
Ilustración de José Rivela | Cámara EDATV
'..No hay que prohibir el debate, hay que enseñar a debatir. No hay que blindar los campus, hay que abrir las conciencias. La violencia nunca es argumento; el miedo nunca es razón; y el silencio, cuando es impuesto, siempre termina siendo complicidad..'
El silencio de los cobardes
Por José Rivela Rivela, el cronista apartado.
Pamplona, ciudad de clarines y de pensamiento, ha cerrado hoy sus puertas al debate. La Universidad de Navarra —fundada sobre la palabra y el riesgo— suspende su actividad y se atrinchera, como si la palabra fuera dinamita. No lo es: la palabra es el último refugio del hombre libre. Lo demás —el miedo, la amenaza, la censura preventiva— son los uniformes del alma vencida.
Vito Quiles iba a hablar. No importa tanto lo que iba a decir como el hecho de que iba a decirlo. Esa es la frontera. Cuando se prohíbe hablar, cuando se cierran los campus, cuando se suspende una conferencia por miedo a los violentos, ya no es la seguridad lo que se defiende: es el miedo lo que gobierna.
Se nos dice que hay amenazas, que hay grupos proetarras dispuestos a convertir el pensamiento en objetivo. Pero ¿no fue ese siempre el método de los bárbaros? Los que gritan para tapar, los que golpean para no pensar, los que incendian una biblioteca creyendo que así se apagan las ideas. Son los mismos de siempre, con pancarta o con tuit, con pasamontañas o con perfil anónimo.
Una universidad cerrada por miedo a la libertad de palabra no es ya una universidad, sino un mausoleo del pensamiento. El campus que se amuralla se convierte en cárcel. Y las aulas vacías son los escombros de una civilización que empezó leyendo y acabó silenciando.
No se trata de estar de acuerdo con Vito Quiles o con nadie. Se trata de defender el derecho a hablar, incluso —y sobre todo— cuando no coincidimos. Porque ese es el cemento invisible de la democracia. Sin él, el edificio se derrumba y lo que queda es un eco de consignas.
No hay que prohibir el debate, hay que enseñar a debatir. No hay que blindar los campus, hay que abrir las conciencias. La violencia nunca es argumento; el miedo nunca es razón; y el silencio, cuando es impuesto, siempre termina siendo complicidad.
Cierro esta crónica con una certeza amarga: la libertad no muere cuando la atacan, sino cuando los libres callan.
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