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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

martes, 23 de octubre de 2018

Fatuas / por Ignacio Ruiz Quintano


Andréi Vishinski

Cuando los ayatolás comunistas dictan una fatua, el gobierno que sostienen obedece.



Fatuas

Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Un juez llamado Grande que es ministro de un gobierno que nadie ha votado anuncia, como un Vishinski comprado en los chinos, un “texto normativo” para retirar a un policía jubilado la medalla que le concediera el Pigmalión de la democracia a la española, Adolfo Suárez, el del aeropuerto, por la liberación de dos secuestrados (“aprehendidos”, en la nueva jerga académica). Dado que ningún pequeño juez, fiscal o leguleyo, ni siquiera después del escarmiento de la doctrina Parot, ha movido una ceja ante el anuncio ministerial que supone un redescubrimiento del franquismo (la ley Aranda, y tal y tal y tal), daremos por hecho que nos asomamos ya a la gran pesadilla del estalinismo treintañón del que nos da trágico testimonio Dombrovski en “La facultad de las cosas inútiles”.

El derecho (“¡que es el derecho, imbéciles!”) es la facultad de las cosas inútiles.

–El camarada Vishinski llegó y lo puso todo en orden. No tengan miedo del derecho, dijo, nos llevaremos bien con él. Lo amputaremos sólo un poco. Y así lo hizo, con la satisfacción general. Mientras tanto, diez años atrás, en la década de 1920, los profesores lanzaban el eslogan “Abajo el derecho” desde sus cátedras universitarias. Así decían: ¡El derecho es una de las cadenas con las que la burguesía esclavizó al proletariado!

Una medida “ad hominem” contra “el policía franquista” (¡una dictadura sostenida por un solo policía!) abre la vía a una medida “ad hominem” contra Lopetegui, que no mete goles, o contra Bono, el del banderazo, porque no cae simpático.

Hasta donde uno alcanza con la razón, la ley ordinaria es la garantía del derecho de todos contra uno, pero la Constitución es la garantía del derecho de uno contra todos, y cuando esto no es así, no hay Constitución.

 –Quizás tengáis razón –dijo Saint-Just a sus propias víctimas–, pero cuando el ciego busca una aguja en un pajar, toma todo el montón de paja.

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