PERSONAJES DE OTROS TIEMPOS (1)
BENJAMÍN BENTURA REMACHA
Zaragoza, 6/12/2016
Hace unas semanas leí un artículo de José Luis Ramón en 6TOROS6 que me encantó. El director de esta revista es una de los que mejor escriben de toros y, además, no incluye tacos para imitar a Camilo José Cela y aspirar al Nobel de la Tauromaquia. Ese artículo me inspiró el tema que pretendo desarrollar en esta ocasión y prolongarlo a un futuro inmediato porque barrunto que no me queda mucho tiempo.
Se refería José Luis a la diferencia que hay entre las figuras del toreo y los caudillos o mandamases que en nuestro mundo han sido: “Martincho”, allá, a lo lejos, el triunvirato de Pedro Romero, “Costillares” y “Pepe-Hillo”, después, “Paquiro” y “El Chiclanero”, más tarde, “Lagartijo” y “Frascuelo”, primera y más duradera pareja, “Guerrita”, en solitario, “Mazzantini”, “Bombita” y “Machaquito” y el pleito de los Miura, José y Juan, el amontonamiento de los años 20 del siglo XX, “Manolete” y “El Cordobés” y el citado “Guerrita”, tres califas en la palmatoria torera, sin entrar en apreciaciones técnicas ni artísticas. A mí, sin poder señalar las razones, creo que me hubieran gustado más “Costillares”, “Paquiro”, la planta, la montera, el caliqueño, Fuentes, la elegancia, Rafael el Gallo, la gracia, la inspiración, Gaona, majeza y armonía, y Félix Rodríguez por los documentos gráficos examinados y por los juicios escuchados de boca de mis antepasados familiares y amistosos. Si hago caso de lo mucho escrito por Luis Bollaín, el indiscutible de todos los tiempos sería Juan Belmonte. Don Luis estaba en su derecho.
Bollaín, notario en Sevilla, su destino soñado, era de Colmenar Viejo y hermano de Adolfo que publicó muchos libros y entre ellos uno que tituló “Aparicio, sí; Litri, no”. En la calle madrileña de Virgen de los Peligros había un estudio de fotografía que regentaba el aragonés Ángel Aracil y que se titulaba Fotos Goya. En su fachada había un expositor en el que colocaba fotos de Miguel Báez. Un día la vitrina fue apedreada con furia sarracena. Así eran por entonces los partidarios de los toreros. Y Colmenar, como Toledo en tiempo de los moros, la capital del saber taurino. A los Bollaín había que añadir el nombre de don Luis Fernández Salcedo que fue bellísima persona, relator de la vida del toro y de la historia de Diano, el semental de los Martínez, el de los siete toros de Joselito en Madrid. Y en Colmenar nació Agapito García “Serranito”, el hombre de la voluntad de hierro que superó una fractura en la columna vertebral yacente en un lecho de escayola durante meses hasta poder valerse tras aquella terrible cogida de Benidorm. De Colmenar eran también otros Salcedos, ganaderos, picadores y lechero en la calle de Caballero de Gracia, amigo de Jaime Marco “El Choni” y del abuelo de José Tomás, que estaba preocupado porque a su nieto le gustaba más el fútbol que los toros. No cabe duda de que José Tomás tiene las estrellas caudillistas pero no se las pone.
Leído el artículo de José Luis se me ocurrió mirar la relación de las corridas toreadas en este año de 2016 y comprobar lo que casi siempre ha sucedido: que los toreros del pellizco casi nunca encabezan el escalafón. Ahora le toca a “El Fandi”, antes a “Jesulín de Ubrique”, “Espartaco” o Curro Girón. Este año, Ponce está en sexta posición, lo que podemos calificar de hazaña porque el de Chiva cumplía su mas de cuarto de siglo como matador de toros. En el total de actuaciones es el indiscutible caudillo de la grey taurina. El décimo lugar de este año que agoniza lo ocupa Andrés Roca Rey, pero hay que tener en cuenta que en agosto tuvo que cortar su temporada. Por en medio los que a mí me hacen tilín: Cayetano, Juan Bautista, el de Arlés, Morante de la Puebla, Curro Díaz, Juan del Álamo, Diego Urdiales bendecido por el patriarca Romero, Ginés Marín y Pérez Mota. En la parte baja, “Finito de Córdoba”, “Paulita” y “Varea”, el del novillo de Los Maños, testimoniales Ortega Cano y Esplá y en limbo Matías Tejela y “Pedrito de Portugal”, el de las novilladas triunfales de Zaragoza de hace años. Casi 170 matadores de toros dispuestos a enfundarse el capote de lujo y ¡Tarari!, ¡Tararí!, iniciar el paseíllo con el pie derecho.
Ramón hablaba de una foto de Ponce y Román frente a frente, silencio, respeto mutuo y admiración del discípulo hacia el maestro. También apuntaba la otra circunstancia peculiar del toro moderno: los toreros de Madrid, Antonio Bienvenida y Antoñete. Son muchos más y muchas veces no han sido diestros de la exquisita naturalidad de los citados. Alfonso Merino, Paquito Rodrigo, Andrés Vázquez y Ruiz Miguel y sus “alimañas”. Merino tenía una pata de palo, Rodrigo era muy fotogénico pero frío de cuello, este Vázquez se perdía entre barroquismos zamoranos y Ruiz Miguel no sabía saborear los bombones con guinda dentro. Hubo dos toreros que, por circunstancias, los dos acabaron su relato en Madrid. El primero era de Alcobendas y se llamaba Benigno Aguado de Castro. Salida fulgurante con destacada actuación en Zaragoza en el mes de octubre de 1943, no pasó por Madrid de novillero nada más que en un festival en 1944 y, para colmo, actuó en Barcelona en trece ocasiones y allí tomó la alternativa. Vino a Madrid a confirmar y luego renunció a ella y a mayores glorias. Madrid le borró del mapa taurino.
Otro caso fue el de Francisco Sánchez “Frasquito” nacido en Toledo, 1927, pero trasladado a Madrid con dos meses. Camarero del “Fuyma”, en la Gran Vía cerca de Callao. En Madrid, lógicamente. Se celebró un festival en Sevilla el 9 de diciembre de 1947, tres meses después de la muerte de Manuel Rodríguez Manolete. Actuó en él “Frasquito” y por la calle de Las Sierpes flotó la imagen fantasmal del “Monstruo resucitado”. Confirmó al año siguiente el fantasmal augurio y todo el mundo taurino enloqueció entusiasmado. Pero, antes de llegar a su presentación en Madrid dos años después, vinieron las cornadas de Bilbao y Córdoba y Las Ventas del Espíritu Santo lo lapidaron. Cogió el barco, atravesó el Atlántico y en México rehízo su vida en el negocio de la hostelería y hasta tomó la alternativa en Autlán de la Grana el 2 de febrero de 1955 y en mano a mano con Alfredo Leal. Murió en México el 24 de febrero de 1993.El aroma sevillano, casi flor de un día, se mantuvo años y años. ¿A quién se le adjudica el origen de aquel misterio?
Bueno, sobre Madrid y Sevilla hay otros episodios en los que el misterio se propaga por otros rincones. Por ejemplo en el caso de Manolo Vázquez, el hermano de Pepe Luis, nacido en Sevilla y que no fue torero Sevilla no hasta su tardía reaparición. En su presentación como novillero en Las Ventas cortó cuatro orejas “y puso el toreo de frente”. O el caso de Paco Camino, más de Madrid que La Cibeles. Pero estas son distintas historias y me las dejo para otro día.
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