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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

miércoles, 1 de septiembre de 2021

Los del arte / por Rafael Cué


Octavio García ‘El Payo’ es un torero de arte, de profundidad en sus formas, suavidad en sus muñecas que atemperan la violencia innata de un toro.

Los del arte

Rafael Cué
El Financiero / Mèxico, 31 Agosto 2021
En el toreo existen toreros de distintos cortes. Partimos de la base de que absolutamente todos los toreros cuentan con un valor fuera de lo común con respecto a nosotros los mortales; hay para quienes el valor y el arrojo, junto con la temeridad, son las armas para lucir y emocionar en un ruedo; los hay poderosos y dueños de una gran técnica con la que someten a los toros, les pueden y les hacen las faenas que exigen las condiciones de cada animal; contamos con los toreros espectaculares que emocionan al público en general, que son importantísimos para el espectáculo, que a veces sus formas se alejan de la ortodoxia y eso ahoga a los aficionados recalcitrantes que no comprenden que el arte es libertad y que en él caben todos los conceptos.

Aparte comen los toreros de arte. Por varias décadas esta clasificación fue mal entendida y se encajonaba en ella a toreros de gran estética pero escasa regularidad, argumentando que necesitaban un toro de ciertas condiciones, que no tenían valor, que se escudaban en la irregularidad, y muchos argumentos que se han ido desvaneciendo en la última década con toreros de inmensa capacidad técnica, de gran valor, porque para torear con arte hay que olvidarse del cuerpo, y eso, precisamente eso, es el valor de verdad en el toreo.

Citaré algunos nombres, alguno faltará, pero el objetivo de esta entrega no es un listado, es exponer la importancia en la variedad del escalafón y darle en su justa medida a cada tipo de torero su espacio para que juntos formen una oferta amplia para el público, de ahí el talento que requieren los empresarios para combinarlos en los carteles y provocar que la gente pague un boleto para ir a los toros.

De España, Morante de la Puebla es el genio de genios, un lujo de nuestra época que además este año está reacomodando el toreo, las viejas costumbres empresariales, y le está dando libertad a este arte que muchas veces se asfixió por intereses de unos cuantos en detrimento de un público ávido de la libertad sensorial.

Alejandro Talavante, pronto a reaparecer el 11 de septiembre, es un prodigio de buen toreo con el único objetivo de elevarlo al grado casi espiritual, de absoluta entrega sin agredir el espacio vital del toro, aunque siempre en su terreno. Pablo Aguado y Juan Ortega tienen ilusionado a todo el toreo por sus formas y clasicismo, la novedad de quienes torean como siempre se ha soñado el toreo.

México cuenta hoy con una importante baraja de toreros de diversos estilos y capacidades. Me atrevo a pensar que la variedad con la que hoy cuentan los empresarios no se ha visto desde hace décadas. Vivimos una época maravillosa en cuanto a los matadores que tenemos en activo, además de contar con novilleros de gran capacidad para engrosar la fila del escalafón mayor y nutrir más la oferta a ofrecer al público que está ávido de toros, pero al que hoy, por las circunstancias que vivimos y el estilo de vida, cuesta mucho más trabajo atraer a las plazas.

Hoy dedico este espacio a uno de los toreros mexicanos que encajan en el rubro del arte, hombre que desde niño es torero, su evolución ha sido a base de sangre y fuego, triunfos y tardes aciagas. 

Hoy la madurez torera y artística lo tiene con la idea y vocación clara de lo que es como torero, el artista que sólo busca expresar lo que siente y cómo lo siente, sin tener como prioridad la numeraria, que sin duda es importante para los contratos pero que se acomoda en un segundo plano si lo que se busca es torear bien, con arte, con pureza y sin ventajas, buscando la unión espiritual del corazón y el alma en una embestida, el toro como cómplice, cruel o virtuoso, generoso o tacaño.

Octavio García “El Payo” es un torero de arte, de profundidad en sus formas, suavidad en sus muñecas que atemperan la violencia innata de un toro, que dirigen la embestida, que no dejan pasar al toro con su inercia, que lo llevan a la velocidad que dicta su alma y la bravura del astado.

Rebelde y claro en sus ideas, defiende el toreo en el ruedo con sus formas y fuera de él con respeto y apegado a las normas de siempre con la apertura de entender que vivimos tiempos distintos, que hay que adaptarse y pensar en el público antes que en nadie más.

“El Payo” es un lujo de nuestra baraja taurina, uno de muchos ases con los que contamos y que esperamos pronto poder gozar en todas las plazas y todas las ferias en sana y torera competencia.

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