"...Mi padre se dio cuenta de que aquel pastor alemán que vagaba perdido por las calles era del circo que se había ido hacía unos días. Seguramente se habría caído del camión. Lo recogió, lo llevó a casa, y allí, atado en el huerto lo conocí. Ladraba mucho y no quería cercanías, así que mi padre nos mantenía alejados, hasta que con el tiempo y buenos alimentos se fue ganando su confianza. Y así llegamos a entendernos y salir juntos y sueltos a la calle. Hasta que llegó el día..."
El perro del circo
Diario Jaén/14 Abril 2023
Sucedió poco antes de la llegada de la televisión. Entre el 60 y el 65. Entonces, en Segura de la Sierra, los niños no teníamos móviles. Ni los mayores, claro. La vida pasaba con otro ritmo. Unos trabajando fuera —la madera y el ganado daban quehacer y sustento— y otras trabajando dentro. Y para nosotros escuela y calle. Aparte de la jarra de la leche en polvo no había más tecnología que sacarle punta a la pita, saltar ligero a piola o andar innovando en la búsqueda del mejor escondite. La investigación propiamente dicha llegaba cuando jugábamos a los médicos con las niñas, que era el inicio de futuros escarceos, entonces más que prohibidos. Y cómo no, la radio, “Aquí, radio intercontinental, Madrid”. La perra gorda y los dos reales con agujero eran monedas en curso; y con una peseta los domingos tenías para pipas, chicles y a lo mejor una gaseosa. El cine, si no hacía frío, en las ruinas de la Iglesia de los Jesuitas. Y excepcionalmente, en Orcera. Como la vez que nos bajaron a ver el estreno de Ben-Hur en el cine de “Fortoso”, que así llamábamos a Fructuoso Cózar.
En verano venían los negros de los campamentos, que por eso se llama ahora el “campamento de los negros”. Les llamábamos negros porque eran negros, no porque no los quisiéramos. Al revés. Había un cariño especial, una ternura de nuestras madres hacia aquellos jóvenes de grandes ojos venidos de Sidi Ifni, Guinea y Fernando Poo. A nadie se nos ocurría pensar que llamarlos negros podría ser una manera de ofender a quienes además eran tan españoles como nosotros. La luz se iba cada dos por tres y los fuegos se anunciaban tocando las campanas de la iglesia para que todo el mundo acudiese a subir en los camiones para ir a apagarlos. Algunas veces la guardia civil tenía que buscar algún que otro remiso. En los toros, nos impresionaban tanto las faenas de los toreros como las de los carniceros que allí mismo, descuartizaban las canales con impresionante habilidad. Y era lo más normal.
De Alicante venía el Circo Mundial. O monumental o internacional, no estoy seguro. Tenían serpientes enormes. Y hasta un hipopótamo. Quién iba a ver una boa en Segura si no te la llevaban allí o te llevaban a un zoo de la capital. A quien sí recuerdo bien es a Curro. Que así le llamábamos nosotros. Mi padre se dio cuenta de que aquel pastor alemán que vagaba perdido por las calles era del circo que se había ido hacía unos días. Seguramente se habría caído del camión. Lo recogió, lo llevó a casa, y allí, atado en el huerto lo conocí. Ladraba mucho y no quería cercanías, así que mi padre nos mantenía alejados, hasta que con el tiempo y buenos alimentos se fue ganando su confianza. Y así llegamos a entendernos y salir juntos y sueltos a la calle. Hasta que llegó el día. Era temprano y estábamos acostados. Se paseó por todas las habitaciones moviendo el rabo para decirnos que habían venido a por él. Su dueño, sí. El mismo que lo vestía con una chaquetilla para conducir una carretilla con un par de monos. Ese al que se le caían las lágrimas como puños cuando lo abrazaba y que —agradecido— todos los años de su vida nos mandaba una felicitación de navidad multicolor llena de tigres y payasos. Hoy los perros ya no trabajan en el circo. No se si eso nos hace más civilizados, pero de lo que estoy seguro es de que no nos hace más felices. Ni a los unos ni a los otros
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Enclavado en pleno centro del Parque Natural de Cazorla, Segura y las Villas en la Provincia de Jaén, se encuentra el maravilloso pueblo de Segura de la Sierra, declarado Paraje Pintoresco y Monumento Histórico-Artístico. Ver: Click
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