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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

lunes, 3 de noviembre de 2025

Rafael de Paula / por Antolín Castro

Rafael de Paula

Antolín Castro 
Opinión y Toros / Madrid, 03 Noviembre 2025
El domingo, 2 de noviembre, se nos ha ido al ruedo celestial Rafael de Paula. Tenía 85 años y deja una profunda huella en los aficionados.

Allá por 1983, con motivo de crear lo que di en llamar ‘La Reserva del Toreo’, de forma literaria, escribí sobre varios toreros veteranos, que eran quienes depositaban los mejores valores del toreo. Creo que es suficiente el reeditar lo que del torero de Jerez escribí para dejar constancia lo que pensaba y admiraba de este torero único e irrepetible:

RAFAEL DE PAULA, ese SENTIMIENTO GITANO que nos aprisiona con su arte, allá donde se mece el vuelo de su capote.

Rafael Soto Moreno, RAFAEL DE PAULA, nació en Jerez de la Frontera (Cádiz) el día 11 de febrero de 1940. Desde ese mismo día, podemos decir que, en aquel chaval morenito, había un TORERO. En Ronda (Málaga), vistió por primera vez un traje de luces en mayo de 1957, siendo su debut con picadores en su ciudad natal el día 2 de mayo de 1958, presentándose en Madrid como novillero el siguiente 6 de septiembre. La alternativa le llega en la citada Ronda el día 9 de septiembre de 1960, siendo su padrino Julio Aparicio y de testigo actuó el torero rondeño, Antonio Ordóñez; los toros pertenecieron a la ganadería de Atanasio Fernández. Como sus características como torero, no se ajustan a la “necesidad” de cortar orejas todos los días, los empresarios le van haciendo el vacío, presos como casi siempre de una vanidad comercial, que les lleva con demasiada frecuencia a relegar a los que sienten esta profesión como algo innato y vocacional, todo lo contrario de las prisas y promoción que tanto suelen abonar a aquellos que la eligen como un medio para ganarse la vida, pues estos sí necesitan cortar apéndices todos los días para poder seguir. Pero después del “calvario” sufrido, (los artistas nunca mueren), Rafael va dando pinceladas de arte, que abren algunos ojos de aquellos que, durante más de una docena de años, “tenían la seguridad de que no valía”. Por fin le hacen un hueco, que nunca le debieron de negar, confirmando su alternativa el día 28 de mayo de 1974, cediéndole los trastos José Luis Galloso y actuando de testigo Julio Robles; el toro se llamaba “Andadoso”, nº 84 de la ganadería de José Luis Osborne. Tardará, pero la verdad y la calidad siempre prevalecen.

Los artistas del toreo, en otras facetas generalmente también, suelen ser tímidos, pues no entienden otro lenguaje que aquel que su vocación les marca, que lógicamente solo lo prodigan en la cara del toro. De siempre, ello ha sido un hándicap en sus carreras profesionales, impidiéndoles que sus gestos fuera del ruedo, que no practican, los lleve a conseguir un más rápido ascenso. Amparados en la seguridad que da el saberse TOREROS, son capaces de aguantar lo indecible para dar a conocer aquello para lo que inevitablemente nacieron. Las estructuras actuales de la Fiesta, esas que nos han impuesto, no permiten que haya toreros cuyos méritos sean propios; no, al contrario, necesitan de sus influencias, de sus ayudas, de su poder en la promoción, para que ellos puedan presumir de “importantes” en este mundo del toro. Absurda necedad la suya, los artistas, solo ellos, son los mejores valedores de su arte, a lo sumo, necesitan el apoyo del “marchante”, que los represente allá donde ellos no pueden ni deben llegar. He dicho que les represente, no que les “dirijan” ni que les “cuiden”, un artista saca la fuerza de su propia inspiración y calidad, de nada valdrá el “cuidado” ni la “dirección”. Solo necesita dirección, aquel que no es capaz de expresarse por sí mismo. Naturalmente no es este el caso de los artistas natos.

RAFAEL DE PAULA, nuestro diestro de hoy, ha encarnado a la perfección el papel que hemos expuesto anteriormente. De naturaleza tímida, con la seguridad de sentirse TORERO, esperó, quizás se recreó en esa espera, sin adulterar sus sentimientos ni sus formas, que poco a poco, fueron haciéndose más fuertes, pues sabía que tarde o temprano, llegaría el momento de poder enseñar a los aficionados, todo aquello que atesoraba desde tanto tiempo atrás. Supo esperar, no desesperó, pues esto último es propio de incompetentes, que necesitan la adulación a diario para seguir el camino, pues en qué van a depositar su esperanza, a sabiendas que no hay fuerza interior para continuar la andadura.

