Mi apuesta es que entre 2050 y 2070 China le va a desbancar a EE. UU. en todos los ámbitos estratégicos: posesión y extracción de recursos naturales, servicios de inteligencia y capacidad militar, capacidad de marina mercante civil, aviación civil, IA y aparato propagandístico.
Nunca antes hemos estado en una situación como la actual. Durante la Guerra Fría el mundo se dividía entre dos alianzas, dirigidos por EE. UU. y la Unión Soviética. Ahora dos países, EE. UU. y China reparten literalmente el mundo.
Pongamos tres fechas, 1960, 1990 y 2020, es decir intervalo de 30 años. En 1960 EE. UU. estaba años luz de China en todo, en lo tecnológico, innovativo, económico y militar. En 1990 China empezaba abrir sus compuertas económicas y pusieron en marcha los planes a largo plazo. Aun así, a EE. UU., al ganador virtual de la Guerra Fría no le tosía nadie. Mientras China aceptaba está supremacía, todo normal. En 2020 China ya estaba en una posición en que empezaba seriamente cuestionar a EE. UU. y su hegemonía mundial. El dragón asiático pide su parte y a EE. UU. le cuesta avanzar más rápido que su contrincante.
China es un híbrido del capitalismo más salvaje y capacidad de centralizar todos los recursos del país a los objetivos que el partido gobernante marca. Aun así la capacidad innovadora, empuje empresarial e I+D+i, vigilancia por satélites y la potencia militar estadounidense sigue siendo superior.
Mi apuesta es que entre 2050 y 2070 China le va a desbancar a EE. UU. en todos los ámbitos estratégicos: posesión y extracción de recursos naturales, servicios de inteligencia y capacidad militar, capacidad de marina mercante civil, aviación civil, IA y aparato propagandístico.
China ha comprado deuda exterior de varios países, también de EE. UU.. ¿Qué sentido tiene? Que en este caso China, no una entidad bancaria del mismo país, se convierte en deudor, tiene las riendas y a la vez obliga a EE.UU. abrir a sus mercados y su fuerte capa proteccionista.
Quién controla las mayores flotas y vías marítimas es dueño de comercio mundial. Esto no ha cambiado sustancialmente desde los tiempos de la supremacía naval británica. Hace poco China ha desbancado a EE. UU. en esta parcela. Recuérdense que un solo barco moderno grande de contenedores mueve de una tajada más mercancía que todos los buques en un año entero hace cinco siglos.
Ambos países han invertido ingentes cantidades de dinero para garantizar el suministro para sus fines geoestratégicos. Por supuesto, hablamos del mayor proyecto económico lanzado por el presidente chino conocido como la Nueva Ruta de la Seda. Consiste todo el recorrido desde la antigua capital Xian, pasando por centro de Asia llegando hasta norte de África y España. Busca conectar decenas de países algo fuera del radar de EE. UU., aumentar las conexiones terrestres y marítimas, ferrocarriles, óleo- y gasoductos y puertos. Si este megaproyecto se lleva a cabo en su totalidad, podría ser una inversión de un billón de dólares. Esta iniciativa comenzaba en 2013 y da una idea clara de la ambición de China.
EE.UU. está caracterizado por su estilo directo en su política exterior, por su población heterogénea, por sus rivalidades políticas internas y por la competencia, innovación y proteccionismo empresarial.
China tiene un sistema económico más cerrado y la política muy controlada por el Partido Comunista que permite centrar todos los recursos mejor, por ejemplo en fuertes proyectos en la Inteligencia Artificial.
Una cuestión común es la patata caliente de siempre, la política en Oriente Medio. China quiere estabilidad política en la zona. No está dispuesto a emplear presión directa ni política ni militar para conseguir sus objetivos.
EE.UU. ha tenido tradicionalmente peso e intereses en esta zona. Tiene martillo militar potente y de vez en cuando ve clavos por todas partes. Además, da apoyo incondicional a Israel.
Desde su nacimiento EE. UU. ha estado acostumbrado a ser ganador y solamente le queda la mancha de la Guerra de Vietnam. Su autoproclamado papel de sheriff y empresario mundial no ha cambiado. La experiencia de China es distinta y marcada por humillaciones desde la guerra de opio por los británicos hasta el yugo japonés de la segunda guerra mundial. El sueño de los dirigentes chinos es recuperar la importancia y la civilización de China y estar orgulloso de sí mismo otra vez.
Ambos países invierten muchísimo dinero y esfuerzo en terreno militar, en ámbito tecnológico, político y económico. Ambos quieren ser titanes por su propio derecho. Una guerra caliente entre ellos no es probable. Ambos perderían, y mucho. Dicho esto, en muchos aspectos la tercera guerra mundial ya está en marcha, y el premio gordo es la hegemonía de todo el planeta.
En terreno educativo universitario, entre las 20 mejores universidades del mundo 12 están en EE.UU., 5 en Reino Unido y solo una en Beijing, China. En la hegemonía de grandes empresas tecnológicas EE. UU. gana 15-3.
De momento en terreno tecnológico -innovativo – empresarial, EE. UU. gana en calidad y China en cantidad. A pesar de ello, no dejen que estos datos les engañen. China ha invertido muchísimo capital humano y monetario y aparentemente no tiene prisa.
En lo demográfico, EE. UU. es un país de inmigrantes, un horno multicultural y étnico. Exportan agresivamente su estilo de vida y su cultura popular. China es una cultura autosuficiente que pretende ser un estado. Tiene mucha ambición, únicamente que esconde más sus verdaderos objetivos.
Ambos dominan la información mundial sobre todo a través de las redes sociales, donde se forja la opinión pública. La manipulación informativa es incesante. Forma parte del control social y vigilancia, que no tiene que ver con la seguridad, sino con el poder.
A todos los demás países les toca vivir dentro del perímetro geoestratégico de los tiburones de nuestra era, China y EE. UU..
Juha Karlsson
Toros de Lidia/24 enero, 2024
No hay comentarios:
Publicar un comentario