"...Concluyamos, entonces, que los partidarios o aficionados que se inclinen por una u otra opción tienen sobradas razones para considerar a cualquiera de ellos. Incluso es posible decir que habrá quienes piensen que se quedan con las dos opciones y que han salido muy satisfechos con la actuación de ambos diestros..."
La Puerta del Príncipe deberá revisar sus cimientos y estructura a la vista de los toreros y el gentío que la asedian, no vaya a ser que ocurra una desgracia cuando salen a hombros tantos triunfadores. Habrá que tener cuidado con quienes la traspasan sin los méritos debidamente acreditados, pues éstos pueden debilitar aún más su solidez y, por descontado, su prestigio.
Una feroz competencia se ha producido, y no solo en el albero, entre esos dos nombres que dan título a este escrito, si bien entre los aficionados seguro que queda claro quién con más motivo ha de ocupar el puesto reservado al triunfador del ciclo.
Muchos podrán preguntarse que por qué está clarísimo, si no hemos dicho si nos referimos al sevillano o al peruano. Sinceramente nos referimos a los dos. Lo que pasa es que los grupos que lo tienen claro son muy diferentes entre sí.
¿Quién va a discutir a Morante su lección magistral, tanto con capote como con muleta, esa inspiración creativa que le hizo alcanzar el premio de un rabo? ¿Quién va a poner en duda la capacidad y tenacidad de Roca para hacer girar a su alrededor a cuantos toros le ponen delante?
Como nadie podrá discutir una cosa y/o la otra, habrá que tirar de otros argumentos: puede ser el buen gusto, la belleza y también el repertorio con el que te sorprende siempre el de la Puebla. Por el lado del limeño no es discutible ni su valor, ni la firmeza y disposición arrolladora a base de, fundamentalmente, cojones para obtener el triunfo.
Concluyamos, entonces, que los partidarios o aficionados que se inclinen por una u otra opción tienen sobradas razones para considerar a cualquiera de ellos. Incluso es posible decir que habrá quienes piensen que se quedan con las dos opciones y que han salido muy satisfechos con la actuación de ambos diestros.
Yo, en lo particular, me quedo con Morante de la Puebla, valorando mucho más el compendio artístico y el caudal de suertes y tauromaquias que fue capaz de ofrecernos en una actuación imposible de repetir, lo visto fue único en el fondo y en la forma. Morante, la inspiración, máxima variedad y ajuste además de más elegante recreación artística. Sorprende tanta capacidad para improvisar y soñar con todo tipo de suertes. A todo ha de unirse la interpretación cabal del toreo.
Lo de Roca Rey, con tener su mérito, se parece mucho más a lo que le hemos visto con anterioridad y seguramente lo que le podamos ver de nuevo a lo largo de la temporada. Rotundo, tenaz, y un valor a prueba de las distintas dificultades de los toros a enfrentar. Sus ganas de triunfo son insuperables. Y no crean que es poco, lo hace, y se ve, muy por encima del resto. Exponer mucho y hacerlo bien ha de tener su premio. Pero el arte e inspiración para componer el cuadro de Las Meninas son únicos y de ahí su máxima grandeza.
Por último, quien tiene la potestad de abrir esa puerta de la gloria en Sevilla, también es responsable de que se resquebrajen sus cimientos, por lo que habrán de cuidarse de usar la llave de forma tan ligera como se está haciendo desde el palco en la feria. De igual modo han de cuidarse de no usar a la ligera el pañuelo azul que también puede dañar los principios esenciales de lo que debe considerarse un toro bravo.
De todo esto se habla, y mucho, este año con lo que ocurre en Sevilla y que, gracias a las nuevas cámaras televisivas, ya funcionando con normalidad, está llegando a más rincones que nunca. Cuidadito con eso también. No sean frívolos, que pueden creerse en todas partes lo que dicen en las retransmisiones y equivocar, ahora sí, a medio mundo.
La oportunidad es excelente, pero cuidado no vayan a creerse por esos mundos de Dios que todo lo que sucede en Sevilla es bueno y refleja toda la verdad. Por suerte, ayudado también con la autenticidad, torería y naturalidad de los compañeros de terna de ese gran día, sumaron a la coreografía artística de Morante para convertirse en un todo, mostrando el camino que nos hizo llegar a la gloria. Del rabo se hablará mucho pero lo importante había ocurrido con anterioridad.
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