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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

miércoles, 29 de septiembre de 2021

Sigue la farsa / por Pla Ventura


Los toros han cambiado muchísimo, tanto como los tiempos que corren. Allá por los años sesenta –y no digamos en épocas anteriores- setenta e incluso en los ochenta, la gran mayoría de las figuras del toreo todos estaban cosidos a cornadas, hasta el punto de que, por ejemplo en Madrid, siempre tenía la empresa varios sustitutos para reemplazar a los heridos...


Sigue la farsa

Pla Ventura
Toros de Lidia / 28 septiembre, 2021
Vemos las reseñas de distintas corridas de algunos pueblos en que participan las figuras y, al igual que en las grandes ferias, sigue la farsa. La mayoría de los toros que se lidian son de Juan Pedro Domecq que, los fabrica en serie, pero nunca en serio. Hace años que se instaló la farsa, la burla constante hacia los aficionados respecto al toro pero, como quiera que el asunto lo propicien las figuras todo les es perdonado en el confesionario de la estupidez.

Hemos llegado a un punto sin retorno, entre otros lugares, Sevilla ha dado la medida de la mediocridad, la estupidez, la vulgaridad, la mentira y la burla si de toros hablamos y, para colmo, desde los altos púlpitos del periodismo, salvo Antonio Lorca, se ensalza dicha parodia que, al parecer, según ellos, es la autenticidad de la fiesta. Y, lo más sangrante de la cuestión es que, como lo dicen por la “tele” se lo traga todo el mundo. Tampoco es tan difícil que eso suceda porque, como digo, Sevilla, una plaza que antaño tenía prestigio, ahora es un solar desmantelado y sin ningún aficionado en sus tendidos porque, de haberlo, como tenemos al tendido siete en Madrid, no se lidiarían esos animalitos muertecitos de salida.

Respecto a los toros que lidian las figuras hay un dato revelador, que no es otro que los toros ya no hieren a nadie; digamos que, están tan “domesticados”, saben el papel que tienen que desempeñar que, eso de herir es pecado mortal. Y no lo digo en el sentido de que yo quiera que los toros hieran a nadie como es su obligación, lo digo como argumento para que todo el mundo comprenda la clase de animales que se lidian por esas ferias de Dios. Si no recuerdo mal, el último torero llamado figura que resultó herido fue Miguel Ángel Perera en Madrid hace casi diez años y, por el contrario, en ese decenio, han caído heridos decenas de toreros humildes que se juegan la vida frente al toro auténtico y, cuando el toro es de verdad, la cogida y la cornada suelen llegar con la velocidad del rayo y, para fortuna de muchos de estos diestros sin relumbrón, en muchas ocasiones hasta les hizo Dios el quite porque, de lo contrario, la nómina de heridos hubiera sido todavía más grande. Otro que ya iba para figura, Paco Ureña, perdió un ojo en Albacete, como le sucediera a Padilla en Zaragoza con un toro de Santa Coloma que, para su suerte, el taurinismo le indultó y hasta su retirada le pusieron junto a las figuras  y ningún toro le volvió a herir.

Tenemos que echar la vista atrás y hace ya muchos años, un toro de Juan Pedro hirió a Julio Aparicio en Madrid con unas circunstancias muy curiosas. Cayó Aparicio abatido por el miedo ante la cara del toro, se quedó tendido en el suelo y, cuando intentaba levantarse, el toro, en su huida hacia delante se lo encontró en el camino y le infirió la cornada citada, nunca con ensañamiento ni alevosía como suelen hacer los toros encastados.

Los toros han cambiado muchísimo, tanto como los tiempos que corren. Allá por los años sesenta –y no digamos en épocas anteriores- setenta e incluso en los ochenta, la gran mayoría de las figuras del toreo todos estaban cosidos a cornadas, hasta el punto de que, por ejemplo en Madrid, siempre tenía la empresa varios sustitutos para reemplazar a los heridos que, los había con toda seguridad, de ahí la previsión de la empresa para cubrir las bajas oportunas.

Entre otros, Diego Puerta estuvo en el toreo menos tiempo que muchos novilleros ahora y se retiró con cuarenta cornadas en su cuerpo, y era una auténtica figura; claro, por eso era un figura, por su valor, por sus agallas, por su decisión y, sin duda, por su desprecio a la muerte. He citado a Puerta como podría haber citado a Jaime Ostos, El Viti, Paco Camino y la lista sería interminable; vamos, como ahora que un toro no coge a un torero ni por casualidad. ¿Cómo les va a coger si ya salen muertos o domesticados de toriles?

Ahora, en tiempos recientes, ¿qué toros mataron a Iván Fandiño y a Víctor Barrio? ¿Eran de Juan Pedro o de Garciburros? ¡Eran de Santa Coloma! Es decir, esos toros que no quieren las figuras ni de broma. Ambos toreros murieron con las botas puestas y, en el caso de Iván Fandiño, de forma gloriosa porque durante su épica y apasionada carrera, el toro fue siempre su fiel compañero de viaje y, un toro le mató.

Dicen que Iván Fandiño le aportó mucha grandeza a la fiesta al entregar su alma a Dios pero, los toreros actuales, si de figuras hablamos, piensan todo lo contrario, las pruebas son elocuentes. Y muchos de los que jamás quisieron torear a su lado, el día de su entierro tuvieron la indecencia de acudir a su sepelio. Hay que tener la cara muy dura para despreciar a un valiente torero como Iván que les ponía a parir al que a su lado se encontrare –por eso todos le huyeron- y el día de su muerte derramar lágrimas de cocodrilo ante su féretro.  Así son las figuras actuales que, para colmo, con esos animalitos que se traen en la furgoneta se lo pasan en grande.

Todos los toreros heridos que mostramos en las fotos, ninguno es figura del toreo. Sobran las palabras.

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