la suerte suprema

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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

sábado, 17 de julio de 2021

Otro julio atípico / por Paco Delgado


 El séptimo mes del calendario, vive, por segundo año consecutivo, una  situación extraña y descorazonadora, al margen de un panorama  sanitario otra vez amenazador y panza de burra. Desde la guerra civil  no se había visto cosa igual: no hay toros en Pamplona ni en Valencia.

Otro julio atípico

Paco Delgado
Avance Taurino / 17 Julio 2021
Parecía que lo peor ya había pasado y que los tan devastadores  efectos de la pandemia eran ya cosa del pasado. Un mal trago del que  extraer consecuencias y recordar para no volver a repetir las  (muchas) cosas que se han hecho mal.

Pero no. La pesadilla continúa. E, incluso, parece que la cosa puede  ir a peor, Dios no lo quiera, ya que la capacidad del hombre para  meter la pata es extraordinaria.

Y en estas estamos cuando tendríamos que estar haciendo resumen y recopilación de lo que hubiera sucedido en San Fermín, una de las fiestas más populares de España y una de las ferias taurinas clave en el curso taurino.

Sin embargo, y como ya ocurriese en 2020, el evento ha pasado en blanco y Pamplona, los miles y miles de foráneos que allí acuden al reclamo de sus fiestas y los no menos aficionados que colman su plaza y disfrutan de lo que en ella sucede a través de la televisión, se han quedado con las ganas y un palmo de narices.

No se pueden correr riesgos con los contagios y, a lo que se ve, es más proclive a ellos el espectador de una corrida de toros que quien asiste a un concierto, por ejemplo.

Sea como fuere, lo bien cierto es que la Casa de Misericordia, para cuyo mantenimiento se monta este serial, no considera que sea rentable para sus fines haciéndolo en formato reducido, siempre y cuando el Ayuntamiento -que se ha mostrado partidario de esta fórmula aunque no participa en los gastos de organización- no aportase una cantidad que sirviese de compensación a lo que se deja de recaudar, prefiriendo funcionar con lo que tienen a tener que apechugar, encima, con pérdidas y deudas.

La otra gran cita de julio es la feria de Valencia. La más importante y destacada de la temporada en sus orígenes, modelo de casi todas las que vinieron detrás y que, de un tiempo a esta parte, se ha visto orillada y con serio peligro de subsistencia.

Tampoco este año ha sido posible disfrutar de ella. El coronavirus, por un lado, el miedo por otro, el afán prohibicionista -y si se trata del tema toros mucho más exacerbado- de nuestras autoridades regionales y los intereses particulares de la empresa gestora del coso de Monleón se han sumado para que tampoco se pueda celebrar en 2021.

Ese aforo limitado a 4.000 espectadores es el argumento que esgrime Simón Casas para justificar su renuncia. 4.000 que son menos en realidad si se descuentan las entradas de que dispone la Diputación, etc. Ese aforo y los costes que conlleva hacer algo en una plaza de primera han sido las claves para que el coliseo valenciano sólo tenga en julio actividades culturales y el toro únicamente aparezca en una pantalla de cine.

El aficionado, en cualquier caso, no entiende ni comprende cómo se puede dejar a Valencia ya dos años sin toros. El empresario, por su parte, tiene como principal misión la obtención de un beneficio económico y no contempla escenario alguno que le ocasione ya a priori números rojos, pero, además, tiene a la vez la obligación de procurar a su clientela el producto a que se comprometió cuando asumió la adjudicación de la plaza. Puede que visto desde fuera parezca más fácil o más sencillo, pero no son pocas las opiniones que indican que se podía haber negociado con todas las partes implicadas y, como ha sucedido en otros sitios, alcanzar un acuerdo para salir del paso y, como cantaban Simón (Paul) y su amigo Garfunkel procurar mantener satisfecha a la clientela. Y ese es otro tema que se ha olvidado y al que nadie echa cuentas: el cliente del empresario es el público.

Factores ajenos a los aficionados les dejan, por segundo año seguido, sin toros en dos de las principales ferias del año.

Se corre el peligro de que sea luego misión imposible el que vuelvan a la plaza.

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