Puerta grande López Simón producto de la fiebre orejista
"...Se habían quejado de la primera oreja, pero quedaba la segunda que no entraba en la mínima exigencia ni con calzador. Una alegría para el torero, una pena para la afición. Y la Fiesta queda huérfana antes esta fiebre que la aqueja… y sin nadie que la defienda..."
UNA FIEBRE OREJISTAS
- Sea como sea, eso del prestigio de Madrid se hunde definitivamente.
España
Tenía que llegar y ha llegado. Esa fiebre orejista de la plaza alguna vez coincidiría en el mismo diestro y, consecuentemente, se abriría la puerta grande.
También puede que lo que haya sucedido es que ante la falta de peso de lo que era la exigente afición de Madrid, se hayan colado seguidores perfectamente preparados para el asalto. Sea como sea, eso del prestigio de Madrid se hunde definitivamente.
Y nos duele que tengamos que hacer este comentario a costa de un torero capaz y honrado como López Simón, quien hace tres semanas se había ganado el derecho a salir por la puerta grande y hubo de hacerlo por la de la enfermería. El diestro madrileño no es culpable de la deriva de la que hablamos, pero es incuestionable que existe y de qué manera.
Hoy mismo ha hecho esfuerzos López Simón para aumentar el aprecio de los aficionados a través de su entrega y valor, mucho valor. Pero una cosa es ganarse el cariño de la afición y otra, muy diferente, es haber hecho méritos para salir por esa puerta que antes era grande.
Lo hemos dicho en infinidad de ocasiones, Madrid tiene, o debería tener, tanta categoría como plaza de referencia y primera del mundo, que esa puerta no debería abrirse por el sistema del una + una. Produce, lo ha hecho muchas veces, un ridículo mayúsculo. De una puta vez, y perdonen la expresión, hay que poner coto a ese disparate que rebaja la plaza de Las Ventas por debajo de otras plazas como Sevilla, Bilbao y muchas otras de categoría inferior.
Es difícil que haya una terna más entregada que la de hoy. Los tres a su manera han estado con una disposición muy por encima del resto de compañeros que han pasado por la feria. En quites no han perdonado ni uno; en variedad y hasta en sorpresas e improvisación. También en valor. Es de agradecer su interés desmedido por triunfar. Pero para ello hace falta que los toros aporten también y el lote ha sido, sin duda, para el madrileño.
Toros que han tenido poca casta y fondo como para que los trasteos de David Galván elevaran el tono, que ha toreado por momentos muy bien. Víctor Barrio ha dicho aquí estoy yo toda la tarde y ha enganchado al público con su actuación, pero no hubo mucho ajuste y conexión en la faena al primero, que fue el que le dio mayor oportunidad. Las espadas funcionaron a la primera a excepción precisamente del último, para el que López Simón necesito entrar de nuevo tras un pinchazo.
Pero la fiebre orejista imperaba en la plaza y la petición se ha abierto paso a puñados, a empujones diría yo. Felices muchos con la consecución del último trofeo que le permitía la puerta y desencanto de quienes ven que su plaza, esa que era la que marcaba el paso de la temporada, se va de verbena como cualquier otra por las fiestas patronales.
Se habían quejado de la primera oreja, pero quedaba la segunda que no entraba en la mínima exigencia ni con calzador. Una alegría para el torero, una pena para la afición. Y la Fiesta queda huérfana antes esta fiebre que la aqueja… y sin nadie que la defienda.
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