de Sabina, de falda muy corta y lengua muy larga. Para que la usa, que se lo pregunten a Tarzán. El Rey ¿de los monos? Eeeeso es.
Plaza de Las Ventas. Último festejo de la Feria de San Isidro. Lleno. Toros de Marqués de Domecq, muy desiguales de tipo aunque en general fuera de tipo y sin remate. Corrida sin opciones por su falta de raza y fuerza. Algunos incluso sacaron complicaciones. Un sobrero de Cortijoliva (1º) deslucido. El Fundi, silencio en ambos; Rafaelillo, silencio y silencio; Javier Valverde, silencio y ovación.
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