la suerte suprema

la suerte suprema
Pepe Bienvenida / La suerte suprema

jueves, 20 de mayo de 2021

Benzema: una indignidad que ha durado seis años / por Juan Manuel Rodríguez

Karim Benzema, durante un partido con la selección francesa.Karim Benzema, durante un partido con la selección francesa. | EFE

Desde que a Benzema decidieron purgarle, por el Palacio del Elíseo han pasado Nicolas Sarkozy, François Hollande y Emmanuel Macron y a ninguno de los tres presidentes de la República francesa libre y democráticamente elegidos por el poder de los votos se les ha ocurrido siquiera preguntar durante todo este tiempo a santo de qué se suspendieron en 2015 los derechos individuales de un ciudadano francés. 

Benzema: una indignidad que ha durado seis años

Durante unos días aquí, en España, a Juan Cala se le suspendieron sus derechos individuales. Fue como si, de repente, el defensa lebrijano del Cádiz hubiera ingresado en una especie de Guantánamo mediático y social y la presunción de inocencia (la suya, claro, no la nuestra, no la de los demás, no la de aquellos que acusaron y condenaron sin pruebas) hubiera sido derogada. ala era culpable o era culpable de haber proferido contra Mouctar Diakhaby un insulto racista. Salvo algún verso libre (a quien, por cierto, y precisamente por ejercer su libertad, también se acusó de racista) la turbamulta encontró culpable a Cala y ese tribunal popular le castigó a galeras. En el fondo, y tal y como lo veo transcurrido el tiempo, estoy de acuerdo con Cala, que hace poco dijo que se sintió utilizado. 

A Cala le utilizó el presidente del Valencia, que quería distraer la atención de una gestión deportiva lamentable; a Cala le utilizaron algunos políticos, que pensaron que liderando esta manifestación a favor de un futbolista de color negro ganarían un puñado de demagógicos votos; y, por fin, a Juan Cala le utilizaron muchos colegas míos de profesión, que creyeron que si no estaban contra Cala serían acusados poco más o menos que de aparecer en una fotografía al lado del fundador del Ku Klux Klan. No interesaba por supuesto la verdad (que al final quedó resuelta del lado de Cala) sino la imagen, el marketing. Seguro que si hoy preguntas a quienes le quisieron quemar en la plaza pública por aquellos días te dirán que ellos siempre creyeron en la inocencia de Cala, del mismo modo que si hoy pides opinión a Lorenzo Milá, Iñaki Gabilondo o Isaías Lafuente te dirán que ellos siempre advirtieron de lo peligrosísimo que era el Covid 19. Afortunadamente, gracias a Dios, el prestigio de Cala no ha sufrido un daño irreparable pero quién sabe qué habría pasado si aquella campaña de hostigamiento hubiera durado más tiempo, pongamos por caso que a Cala le llevaran difamando, por ejemplo, desde 2015. O sea, imaginemos que Juan Cala hubiera sido Karim Benzema y la cacería, que en su caso duró diez días escasos, se hubiera prolongado durante seis años.

No voy a volver a hacer aquí un relato del caso Valbuena por el que Benzema deberá ser juzgado. Me refiero al juicio legal, al del tribunal; me refiero al juicio que se lleva a cabo con un juez que preside, un fiscal que acusa y un defensor que defiende, al juicio en el que una parte aporta sus pruebas y la otra aporta las suyas mientras que su señoría, o el jurado popular, deciden. De ese juicio lleva pendiente seis años Benzema; en el otro, en la versión francesa del juicio a Juan Cala, se le encontró culpable tanto por parte de Noël Le Graët, presidente de la federación francesa, como de Didier Deschamps. De ninguno de los dos se conocen especiales conocimientos jurídicos, el primero lleva viviendo del fútbol desde que Televisión Española emitía Estudio 1 y el segundo se ganó la vida pegándole patadas a un balón pero no del modo en que lo hace Benzema, no, Deschamps frenaba a los artistas como Karim, era un bulldog, un stopper. Y a pesar de que ninguno de estos dos caballeros saben nada de derecho, la federación, con la necesaria connivencia del seleccionador, apeó a Benzema del equipo nacional galo. Es más, hace 3 meses Le Graët todavía se permitía el lujo de mofarse del jugador del Real Madrid: "Ha pasado tiempo desde que fuimos campeones del mundo. Tengo la impresión de que Karim no jugaba, no me acuerdo... ¿Sí jugaba? Ya no lo sé". Lo sabes, vividor, lo sabes: no jugaba... por ti.

Hoy, de repente, Didier Deschamps, el colaborador necesario en el cordón sanitario que Le Graët decidió establecer alrededor del mejor futbolista francés desde que Zinedine Zidane dijera adiós, ha decidido levantarle el castigo a Karim. Liberté, égalité, fraternité e indignité, mucha indignité, un montón de indignité.

Salvo la excitación que puedan haber experimentado estos individuos teniendo en su puño a Benzema porque sí para ahora liberarlo porque les da la real gana, sin motivo aparente que justifiquen la prisión y la liberación, no entendí sus motivos de antes y no entiendo tampoco los de ahora. Si lo he comprendido bien, la excusa que Le Graët y su botones han dado durante todo este tiempo no ha sido otra que Karim Benzema era la manzana podrida que podía contaminar al resto del cesto. Su ausencia no se debió nunca a una reflexión futbolística, nadie puso jamás en duda su inmenso talento y sólo se cuestionó su orientación moral. 

A Karim Benzema lo encontraron culpable sin juicio dos hombres con un poder cuasi divino y que trasciende y supera la legislación ordinaria, esa por la cual nos regimos el resto de los seres humanos normales. Y ese poder omnímodo sí que es preocupante. Ese modo chulesco y pendenciero, ese estilo de mover las caderas a lo Wyatt Earp, esa petulancia a lo Louis de Saint-Just, el arcángel del terror que hizo de su capa un sayo durante la revolución, es lo que no se puede permitir en modo alguno. El fútbol debe cambiar también en eso. Desde que a Benzema decidieron purgarle, por el Palacio del Elíseo han pasado Nicolas Sarkozy, François Hollande y Emmanuel Macron y a ninguno de los tres presidentes de la República francesa libre y democráticamente elegidos por el poder de los votos se les ha ocurrido siquiera preguntar durante todo este tiempo a santo de qué se suspendieron en 2015 los derechos individuales de un ciudadano francés. Y si funciona así con un deportista profesional mundialmente conocido y millonario, no quiero ni pensar qué puede pasar con cualquiera de nosotros.

No hay comentarios:

Publicar un comentario