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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

miércoles, 8 de febrero de 2017

...O muerte indigna / Por Jorge Arturo Díaz Reyes





La corrida “moderna” es la última versión del mea culpa biológico. Del, pero es que aun somos capaces de matar un animal, uno solo, con decencia y juzgar eso bello. Cara a cara, cruzando armas con él, a vida por vida, en un rito de honor, con una liturgia y un código ético-estético. Dándole identidad, nombre, condición de igualdad, derecho a defenderse y a vivir (indulto).


...O muerte indigna

Cali, 7 de febrero 2017
El único animal que el hombre mata con dignidad es el toro de lidia. A todos los demás los asesina con alevosía, premeditación, indefensión, ventaja, superioridad y ocultamiento. Por millones, legitimando la hecatombe con el pretexto de que es para propio beneficio. Bueno, en principio todo crimen parte del mismo principio, beneficio del criminal.

En los mataderos, en los criaderos industrializados, en los laboratorios de investigación, en la pesca, en la cocina, en la casa, en la caza,... por cielo, mar y tierra, hoy y siempre, con todo lo que su tecnología le ha proveído, desde piedra y garrote hasta informática.

Porque la especie humana es depredadora. No por mala (moralmente), por necesidad vital. Porque no tiene otra salida. Porque la biología condena los vivos a matar o morir. Porque así es. Porque la muerte existe como fin de la vida. Todos, animales y vegetales, nacemos para morir y dar vida a otros.

Desde tiempos inmemoriales, yo supongo que desde que la consciencia existe, el hombre (y la mujer), se han consumido en esa culpa. En ese pecado original. Y desde entonces han tratado de purgarlo. Racionalizando, idealizando, sublimando, legislando… deificando los animales o la naturaleza que agreden para vivir. En las protorreligiones mediterráneas el toro era dios (sacrificado ritualmente) y así.

La vergüenza nos ha podido porque no hemos podido con ella. Los toros rupestres de Altamira y Lascaux, los pétreos de Guisando, los mosaicos taurinos cretenses lo atestiguan.

La corrida “moderna” es la última versión del mea culpa biológico. Del, pero es que aun somos capaces de matar un animal, uno solo, con decencia y juzgar eso bello. Cara a cara, cruzando armas con él, a vida por vida, en un rito de honor, con una liturgia y un código ético-estético. Dándole identidad, nombre, condición de igualdad, derecho a defenderse y a vivir (indulto).

Todo esto tras haber sido criado con mimo durante al menos cuatro años, y como exige la moral del absurdo; también para nuestro propio beneficio. Pues al final, igual que millones y millones de animales que masacramos vergonzantemente, calladamente, será descuartizado, cocinado, devorado y sus otros despojos convertidos en productos industriales y comerciales.

En Colombia la Corte Constitucional, (cinco magistrados), ha votado por criminalizar las corridas y penalizarlas (12 a 36 meses de cárcel y más), mejor dicho, que todos los toros vayan al matadero. Pero ha dejado una rendija; que sea el Congreso, en un plazo no mayor a dos años, quien decida sobre la cuestión esencial; muerte digna o muerte indigna.

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