
'..Sánchez es ortodoxamente otanista. Aliado de Marruecos. Gobierna en Bruselas y es un hombre de la ONU. De la Conferencia Episcopal a la Monarquía, no hay institución que no acabe arrodillándose al tirano. Hay Sánchez para rato y aún os preguntáis por qué..'
Sánchez forever
Javier Torres
Cuando en Madrid cae la noche y todos los gatos son pardos algunos periódicos celebran fiestas de aniversario. Una atmósfera decadente siempre depara escenas delirantes. Directores de periódicos —tan pagados de sí mismos— sueltan discursos sobre la libertad de prensa (ja-ja) y su independencia del poder político (ja-ja-ja) mientras creen destapar el Watergate o protagonizar alguna escena de Primera Plana. Entre el selecto auditorio la beautiful people se mezcla con el viejo sindicalismo, igual que los Panteras Negras iban a las fiestas de Leonard Bernstein en su ático de Manhattan. Sólo que aquí tenemos la versión cañí con presentadoras del telediario pasadas por el bisturí mezcladas con actores de vuelta de algún cameo en Torrente. Quién sabe, es probable que también estuviera el padre Ángel.
En ese cóctel agitadísimo donde confluyen quienes aspiran a que todo siga igual a veces se oye la pregunta del millón: cuánto tiempo le queda a Pedro Sánchez en el poder. La formulación de la pregunta es errónea en la medida en que el problema no es Sánchez. Ni mucho menos.
Es precisamente este ecosistema de la frivolidad el que permite que haya Sánchez para rato. Quienes dicen que es el principal problema de España o tienen prisas para ser ministro o están en el ajo. A veces es lo mismo. Hablan del sanchismo como si fuera un meteorito llegado del espacio, un cisne negro, un objeto no identificado que altera la vida de un planeta que siempre funcionó bien. Pedro sería el problema y el sistema, por supuesto, la solución.
Sin ir más lejos el martes escuchamos en la COPE la enésima operación de blanqueo al PSOE bueno, el de Page, desde la mismísima catedral de Toledo. El locutor —siempre al sol que más calienta— le dijo al presidente castellanomanchego que la reforma del estatuto de esa comunidad que aumenta de 33 a 55 el número de diputados es… ¡un milagro en tiempos de polarización! Como los poetas rojos tenían que cantar los planes quinquenales, los juntaletras de la peperosfera tocan la zambomba con cada nuevo pacto bipartidista. Esto, señores, era el consenso. Así, ¿quién no querría otros 50 años de progreso?
Mientras nos distraen con Pages y Bonillas jugando a la moderación conviene detenerse en los tribunales. La amnistía validada por el Constitucional está cerca de recibir la homologación de Bruselas. Además, es probable que el fiscal general y Begoña se vayan de rositas y Sánchez, por tanto, reforzado para afrontar las elecciones del 27.
Que sí, que Sánchez es despreciable en lo moral, pero su capacidad de resistencia es hasta admirable en tiempos de desertores. Ha salido indemne del covid. Del volcán de la Palma. De la DANA. De la ley que puso a violadores y pederastas en la calle. De las pulseras antimaltrato que han vuelto a fallar. De las imputaciones de su mujer y hermano. Y las de Ábalos, Koldo y Santos Cerdán. Cómo es posible que siempre salga a flote de todos los escándalos. Esta era la pregunta correcta que algunos no quieren hacerse. Su respuesta, claro, les deja en evidencia: han contribuido a crear un sistema mediático y una superioridad moral que les blinda mientras le compran toda la mercancía averiada.
Porque, ¿qué diferencia hay entre populares y socialistas en un tema crucial, por ejemplo, como la inmigración? Ayuso mostró ayer su visión antropológica del mundo que es, oh sorpresa, la misma que la izquierda: el ser humano como mercancía. La presidenta de todos los acentos defiende la inmigración porque «alguien tendrá que limpiar en las casas y recoger las cosechas de los señoritos de Vox». Donde unos ven mano de obra barata otros ven descamisados a los que incorporar al censo electoral y hacer la revolución.
Los medios, en cambio, omiten estas coincidencias fundamentales y patrocinan la versión chulapona de Ayuso que acusa a Sánchez de antisistema. Nada de eso. Sánchez es ortodoxamente otanista. Aliado de Marruecos. Gobierna en Bruselas y es un hombre de la ONU. De la Conferencia Episcopal a la Monarquía, no hay institución que no acabe arrodillándose al tirano. Hay Sánchez para rato y aún os preguntáis por qué.
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