No sabemos, ni nos interesa, si hay algún motivo extrataurino por el que Roca pueda justificar su soberbia y menosprecio al torero y a la misma afición; pues aquí sale perjudicada sobre todo "la Fiesta", en un momento tan delicado. Y a propósito valdría esgrimir el ejemplo de Pablo Hermoso de Mendoza con su permanente rabieta para no anunciarse con su rival más directo, Diego Ventura, quien le viene comiendo la merienda, en expresión muy acertada del maestro de periodismo Ricardo Díaz-Manresa. Los triunfos de Ventura son apoteósicos, sin importarle los nombres que le acompañan en los carteles, incluido el del hijo del excluyente. Una lección de hombría y caballerosidad que abunda en sus méritos profesionales.
Y volviendo a lo que nos ocupa, a priori el más desfavorecido en este "affaire" Roca-Luque está siendo sin duda el segundo, pero, ojo, que podría llegar el día que las cañas se hagan lanzas para él. Luque es torero, lo demuestra con creces, de una gran consistencia técnica, valerosa y artística. Los públicos así se lo vienen reconociendo. Hay feudos registrados a su nombre, en toda Francia y plazas españolas de gran influencia, entre ellas La Maestranza, en la que sorprendentemente tampoco forma parte de la terna que se anuncia en el cartel estelar del próximo Domingo de Resurrección, en donde no cabe duda que le correspondía un puesto y no sólo por méritos si no por garantías. Pues, no. Se dice, escrito y hablado, que Roca "ha echado" del cartel a Luque.
Nada de esto tiene sentido, y nada bueno puede venir si esa marginación o destierro, ya patente también en los primeros carteles que se han hecho públicos de la temporada, sigue adelante. Luque debería estar, si no el primero, entre los tres o cuatro primeros, sin llegar ni siquiera al quinto, a la hora de las contrataciones para las ferias de verdadera categoría. Pero, insisto, Roca no quiere, y ha dado órdenes de excluirlo.
¿Será posible que el veto vaya más allá de la inmoralidad que supone este desafuero hecho ya triste realidad en los carteles de Olivenza, Fallas e Illescas, y el de la inauguración de la temporada en Sevilla?
Llegados a este punto valdría hacerle a Roca una advertencia, o recomendación, basándonos en la anécdota que se atribuye a Rafael Gómez Ortega, "El Gallo", aunque hay quien señala como protagonista de la misma a su mozo de espadas y familiar Manuel Ortega; los dos desde luego muy ocurrentes, con una gracia natural para expresar sus irónicas ocurrencias.
Fue a principios del siglo pasado -hay quien fija la fecha en 1908-, cuando en un viaje de Sevilla a Madrid en uno de esos trenes de la época cuya locomotora quemaba carbón, al subir los repechos de Despeñaperros se hacía evidente que la máquina iba exhausta, no daba para más. No obstante, al llegar a Madrid, avisó de su presencia en la estación de Atocha con un brioso silbido que cogió desprevenido al personaje de esta historieta, quien volviéndose, miró al tren con cierto enfado para exclamar espetándole: ¡esos cojones, en Despeñaperros!
Pues, eso, Roca Rey, los cojones o desafíos, en el ruedo.
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