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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

jueves, 25 de agosto de 2016

5ª de las Corridas Generales en Bilbao. Bien Urdiales con un excelentísimo toro de Alcurrucén y destape a lo grande de Ginés Marín / por J.A. del Moral



  • En radical contraste, la tarde de Morante de la Puebla fue realmente deplorable. Es verdad que ninguno de sus dos toros se prestó al lucimiento.

Bien Urdiales con un excelentísimo toro de Alcurrucén y destape a lo grande de Ginés Marín

J.A. del Moral · 25/08/2016
Bilbao. Plaza de Vista Alegre. Quinta de feria. Tarde nublada con cerca de tres cuartos de entrada.

Seis toros de Alcurrucén, muy bien presentados en variedad de capas. El más espectacular por su pelaje – berrendo en colorao tendiendo a ensabanado de nombre Atrevido” – lidiado en segundo lugar fue de vacas. Le premiaron con vuelta al ruedo. Fue el único realmente aprovechable del envío. Si a caso aunque solamente gracias a quien lo lidió y mató en sexto lugar se medio salvó el sexto.

Morante de la Puebla (azul noche y oro): Pinchazo huyendo y otro hondo de igual guisa, silencio. Dos pinchazos, estocada ladeada atravesada y baja más otro pinchazo, hondo, monumental bronca. Salió a hombros.
Diego Urdiales (tabaco y oro): Buena estocada, dos orejas. Pinchazo, media muy tendida y dos descabellos, silencio. Debutó Ginés Marín en sustitución del lesionado Roca Yey (celeste y oro): Pinchazo hondo a toro arrancado y buena estocada, ovación. Pinchazo muy hondo tendido, vuelta al ruedo.

Otra vez y van… la arbitrariedad presidencial jugó un papel determinante en los resultados del quinto festejo bilbaíno. Claro que don Matías ya nos tiene acostumbrados a premiar a los toreros más o menos según sus personalísimas preferencias. Ayer le concedió dos orejas a Diego Urdiales con velocidad supersónica sacando a la vez sus dos pañuelos blancos y si no sacó el tercero del rabo fue porque le dio vergüenza. Ni siquiera esperó a que cuajara totalmente la petición del público. No suele ser tan expeditivo cuando los premiables son algunas figuras como antier Enrique Ponce que cuajó una gran faena coronada con una estocada fenomenal y sólo le dio una oreja. Pero bueno, hace tiempo que sabemos que su eterna permanencia en el Palco de Vista Alegre se debe a la inamovible protección del partido en el poder del País Vasco. Y mira que los organizadores llevan tiempo queriendo sustituirle. Pero no hay manera. Por eso actúa como le viene en gana. También se precipitó al ordenar la devolución del toro quinto a los corrales sin tantos motivos para hacer lo mismo con el sexto, bastante más flojo en el primer tercio que el devuelto. 

El afortunado de ayer fue el riojano Diego Urdiales que estuvo bien con un toro de la ganadería titular para cantarlo en latín. Un toro que si hubiera caído en las manos de quien yo me sé, posiblemente lo hubiera indultado. Menos mal que don Matías ordenó que se le diera la vuelta al ruedo.

'Atrevido' de Alcurrucén, berrendo en colorao tendiendo a ensabanad, fue un toro de vacas. Le premiaron con vuelta al ruedo.

Algunos toros en tardes anteriores, no muchos, como dos de Puerto de San Lorenzo ya habían ganado enteros para ser elegidos como triunfadores del ciclo. Pero este segundo de Alcurrucén será difícil que otro aún por lidiar le gane. Fue el del premio gordo de la lotería que le tocó al aquí muy querido diestro de Arnedo. Para lo que es este torero, reconozcamos que estuvo francamente bien pero no para lanzar las campanas al vuelo.


El buen concepto del toreo que tiene Urdiales salió ayer a relucir en medio de un entusiasmo tan preconcebido como exagerado. A su faena le falto más contundencia acorde con las excepcionales condiciones del animal, por cierto de pelo berrendo en colorado tendiendo a ensabanado. Un toro para disecarlo y exhibirlo en un museo de Ciencia Naturales.
Con el bastante peor cuarto, Urdiales regresó a otra más dura y cruda realidad. No dio facilidades y Diego, aunque lo intentó, no pudo pasar de una labor ciertamente digna.


Del resto de la corrida no podemos decir lo mismo porque los demás toros no fueron ni de lejos como el honrado. Si a caso el sexto aunque, si lució medianamente, fue gracias a la estupenda actuación del debutante en Bilbao, Ginés Marín, que anduvo tan valiente como el que más valiente haya en la actualidad. 
Marín vino a sustituir al gravemente lesionado Roca Rey y la verdad fue que cumplió el compromiso con sobradas creces. Ya se había mostrado valentísimo con el pésimo tercer toro. Pero con el último de la tarde se destapó a lo grande mezclando su enorme valor con una torería tan cara como electrizante y añadiendo un gusto y una clase exquisitas. Super por encima de este toro anduvo el extremeño. Y la verdad es que cayó de pie en Bilbao.


Es increíble que a Ginés Marín apenas le están contratado en la presente temporada, siendo tan valiente y, desde luego bastante más artista y además con clase que el supervalorado e inevitable López Simón al que no hay manera de no verlo.


Urdiales fue recibido por el público con una estruendosa ovación que le obligo a saludar una vez deshecho el desfiles de la cuadrillas. Diego salió rápidamente del burladero avanzando hasta las rayas para saludar y luego pidió a sus compañeros de terna que le acompañaran. Debió hacerlo antes en estricta y acostumbrada cortesía. 
Morante y Ginés Marín se negaron ciertamente desairados. Y es que Urdiales no está precisamente acostumbrado a estos recibimientos. 
En la plaza hubo centenares de partidarios de La Rioja y especialmente de Arnedo, pueblo natal del afortunado espada. Esta predisposición de sus fieles irredentos, lo mucho que también se aprecia a Diego en Bilbao, lugar donde ha triunfado varias veces – Vista Alegre es una de sus plazas talismán – el excepcional juego de su primer toro y la bondad de su faena y de su muy eficaz estocada, añadido a extremo favoritismo del Presidente, acabaron cuajando en un gran triunfo que fue celebrado no solo con ovaciones, también con abrazos entre unos y otros partidarios.

En radical contraste, la tarde de Morante de la Puebla fue realmente deplorable. Es verdad que ninguno de sus dos toros se prestó al lucimiento. Pero aún siendo malos, Morante los convirtió en peores por su visible impotencia. No fue que se asustara. Fue la imagen más nítida del pavor. El enfado del público cobró tintes de motín cuando, en la salida del cuarto, su gran peón de confianza, José Antonio Carretero, lo bordó en la brega porque hasta le pegó lances lucidos. Cuando Morante, aterido, no logró aquietarse lo más mínimo inmediatamente después, se armó la de San Quintín. Lo cierto fue que entre unas cosas y otras, la tarde fue muy entretenida y la gente salió de la plaza francamente satisfecha.

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