
“el toreo de Paula es pura naturaleza en creación. Es el silencio del bosque bajo las estrellas, el susurrar del aire, el alboroto de los pájaros y el compás de grillos y chicharras, el ritmo de las olas y el canto de los ríos. “La música callada”, inexplicable y acorde de su toreo”.
José Bergamín
Rafael de Paula, Bergamín, Pemán… El Torta
Gitano. Jerez. Arte. Tres palabras que son la misma cosa. Hubo un tiempo en el que los toreros fascinaban a los poetas. Un tiempo ya perdido, aunque Morante haya reverdecido fugazmente el único arte del mundo que es verdad: el toreo. El toreo es verdad porque es la única manifestación artística del planeta donde, lejos de las máscaras que buscan transmitir la realidad del mundo a través de la mentira, de la ficción, el diestro hace su arte lidiando con la vida y la muerte. Con la verdad. “El toreo es un acontecimiento. Quien dice espectáculo es un ignorante”, decía Rafael de Paula.
Los toros son parte de lo que queda de España, como escribió hace décadas Jiménez Losantos, y eso que entonces quedaba mucha más España que ahora. Se ha muerto Rafael de Paula, amigo de Bergamín, al que inspiró La música callada del toreo. Dijo el poeta que “el toreo de Paula es pura naturaleza en creación. Es el silencio del bosque bajo las estrellas, el susurrar del aire, el alboroto de los pájaros y el compás de grillos y chicharras, el ritmo de las olas y el canto de los ríos. “La música callada”, inexplicable y acorde de su toreo”.
"Sin ser el maestro más técnico, ni el más dotado, fue el más mágico, porque su vida también era puro realismo mágico, como dijo Caballero Bonald"
La leyenda cuenta que un día, en la Taberna del Alabardero, José Bergamín narró a Rafael Alberti y a Rafael de Paula la historia de la lágrima perdida del Guernica. El primero, que tuvo un papel relevante encargando el cuadro a Picasso en representación del gobierno de la República, estaba presente cuando el pintor malagueño decidió ponerle color a la tragedia. Picasso probó a colocar papeles de seda de diferentes tonalidades sobre las figuras, de modo que así podía hacerse una idea de cómo quedaría el cuadro coloreado. Tras unos instantes, empezó a arrancarlos y dejó el cuadro blanco y negro, tal como había salido primigeniamente de su inventiva.
Lo único que dejó fue una hoja roja en forma de lágrima. Picasso le dijo a Bergamín que, cuando el Guernica se expusiera, él debía colocar esa lágrima cayendo desde la figura que considerase más adecuada. El del 27 la conservó en su casa madrileña tras regresar del exilio y la guardó hasta sus últimos días.
Pero volvamos al torero. Paula vio a Belmonte en su finca de Gómez Cardeña, y toreó en Ronda con Ordóñez, pero sin ser el maestro más técnico, ni el más dotado, fue el más mágico, porque su vida también era puro realismo mágico, como dijo Caballero Bonald. De Paula era el “Mágico” González del ruedo.
"Misterio. Arte al natural. Siempre entre la heroicidad y el ridículo. Genialidad ribeteada de locura"
Pemán lo vio por vez primera en una novillada donde el público la tomó con el jerezano. Don José María acudió posteriormente a la pensión donde el diestro se cobijaba para entregarle la aurícula del novillo: “El público ha estado injusto con usted, y yo he venido para entregarle esta oreja que su faena se ha merecido”.
Años después, un artículo del gaditano en ABC le abrió las puertas al gitano de la Feria de San Isidro, impulsando de este modo una carrera que tardó en despegar y que fue irregular, como irregular era el temperamento del genio. Dicen que unos de los últimos versos de Pemán, antes de morir, se los dedicó a nuestro personaje:
Dios cuide poner
entre el torero y el toro
blandura de almohadones
y después
sombreros y flores.
Para Felipe Benítez Reyes, de Paula fue “el torero más desvalido que ha pisado un ruedo”. “Arrastraba desde muy joven una invalidez en las rodillas, por lo que quedaba siempre a merced del toro. La gente achacaba eso al miedo, pero no era miedo; era consecuencia de su propia fragilidad, su falta de defensa ante el animal”.
"La retirada de Rafael fue impredecible, como su carrera. El 18 de mayo del año 2000, en Jerez, no pudo matar a sus dos toros. No fue capaz de estoquearlos"
Misterio. Arte al natural. Siempre entre la heroicidad y el ridículo. Genialidad ribeteada de locura. Decía que se toreaba al compás, como se baila y canta, como se vive, o ha de vivirse, y es así como, si en el fútbol de Paula sería “Mágico” González, en el cante le correspondería Juan Moneo “El Torta”, otro gitano genial que, sabedor, desde su incultura, de portar en su pecho el origen de todas las esencias, vivió su grandeza como si fuese una condena, con una mezcla de incomprensión, bohemia e instinto suicida.
La retirada de Rafael fue impredecible, como su carrera. El 18 de mayo del año 2000, en Jerez, no pudo matar a sus dos toros. No fue capaz de estoquearlos. Tras los sonoros avisos, en un gesto de rabia e impotencia, se cortó la coleta y se abrazó, finalmente derrotado, a Curro Romero. El Torta resumió el sentimiento tras aquello: “Y si lo matas, o no lo matas, a mí lo mismo me da”. “El torito se ha quedao vivo. Te digo como Pemán: no te apures, Rafael, que tu arte es inmortal”.
“Cuando me muera quiero que esparzan mis cenizas en La Maestranza para que pueda pisarlas Rafael de Paula” (José Luis de Villalonga).
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