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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

jueves, 18 de agosto de 2016

La próxima guerra ha comenzado ya (II) / por José Javier Esparza


Una mirada distinta sobre el mapa

"...Es preciso recordar que la tendencia mayor del mundo contemporáneo es la ambición de construir un orden planetario, un sistema de poder y convivencia, tanto económico como político, que abarque al conjunto del planeta..."

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  • Segunda entrega del trabajo de José Javier Esparza

Ampliemos la mirada tanto en el tiempo como en el espacio. ¿Qué hemos visto en los últimos años? Escalada de tensión en los márgenes del mapa. Continuas maniobras de la OTAN en los países bálticos y Polonia, envueltas en declaraciones retóricas muy subidas de tono. En Ucrania, tenso impasse en una guerra que dista de haber terminado. Al otro lado del mundo, actividad militar sin precedentes en el Mar del Sur de la China, igualmente subrayada con abundantes discursos poco conciliadores. Nadie llega a las manos en estos escenarios, pero en Oriente Próximo todos mueven sus cartas –y sus bombas- sobre los llanos desérticos de Siria e Irak.

No son procesos aislados, independientes, ajenos unos a otros. Sus vínculos se ven mejor si pasamos de la guerra a la política y atendemos a la nueva red de tratados transnacionales y, en particular, a dos movimientos gemelos: el TTP (Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica) que los Estados Unidos han firmado con una docena de países del Pacífico y el TTIP (Acuerdo Transantlántico para el Comercio y la Inversión) que Washington quiere firmar con la Unión Europea. Ambos tratados dibujan un amplio espacio comercial –pero también, implícitamente, político y militar, es decir, un espacio de poder– con centro en los Estados Unidos, y que atraviesa dos océanos para abarcar desde las costas asiáticas hasta la gran llanura centroeuropea. No es casualidad que las fronteras de este gran espacio vengan a coincidir precisamente con los actuales puntos de tensión militar en Europa oriental y el Mar del Sur de China.

Para visualizar mejor el escenario echemos un vistazo al mapa. Pero cambiemos la perspectiva: no pongamos a Europa en el centro, como solemos hacer los europeos, sino a América. Veremos así un amplio conjunto que se extiende desde ese nuevo centro hacia los lados, y en cuyos márgenes se sitúan precisamente los conflictos más intensos. Imaginemos ahora que sobre ese mapa representamos con vectores los movimientos políticos de los últimos diez años: la incorporación de las repúblicas post-comunistas europeas a la OTAN, la remilitarización de Japón, el traumático cambio de poder en Ucrania, los conflictos marítimos de China con sus vecinos, las sanciones europeas –Washington mediante– a la economía rusa, el cinturón de fuego de las engañosas "primaveras árabes", la nueva amistad de los Estados Unidos con la república comunista de Vietnam, etc.

Todos esos vectores señalan, invariablemente, en una misma dirección: desde el centro –ese centro que ahora está en Norteamérica- hacia la periferia. Los movimientos geopolíticos del último decenio coinciden en expandir la hegemonía norteamericana a través de los océanos y en encerrar a Rusia y China en el espacio continental euroasiático. A la misma dinámica pertenecen, como respuesta, los movimientos chino-rusos de cooperación a través de nuevas instancias como la Organización de Shanghái. Tierra frente a Mar, como en los más clásicos tratados de geopolítica. Después de todo, el viejo Carl Schmitt tenía razón.

¿Nos hallamos, pues, ante un vasto movimiento de expansión de los Estados Unidos? No exactamente. Hay que insistir: Washington es el motor, sin duda, pero lo que estamos viviendo ya no responde a un patrón de expansionismo nacional, sino a un aliento mucho más amplio. Es preciso recordar que la tendencia mayor del mundo contemporáneo es la ambición de construir un orden planetario, un sistema de poder y convivencia, tanto económico como político, que abarque al conjunto del planeta. Este proceso no es reciente ni obedece a conjuras secretas; al contrario, forma parte manifiesta del proyecto general de la modernidad al menos desde Imanuel Kant, que lo expuso en Ideas para una Historia universal en clave cosmopolita y en La paz perpetua, y que preconizaba el establecimiento de un Estado Mundial (sic) como marco "moral" para resolver los conflictos que desgarraban al viejo mundo. Y conviene convocar aquí a la Historia del Pensamiento para entender lo que hoy está pasando.

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