Solo con repasar la situación que se vive en Barcelona nos damos de bruces con la gran mentira política que supuso la prohibición de las corridas.
La gran mentira política de Cataluña: ni más democrática, ni más libre, ni más pacífica sin toros
Erradicar las corridas de toros de Cataluña iba a hacer más rica, democrática, pacífica y libre a la sociedad catalana. Todo esto, y mucho más, se escuchó en el Parlament durante el debate político que en julio de 2010 llevó a su prohibición. Desde las filas de Esquerra Republicana se llegó a equiparar, sin rubor alguno, la tauromaquia con el maltrato a mujeres, ancianos y niños, y hasta con la ablación. Las corridas de toros eran uno de los males que corrompían y que era necesario erradicar.
Solo con repasar la situación que se vive en Barcelona y en el resto de Cataluña nos damos de bruces con la gran mentira política que supuso la abolición. Ahora, si no fuera precisamente por el triste devenir en que está recalando el «procés», sería fácil afirmar que sin toros la sociedad catalana ni es más rica espiritualmente ni más democrática ni más pacífica ni más libre.
El filósofo José Ortega y Gasset sentenció ya hace décadas: «La historia del toreo está ligada a la de España, tanto que sin conocer la primera, resultará imposible comprender la segunda». Y en esta parte de España llamada Cataluña ya sabemos cómo acabó la Fiesta, cómo durante décadas sufrió un cerco milimétricamente urdido por el nacionalismo que tenía como objetivo la abolición.
No importó que el Tribunal Constitucional revocara lo votado en el Parlament y sentenciara que aquella prohibición era ilegal, el mal ya estaba hecho, el miedo ya se había metido en los huesos de quienes tenían la libertad para volver a programar festejos. Pero esa libertad no era tal. Todo eso es ya historia del toreo, que es también historia de Cataluña. De forma paralela a la erradicación de la Fiesta, nos topamos con la realidad actual y toda su génesis.
Libertades cercenadas. La historia del toreo está ligada a la de Cataluña, tanto que sin conocer la primera, resultará imposible comprender la segunda. Lo vio claro Ortega y Gasset, el filósofo de la razón vital. Luces y sombras, ahora en lo más umbrío.
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