"...como no consiguen sus objetivos, afilan y hasta envenenan sus ataques disfrazándolos de tecnicismos filosóficos y filológicos que lo único que despiertan es la burla cuando no la chanza de la inmensa mayoría de los aficionados normales que, dicho sea de paso, somos infinitamente más que estos “listos” de ilustre pacotilla..."
Crece el ridículo de los antiponcistas mientras el torero se dispara a la estratosfera
Cada año que pasa, va disminuyendo el número de los antiponcistas en relación inversa con el impresionante crecimiento profesional y artístico del grandioso torero, tan imparable que no se le adivina techo a la vez que también provoca el aumento de la irritación de sus contrarios que ya no saben qué decir ni qué hacer desde sus respectivos sitiales mediáticos y digitales que van desde la solitaria individualidad ejercida cuasi religiosamente a ese coro de plañideras que últimamente se han unido escribiendo coralmente unas teorías tan incompresibles como disparatadas en su baldía intención de desacreditar al objeto de sus cuasi enfermizos odios sintiéndose diosecitos sin apenas fieles, utilizando para colmo de los colmos el último ejemplo del que disponen tras venirse abajo los anteriores. Ese genio que apenas torea en base a un vergonzante plan: actuar lo menos posible, ganando el mayor dinero posible, en las plazas menos exigentes posible y frente a toros lo menos agresivos posibles que ya no se parece ni por el forro al que fue en tiempos lejanos.
Y, claro, como no consiguen sus objetivos, afilan y hasta envenenan sus ataques disfrazándolos de tecnicismos filosóficos y filológicos que lo único que despiertan es la burla cuando no la chanza de la inmensa mayoría de los aficionados normales que, dicho sea de paso, somos infinitamente más que estos “listos” de ilustre pacotilla.
De esta clase de misioneros de sus utópicas “verdades” los hay en todos los rincones del planeta taurino y aparecen cual setitas alrededor de los incesantes triunfos del inmenso torero valenciano que este año se han convertido en una colección de carísimas e inimitables maravillas. Y oigan: es que hasta se están pegando con sus cabezas contra un muro tan resistente como infranqueable.
Los últimos especímenes de esta clase de autoflagelados sujetos reaparecieron como cada año con Ponce en Lima. Último lugar de la gran temporada mundial. Ganas que tienen de sufrir al comprobar que sus sicodélicas teorías no tienen el más mínimo efecto salvo las carcajadas de los que aún se atreven a escucharles o a leerles. Últimamente, las redes sociales son las que albergan en más cantidad a cuantos aún se creen sus propios delirios y mentiras.
Por cierto, estos últimos son aún más latosos que los poquitos que quedan en la Madre Patria que, como ya he dicho, se han agrupado en una especie de secta cual caballeros de una endeble tabla redonda que cubren con un lujoso mantel editorial. No sé quién será el pagano de la cara envoltura. Quizá un ricachón o un politiquillo municipal de su misma calaña ideológica que dilapida el coste de la publicación desde las arcas públicas. Lo cual sería un escándalo además de una vergüenza.
Y todo esto ¿para qué? Pues para seguir haciendo el más espantoso de los ridículos. Dicho quede.
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