Las corridas de toros son un espectáculo que puede gustarte o no. Pero dado lo inconsistente de los argumentos en contra, parece que hay algo más detrás de esa persecución. La sombra de la nueva sociedad que quieren imponernos es muy alargada.
- Exigen derechos para los animales pero despojan de los mismos al humano no nato; se manifiestan en las puertas de las plazas de toros pero no de las clínicas abortivas; ni se van a Iraq a protestar cuando el estado islámico va a degollar o quemar vivos a seres humanos; denuncian como si les fuera la vida en ello la caza de especies cinegéticas pero permanecen impasibles ante los miles de personas que mueren de hambre.
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El interés de ciertos grupos de poder por imponer su particular visión de la sociedad va más allá de ideologías políticas; como si de Caballos de Troya se tratara, van introduciendo a sus actores en distintos estamentos sociales y plataformas de decisión, parair enraizando sibilinamente sus postulados.
Así, tenemos desde la ideología de género que pretende acabar con la biológica dicotomía hombre-mujer, hasta la absurda y engañosa pretensión de otorgar cualidades humanas a los animales.
En esta entrada trataremos de denunciar esto último: La incongruencia instalada en una sociedad débil y urbanita, que confunde el trato debido a las personas con el trato que damos a los animales.
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Terminado el fin de semana en el campo, volvíamos a la ciudad para iniciar una nueva semana laboral. Nuestros hijos tenían entonces 4 y 6 años, es decir, eran libros por escribir cuyas reacciones eran fruto de la espontaneidad natural. Como todos los niños veían repetidamente películas, entre ellas algunas de Disney. En éstas, los animales sustituyen a las personas para una mejor trasmisión de valores a los niños. Sin embargo, las mayoría de las veces, los acaban confundiendo y distorsionando el orden natural. (Hay personas, creciditas ya, que aún siguen creyendo que Bambi lloró cuando mataron a su madre)
Al pasar por el cerrado donde se encontraban los utreros (toros de 3 años), a dos metros de la alambrada que lo separaba del carril por donde transitábamos, varios toros acosaban a un precioso novillo castaño que intentaba defenderse, con ansiosa desesperación, sin mucho éxito.
Detuve el coche tratando de separarlos tocando la bocina y gritándoles –quien fuere testigo de una pelea de toros, sabe que una pelea fuerte tiene alta probabilidad de acabar con la muerte de algún contendiente-, pero estaban ciegos y sordos con el fragor de la lucha. Aparecían toros de todos los extremos del cerrado. Venían muy rápido , con las cabezas bajas y los ojos enloquecidos; el cuello estirado y la lengua fuera mientras emitían un ensordecedor, cavernario y desgarrador sonido, que más se asemejaba al rugido de la fiera que al reburdeo bovino. Se habían abierto las puertas del infierno.
En un momento dado, tres negros novillos embistieron a la vez al “matón” que antaño lideraba la manada. Suspendiéndolo en el aire le asestaron varias cornadas mortales y lo dejaron caer a continuación, para que los que llegaban lo remataran en el suelo. El novillo brutalmente agredido,con cornadas externas e internas, no sobrevivió a esa noche. Se había vuelto a producir un cruento episodio de la naturaleza.
Al mirar a mis hijos, estremecidos ante la visión del cruel episodio natural de violencia extrema, me dijeron: “Papá, ya no nos da pena que maten a los toros en las plazas”
Ese día, a mis hijos se les cayó la venda que Walt Disney, con nuestra inocente colaboración, les había puesto en los ojos. Contemplar el resultado del carácter natural del toro bravo, evitó que se convirtieran en bárbaros.
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Bárbaros, históricamente, eran aquellos que no sabían distinguir entre el trato que hay que darle a una persona y el que hay que darle a un animal.
Hemos de saber diferenciar el ser humano – sujeto con intereses– de los animales –que no son sujetos morales por ser capaces de sufrir-. Los animales no tienen intereses, tienen instintos y es por ello que nosotros somos moralmente responsables y ellos no.
Nosotros podemos elegir, por ejemplo, no comer para mantener un peso saludable, para conseguir nuestro interés. Un animal no es sujeto de esa capacidad de elección, es una bestia instintiva.
“La barbarie no consiste en tratar con inhumanidad a los animales, sino en no distinguir el trato que se debe a los humanos y el que puede darse a los animales”
Fernando Savater
Los derechos básicos pueden gozarlos aquellos seres con capacidad para tener conciencia de su identidad como titular independiente de intereses. Los animales no tienen esta capacidad; es más, carecen de intereses, por lo que intentar otorgarles derechos básicos es una quimera solo explicable por la distorsión de los grupos de presión interesados en construir una sociedad artificial al servicio de su ideología.
Como apunta Fernando Savater en “Tauroética”:
“intentar conceder derechos a los animales y plantas es no dejarles ser lo que son”.
Hoy por hoy, en el absurdo, inmoral y urbanita intento de humanizar a los animales, está creciendo la idealización de los mismos y la compasión por lo que les pueda pasar. Sin embargo, en una desvergonzada manifestación de incoherencia, se castra a gatos y perros, se enjaulan pájaros, se sepultan en cajas de cristal a peces…se aliena a las llamadas “mascotas”.
Es curioso que aquellas personas que vociferan mostrando humanitarismo con las bestias, suelen mostrar una desmedida bestialidad con los humanos. Exigen derechos para los animales pero despojan de los mismos al humano no nato; se manifiestan en las puertas de las plazas de toros pero no de las clínicas abortivas; ni se van a Iraq a protestar cuando el estado islámico va a degollar o quemar vivos a seres humanos; denuncian como si les fuera la vida en ello la caza de especies cinegéticas pero permanecen impasibles ante los miles de personas que mueren de hambre.
Es una lástima que todos esos que se pintan de rojo y se desnudan para protestar contra las corridas de toros, no utilicen su tiempo en leer e investigar un poco más. Los “jipis” que estaban el otro día tirados en la calle a la salida de la Plaza de Toros de San Sebastián, tras un cartel que decía “Si quieres sangre córtate las venas”, estarían demasiado ocupados “salvando” a los piojos que corrían por sus endurecidas rastas…
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