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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

miércoles, 2 de octubre de 2019

A la temporada le queda un suspiro / por Álvaro R. del Moral



La feria de San Miguel clausuró el abono sevillano antes de que el festival a beneficio de las cofradías del Baratillo y la Esperanza de Triana eche el telón definitivo a la campaña en Sevilla. Atrás quedó, algo coja, la conmemoración del centenario de Chicuelo

A la temporada le queda un suspiro

ÁLVARO R. DEL MORAL
EL CORREO / SEVILLA / OCT 2019 
   
Un largo clarinazo
Fue el que señaló que había llegado la hora de matar al sexto toro de la tarde del pasado domingo. Era la última res que se lidiaba en el abono –uno más, uno menos- antes de que el lujoso festival del próximo 12 de octubre clausure definitivamente la temporada sevillana hasta el 12 de abril de 2020, que será Domingo de Resurrección. Tiempo habrá en estos días de analizar, resumir y recordar lo que dio de sí esta campaña que ya ha pasado a la historia por un acontecimiento –no hace falta ni nombrarlo- que permanece en la memoria de todos. Pero no está de más dar un fugaz repaso a la recentísima feria de San Miguel. La memoria rescata el nuevo toque de atención del novillero madrileño Rafael González que, pese a olvidarse del reloj y el más elemental sentido de la medida debió cortar la oreja que le negó un palco asombrosamente cicatero. En esa misma novillada hay que anotar el excelente concepto y hasta la sobreexposición de Calerito, que le costó una molesta y dolorosa cornada. La corrida del sábado –la llenó un torero ausente, por cierto- quedará en la historia menuda del toreo por la elegante y cariñosa despedida que el público sevillano tributó a El Cid, que dejó algunos retazos de sus mejores fueros con capote y muleta. 

El ciclo, finalmente, se cerró este domingo poniendo en evidencia el declinante tirón taquillero de Morante y El Juli. Les tocó pechar con lo peor de la tremenda corrida de Daniel Ruiz, que reservó el mejor lote para el que más lo necesitaba: el toricantano Ángel Jiménez. El nuevo diestro de Écija dio lo mejor de sí mismo, enseñó su vena más artística y recibió el premio global de una oreja que le debe animar a perseverar en el empeño. Enhorabuena, matador.



Una gran oportunidad perdida
El pasado sábado, en la yema de la feria de San Miguel, se cumplía un siglo exacto de la alternativa de Manuel Jiménez ‘Chicuelo’, un torero fundamental para trazar y comprender el hilo del toreo contemporáneo. Lo hemos contado con pelos y señales desde esta modesta ventana digital anticipándonos al acontecimiento. Manuel Jiménez Amador, nieto del genial diestro de la Alameda de Hércules y torero también, ha sido el auténtico y más constante abanderado de la reivindicación histórica, cultural y taurina de su abuelo. Le ha costado hasta el dinero. En este movimiento hay que anotar algunas iniciativas puntuales como la charla organizada por Aula Taurina el pasado mes de febrero o el reciente acto académico acogido por el Ateneo de Sevilla . En esa lista hay que sumar las jornadas del Círculo Cultural de Osuna y el doble concierto de la Banda Sinfónica Municipal en la Caja Rural del Sur y el Círculo Mercantil. Tampoco hay que olvidar el excelente reportaje emitido dentro del programa ‘Tendido Cero’ de Televisión Española. Puede que se quede alguna iniciativa o actividad en el tintero aunque la lista se ampliará con las jornadas que ya cocina la Cátedra Sánchez Mejías de la Universidad de Sevilla para mediados de noviembre. Pero, sin ánimo ni intención de señalar a nada ni a nadie, hay que reconocer que la efeméride ha quedado un poco coja. Especialmente ese día 28, sábado de San Miguel, que podría haber girado en torno a la definitiva reivindicación del gran torero sevillano que sólo fue recordado –a 538 kilómetros- por otro matador de esta tierra: fue Juan Ortega, que hizo el paseíllo en la plaza de Las Ventas embozado en un precioso capote bordado con la imagen del Señor del Gran Poder. Es uno de los tesoros más preciados de la familia Chicuelo, al que el emergente diestro brindó una de sus faenas aprovechando que la corrida era televisada. Ha faltado una iniciativa coral, compacta, organizada, apoyos que no llegaron, un programa coordinado... ¿La culpa? Entre todos la mataron y ella sola se murió...

Otros temas de interés
La semana taurina que se fue arrojó otros titulares, otros asuntos que concitaron la atención de este singular planeta. Alguno, tan impactante y doloroso como la muerte de la madre del novillero valenciano Jordi Pérez, ese moderno Niño de las Monjas que dejó aura de torero valiente en su paso por las novilladas de promoción del pasado verano. Jordi, redimido y recriado en un hogar de religiosas de Valencia, debutó hace poco más de una semana con picadores en Algemesí. Sólo unas horas después llegaba el fatal accidente de tráfico que acababa con la difícil vida de su madre. Fuerza, torero, la misma que deseamos al diestro madrileño Javier Cortés, que ha perdido definitivamente la visión del ojo derecho, destrozado por una cornada en Las Ventas. También nos hacemos eco del alegato de esos toreros menudos que sólo piden que les dejen hacer lo que mejor saben: torear y divertir. La dictadura del pensamiento único quiere también persigue la abolición de estos festejos cómicos. Pronto nos prohibirán pensar. Al tiempo.

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