la suerte suprema

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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

miércoles, 23 de mayo de 2012

UNA FALSA ENTREVISTA DE BÓBILIS BÓBILIS A PALOMO LINARES / JESÚS CUESTA ARANA


Sebastián Palomo Linares
 
UNA FALSA ENTREVISTA DE BÓBILIS BÓBILIS A PALOMO LINARES 

JESÚS CUESTA ARANA 
/EL OJO EN LA MIRADA/

Mediados de los años 60. Palomo Linares el torero linarense, a pesar de su encendida juventud –casi un niño– era ya una lumbrera del toreo, capaz de codearse con los viejos maestros del momento (Dominguín, Antonio Bienvenida, Ordóñez. Puerta, el Viti, Camino). Junto con El Cordobés representaban el nouveau vage de la Tauromaquia. Los dos ocuparon un lugar señero en la mitología juvenil –a veces al margen de los toros– por sus influjos rompedores. Le llamaban los guerrilleros. En medio de una profesión donde la evolución marcaba el paso lento. Se jugaban la vida con una sonrisa en la boca y eso impactaba. Además cuadraban bien con el movimiento pop tan en boga. 

A Palomo Linares de maletilla en un santiamén lo pusieron en los altares de los grandes. Lo mismo le ocurrió a Belmonte casi cincuenta años antes. Inolvidable aquel niño torero que siempre lució terno blanco y plata. Como trocando cada tarde el drama por la ceremonia de la inocencia. 

Un día se corrió como una centella por todo el pueblo que Palomo Linares estaba en el bar de la Parada en Alcalá de los Gazules, en plena campiña gaditana y corazón de la Ruta de los Toros Bravos ( lugar histórico de paso, refresco o manzanilla caliente para los toreros que lidiaban en la feria de La Linea, Algeciras, San Roque o por la parte de Málaga). Una pequeña romería de gente de todas las edades y sobre todo una patulea de chiquillos se acercaba a ver el ídolo de cerca. Tantas veces visto en el Nodo y la televisión. 

Mi amigo Manolo y yo dejamos que amainara el chaparrón para ver al imberbe torero. Chispa más o menos en la misma edad nuestra. Llegada era la hora de darle cuerpo a una ingenua ocurrencia. No queríamos estorbos. Como éste relator era asiduo hojeador de las revistas taurinas del momento (El Ruedo, Dígame, El Burladero..). No me costó especial esfuerzo reconocer, no solo a la figura, sino a la corte acompañante de Palomo Linares. En el centro de la mesa, a un lado relucía la testa lironda de Eduardo Lozano –su apoderado– y al otro el gigantón peón de confianza Bojilla. Y otros miembros de la cuadrillas desconocidos para mí. La comida era frugal. Se notaba más preocupación en los rostros que ganas de comer. Aunque en los días de corrida no se puede llenar el jergón por si viene un mal percance. En ésto a Manolo se le encendió la bombilla en la cabeza como en los bocadillos de los tebeos. De modo que pronto llevó a la practica el plan previsto. Había que echarle carbón al ingenio: hacerle una interviú –en vocablo del momento– al mismísimo Palomo Linares en persona. Todo un reto. 

“Pero, Manolo –protesté– si ninguno de los dos hemos visto ni siquiera en pintura la Escuela de Periodismo.” La decisiva respuesta: “No importa; tú déjame a mí.” 

Acto seguido, con mucho aplomo el amigo sacó del bolsillo un pequeño bloc –muy trabajado por cierto– y un boli roído muy escurrido de tinta. Se acercó diligente a la mesa de los toreros. Nos presentamos como jóvenes periodistas: “¿Para qué medio ?”, preguntó el apoderado: “Para el Correo de Cádiz.”, los dos al unísono. 

(Con éste nombre era y es conocido el castizo autobús que va desde Alcalá a Cádiz. No existía periódico con tal cabecera). 

