Simón Casas es una lacra para Las Ventas y no hay más que ver su recorrido, tan polémico y lleno de grietas, donde además ha dejado sin toros ese verano madrileño que era una delicia y siempre fue el trampolín de los modestos. Hace tiempo que este personaje se le ha visto el plumero.
La huida hacia adelante de Simón Casas
Paco Cañamero
Glorieta digital, 21 febrero, 2019
Nunca creí en Simón Casas, ni en sus excentricidades. Ni en su lenguaje vacuo, más propio de un charlatán de feria. Los hechos ahí están y su figura de verdadero vendehúmos también. Nada que ver con el viejo Pedro Balañá Espinós, ni con Pablo Chopera o sus hijos Jesús y por encima Manolo -¡si levanta la cabeza y ve las cenizas de su imperio!-, tampoco con José Antonio Chopera, que ha sido el último gran señor de la empresa taurina y un hombre que merece todo el respeto. E incluso no pueden quedar apelados del pedestal del elogio aquellos gestores de circuitos menores que eran señores y tanto hicieron por la Fiesta, desde González Vera, Pepe ‘Mirabeleño’, Emilio Miranda, Felicísimo Tejedor, Moyita, Barceló, Alegre, Puchadés, Bernal… Dejo fuera de esta lista de los mejores a don Diodoro Canorea, un santo varón, pero lo que tenía de buena persona lo tenía también de informal. Para el primero era Curro y luego los demás, dejando cada año varios damnificados en la Feria de Sevilla.
Hoy el empresariado es otra lastra en el toreo. Y muy grave por su falta de imaginación, de fomento, promoción de nuevos valores. Y en ese bosque de ciegos alza la voz este tuerto de Simón Casas tratando de hacerse el rey.
Este charlatán y vendehúmos de Simón Casas, personaje astuto que en su huida hacia delante ahora acaba de inventar ese bombo. Bombo, que además suena hasta mal en el lenguaje taurino, porque lo normal es acordarse de ‘Manolo, el del bombo!, que de taurino tiene lo que servidor de zar ruso.
Ese bombo no tiene vida y es otra utopía. La tendría si se sorteasen todos los toreros y corridas, pero eso es imposible. Y además sería injusto. Primero porque una figura se ha ganado el poder elegir -también debe hacer gestas- y además el toro pone a cada uno en su sitio. Después deben tener su sitio quienes se lo han ganado y con toda la categoría. Por ejemplo este San Isidro se debería haber negociado con Diego Urdiales y Emilio de Justo antes que con nadie. Insisto, es otra huida hacía adelante, otro ‘pedrosanchez’ en versión taurina y sin ningún fundamento. Lo único que ha pretendido –y lo ha conseguido- es ahorrarse un dineral y seguramente salve los abonos y su cartera, porque ya cada vez quedan menos aficionados y a la masa es más fácil manipularla.
Simón Casas es una lacra para Las Ventas y no hay más que ver su recorrido, tan polémico y lleno de grietas, donde además ha dejado sin toros ese verano madrileño que era una delicia y siempre fue el trampolín de los modestos. Hace tiempo que este personaje se le ha visto el plumero. El problema es que los políticos madrileños viven enfangados en la corrupción y no se han preocupado de Las Ventas, ni de que tuviera un buen gestor. Y así luce, como ocurre con el bombo, la última tontería para despistar al público, cuando ya se le han agotado las ideas. Además suene a chamusquina, a bolas calientes, porque no tiene ningún misterio.
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