EL SENTIMIENTO GITANO, siempre ha estado presente en la historia del toreo, un sentimiento imprescindible, pues es perfectamente necesario y diferenciado de los sentimientos de los demás toreros “payos”. RAFAEL DE PAULA, es un genuino representante de esta forma de interpretar EL TOREO. Pues en el arte, tienen cabida todas las manifestaciones que tengan como punto indispensable de partida, todo aquello que brota desde lo más profundo del artista, de ahí que cada obra sea distinta, cada muletazo, cada verónica no se parezca a otra, pues cada trazo que van marcando las telas, son producto de un momento, de una chispa, de un sentimiento, donde no caben dos momentos iguales, cada sentimiento tiene su trazo. Todo ello, hace que EL TOREO sea auténtico, que sea en esa única verdad, donde se apoyen los cimientos más firmes, puros y clásicos. A eso le llamamos: EL ARTE DE TOREAR.

Hoy, quiero contarles a nuestros lectores, algo, que quizás pueda parecerles extraño, pero es mi verdad, algo que sentí hace unos años en Madrid viendo torear con el capote a RAFAEL DE PAULA: Descubrí el valor auténtico de los Toreros. Es algo que te embarga y te emociona, haciéndote sentir la magia de este arte sin igual, al tiempo que te rodea y te aprisiona una angustia de miedo, que el torero en la culminación de su obra, ha llegado a relegar a un plano lejano y ausente; para él no existe el miedo en ese momento, ha logrado rebasar la difícil frontera del peligro, traspasando, transmitiendo ese peligro y su miedo al espectador. Es ese momento en que, en su total relajación, nos hace verlos como seres superiores, haciéndonos explotar de emoción cuando culminan su obra.

Lanceaba en un quite, era evidente que había surgido el momento clave de la inspiración, el toro iba y venía envuelto, mecido, arrumbado en el vuelo de su capote; cada vez más despacio, como queriendo parar el tiempo, como si fuera movido por una suave brisa, abierto el compás, bajas las manos y ganando terreno en cada lance. El toro no lo entendió, -no tenía nada que entender- fue ciñéndose al cuerpo del torero, todos vimos que la cogida era inevitable, todos menos él. No tenía tiempo en esos momentos de arte. ¿Quién piensa en miedos, quién ve peligro? Rafael pasó a la enfermería y dejó en la arena el aroma, el sabor del valor auténtico, prendiendo en los aficionados una sensación de ahogo y admiración a la vez. Había surgido espontáneamente el arte, el valor y la inspiración de EL SENTIMIENTO GITANO.

Ven con nosotros, engarza tu eslabón en esta cadena que estamos formando, trae consigo ese valor necesario para torear como lo haces; sigue moviendo las manos al compás de tu sentimiento gitano, mientras las piernas forman la base inamovible donde se apoya la verdad del que ejecuta lo auténtico, que nosotros te daremos el sitio que, sin dudar, mereces en LA RESERVA DEL TOREO.

Nunca se “aburrió” Rafael con el paso de los años, muy al contrario, fue madurando su ya innata calidad. Luego, todos coincidían en señalar sus matices artísticos, pero pocos, por no decir ninguno, reclamaron su presencia durante los largos años de postergación. Nadie le pagará los años perdidos, quizás él, que sabe bien lo que es nacer TORERO, lo haya dado todo por bueno en aras de su vocación, pero a los que no nos van a pagar todo ese tiempo perdido, es a nosotros, a los que sentimos EL TOREO. La responsabilidad será de muchos, de los que le relegaron y de los que, teniendo tribuna para hacerlo, nunca se molestan en reclamar. Los aficionados, que no se les da opción, pues ignoran y callan. Algo habrá que hacer, pues difícilmente van a reclamar algo que otros se encargan de que no conozcan. Nosotros desde estas páginas, estamos intentándolo con una forma sencilla, pidiendo que no se desperdicien más TOREROS, la responsabilidad de los derroteros de la Fiesta, es de todos. Rafael, al final triunfaste tú y tu arte, estamos de enhorabuena. Gracias por no “aburrirte” en aquellos años. Tu ejemplo ha demostrado muchas cosas, al tiempo que nos ha desvelado muchos secretos del toreo.

Poco he de añadir a lo escrito hace más de cuatro décadas, salvo que fue el único torero en mi vida periodística que me escribió una carta a la redacción de ‘El Mundo de los Toros’, dándome las gracias, precisamente por el artículo que antecede. Un gesto del jerezano que le honra.

Cierto es que para mí también guardo gratísimo recuerdo de las ocasiones en las que pude compartir algo de tiempo con él. Fruto de uno de ellos guardo la fotografía que ahora dejo publicada y que tuvo el gesto de dedicarme. La eligió él personalmente y la tengo enmarcada en mi casa. En otra ocasión y estando en la habitación del hotel, miraba Rafael por la ventana y me dijo: está muy nublado y hace viento, a lo que le respondí: Cuando se abra de capote esta tarde se abrirán también las nubes. Asintió con la cabeza y muy convencido me soltó: eso también es verdad. Un genio dentro y fuera de la plaza.

Vaya con estas letras mi más sincero agradecimiento por compartir algo conmigo y mi más auténtica admiración de siempre y para siempre. Descanse en paz, torero.

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