Palomo Linares, accedió con la sonrisa a capote a abierto y nos invita a sentarnos. Dio el visto bueno y la señal de empezar la entrevista. No sin antes apuntar que todo fuera expedito pues había que tirar para la corrida de feria de Algeciras. 

A la mayor premura –ya con los nervios acusándole– Manolo abre fuego sobre cual era la ganadería que más le gustaba al matador: “No hay toros fáciles. Todos tienen peligro. Lo que pasa que dentro de la bravura unos son más nobles que otros. Me quedo con los Galaches”. 

La primera –dentro del topicazo– salió más o menos bien. Se cumplió. Ahora venía lo gordo: “¿Cual es el segundo apellido de Palomo Linares?” … “Me llamo Sebastián Palomo Sánchez, lo de Linares es un seudónimo porque nací allí. ¿Respondido?...” 

En el ambiente olía ya a tramojo. Y para rematar llegó la simplonería inevitable de cómo estaba más bueno el toro en la plaza o en un chuletón.“Hombre! ¿Qué pregunta? ¿En un buen chuletón...Ahora si hay que salir cada tarde a comerse el toro entero, también se hace...” –responde el niño torero. (Risa general de la mesa). 

Llega una tercera y última pregunta de antología: “¿Cómo se torea a un toros bizco?” (Se denomina a la res que tiene un cuerno más alto que otro). 

Aquí tercia el peón de confianza con su conocido gracejo y zumba rebosada. 

“Poniéndole el cuerno torsío derecho con unas tenazas.¡Mira que tiene gracia la cosa!” 

(Otra vez el coro de risas). 

La cosa se iba complicando. A Manolo como lo había improvisado todo. Pronto se le secó el repertorio. Palomo Linares –sin perder en ningún momento una liviana sonrisa,– remató por derecho la cuestión. Se había dado cuenta de que en aquellos dos bisoños y boquirrubios periodistas había busilis. Que todo olía a cuerno quemado. Pero fue Bojilla el que le puso el muñequito al agriado pastel:“¿No le quedan a ustedes todavía revolcones para ser periodistas apañaos. Todavía me parece que no sabéis ni coger los trastos.” 

“Déjalos hombre –indulgente el apoderado– que cada uno hace lo que sabe y puede. No ves que todavía huelen a pañales.” 

Y un último par de banderillas de Bojilla: “Más fácil veo yo a ustedes –¡fijarse lo que digo!– de toreros que de periodistas. Tenéis más valor que el Guerra y El Espartero juntos.” 

Salimos como pudimos del embrollo. De la entrevista de bóbilis bóbilis. La verdad es que los toreros se portaron geniales con nosotros. Eran hombres acostumbrados a bregar, en plaza partida, al toro y a la vida al mismo tiempo. Tengo la impresión con la perspectiva del tiempo –a toro pasado– que en el fondo le hicieron olvidar por unos instantes, la siempre incierta aventura de los dos toros que esperaban en la umbría de los chiqueros de la Plaza de toros de Algeciras. La escarcha de los pitones que corneaban una vez y otra el aire, esperando impacientes la carne cierta. 

Palomo Linares, igualando su torería con su persona hoy pintor de elevado vuelo y ocasional periodista o informador –¡lo que es el destino!–. Se dejó entrevistar en la cima de su gloria de buen grado por dos gacetilleros de pacotilla. Pero no crea –aunque él no lo recuerde o lo mejor sí– aquella mala entrevista quedó escrita en el aire y grabada en la memoria para el álbum de los vuelos y los recuerdos perdidos. Por eso, hemos pegado en él con engrudo (masa pegajosa a base de harina) ésta entrañable foto escrita.

2 comentarios:

  1. Magnifico y entrañanle como todo lo que escribe Jesus. Me he sentido como sentado junto a ellos.Es el poder de lo bien escrito, de lo escrito con categoria. Guillermo Boto

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  2. Gracias, Guillermo, como en el aforismo belmontimo hacemos lo que podemos.Pero eso, con buena voluntad y mejor disposición. A ver si nos vemos pronto. Un abrazo así de GRANDE.

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