Madrid.-Sábado , 22-05-10
LA situación de España en el mundo se resume en una impresión que José-Miguel Ullán sacó en Varsovia de las señales callejeras del destape polaco:
-Octavillas con reclamos eróticos en los parabrisas de una larga hilera de coches aparcados; en todos, menos en uno: el que lleva una pegatina de conductor minusválido.
La pegatina de España es Zapatero, y en nuestros parabrisas han dejado de poner reclamos eróticos.
El toro de la quiebra es cinqueño -los cinco años que llevamos haciendo el ganso-, y Zapatero es un torero a la moderna, «patrás» y «pafuera» (o «afuera y aparte», como dice Lopera). En las escuelas taurinas, que son las que más han hecho por terminar con los toros, la tauromaquia se resume en dos palabras:
-Tocar y componer.
Se coge un toro arreglado de pitones, se le cita con el pico de la muleta (tocar) e inmediatamente uno ha de componer esa figurilla que los taurinos llaman «de cartel de toros». Esto, en realidad, es el «no-toreo», puesto de moda por los toreros galácticos igual que Javier Aguirre puso de moda el «no-cine», pero sirve para ir tirando hasta que el público o el toro cambien.
A Zapatero no le han cambiado el público: el periodismo global en español vende que Garzón ha sido condenado por el franquismo con el mismo descoco que el periodismo septentrional en vascuence vendía que Ortega Lara había vuelto a la cárcel. Y la tercera autoridad de la nación, que atiende por Bono, hace suyas las «boutades» de esos personajes bufos de la farsilla zapateril que son el gagman de los parados o el Gramsci de Torresandino.
-Demostraste -le dice Bono a Garzón, él sabrá por qué- que por muchas flores que los liberticidas corten no pueden acabar con la primavera.
A Zapatero tampoco le han cambiado la oposición: Rajoy, como el Rosco, toca palmas que no dan ni para fastidiar una siesta, mientras María Cospedal y María Soraya remedan a los del «7», que con las pancartas de protesta hacen el péndulo.
Lo que a Zapatero le han cambiado es el toro, porque el toro de la quiebra es un toro de los de Madrid y decimonónico, para cuya lidia no está preparado ni él ni nadie del actual escalafón. El ruedo español es una capea donde, estoque en mano, los más chulos ofrecen sus servicios, pero sin abandonar el callejón. La empresa habla de montar una feria de un solo toro, el toro de la quiebra, y un cartel con Pepiño Blanco o Rubalcaba... O el tipo de barba cana y corbata azul que el martes, porque comía «pixín» en «El Paraguas», impedía policialmente a los turistas hacer fotos en la madrileña calle de Jorge Juan. Nadie lo conoce, luego no lo amenaza nadie. ¡Don Nadie!
-Don Nadie es funcionario o influyente -escribe Paz en «El laberinto de la soledad»-, y tiene una agresiva y engreída manera de no ser.
Justo lo que en este trance nos va a hacer falta para torear.
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