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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

jueves, 2 de enero de 2020

Echar el portón al año / por José Luis Bautista



Hoy he querido despedir el año de una manera especial, he visitado mi rincón favorito en Linares, he visitado su plaza de toros… mi plaza.

Echar el portón al año

He traspasado su portón escarlata que vela por su intimidad hace ya más de un siglo. La mañana es fría y la higuera se eleva desnuda. Los arriates están pobres por la poda y la yedra que luce y decora hermosa en verano también está podada. He paseado sobre los adoquines de su patio de caballos, y, he pensado por un momento, que mis pisadas podrían coincidir con alguna de aquellas grandes figuras del toreo: Guerrita, Belmonte, Manolete, han pasado por mi imaginación.

He visto los azulejos que inmortalizan a Troya y Salva, dos aficionados chipé; antagonistas ambos en gustos taurinos pero amigos en el devenir de la vida.

He posado mis manos sobre el portón de arrastre con delicadeza -cual “mataor”-, dejándolas caer levemente sobre su tosco canto de madera. Desde allí he oteado su inmenso ruedo, y he fijado mi mirada sobre el tendido cinco donde pasé tardes inolvidables con mis amigos. La mente se me ha parado generosa en Manuel, mi amigo del alma, con el que compartí inmensas experiencias, se me ha erizado el vello, he cruzado mis brazos y he abrazado mis hombros… Me he emocionado. La luz es cristalina y el silencio apabullante, la mezcla es conmovedora… invita a pensar. Las estrepitosas tardes de agosto han pasado por mi mente, también sus silencios; esta plaza también sabe saborear el duende, Aguado lo sabe, Morante quizá no.

Mirando a mi izquierda veo chiqueros, una puerta que siempre miré con escaso interés, siempre me resulta trágica la salida del toro. Me desplazo a mi derecha y a pocos metros veo el lugar donde fue herido Manolete aquel fatídico día, miro el sitio con intensidad y de nuevo el vello de mi cara se eriza y se me debilitan ligeramente la fuerza de mis piernas. Los grandes toreros rebasan su existencia dejándonos sensaciones que perduran siglo tras siglo.

Volveré el año próximo… he echado el portón.

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